sábado, 24 de octubre de 2009

MIENTRAS EL PIRATA CUMPLE AÑOS, EL CONSEJO (CGPJ) SE DIVIERTE



FIGURAS JUDICIALES Y DECISIONES VERGONZOSAS


ὁδηγοὶ τυφλοί, διϋλίζοντες τὸν κώνωπα, τὴν δὲ κάμηλον καταπίνοντες.
Excolantes culicem, camelum autem glutientes
(Mt, 23, 24)


Como apenas pasa nada interesante y de importancia en España, D. Baltasar Garzón tenía que apresurarse a dejar sentir la fuerza de nuestra ley y del Derecho Universal (de los que es fácticamente el máximo intérprete) sobre dos piratas (dos sicarios del negocio montado en Londres, para ser exactos) que, por descuido muy poco profesional (sólo les pagan 2500 dólares por buque secuestrado), se dejaron capturar en la costa de Somalia. Se gastaron miles de euros en traer a España a toda prisa a los dos negligentes sicarios. Y, de inmediato, como en este país nos aburrimos mucho y es preciso disponer de noticias curiosas cada diez minutos (porque ahora, gracias a internet, los periódicos no son periódicos, sino continuos), comenzó un nuevo "show" judicial y fiscal, a la vez ridículo y vergonzoso, con el que se supone que la ciudadanía anda entretenida.

Por motivos que desconocemos, sale de la escena Garzón y entra en ella D. Santiago Pedraz, otra rutilante figura de nuestro foro. Y D. Santiago, oido uno de los sicarios (amateur, pero no tonto), que alega ser menor, decide que es más bien menor de 18 años que mayor de edad. Concretamente, exige D. Santiago Pedraz "seguridad plena" de que el piratuelo supera los 18 años. Después, tras otro informe, el Juzgado Central de Menores sostiene que es mayor de edad y se inhibe a favor de Pedraz. Pero éste, erre que erre, se atiene a las dudas de la forense adscrita a su Juzgado y rechaza la inhibición, remitiendo de nuevo el caso al Juez Central de Menores, que acuerda internar a nuestro joven sicario pirateador en un Centro juvenil, pero sin salir al "recreo" ni cosas parecidas.

A todas éstas y desde el secuestro, los lectores más aficionados a la especulación y a la deliberación sobre graves asuntos, sobre temas de calado (nunca mejor dicho, porque de buques se trata), disfrutan de declaraciones de tirios y troyanos políticos (que cambian de criterio cada dos días) y de expertos en seguridad, etc., acerca de si los pesqueros de altura deberían disponer de armamento o de "efectivos" armados y si los expertos en disparar o, mucho mejor, en disuadir con su armamento a los piratas, deberían ser empleados de empresas de seguridad o soldados regulares (de la nación a que pertenecen los pescadores o de la correspondiente al abanderamiento del buque es cuestión también polémica).  No se habla de algo tan socorrido como la creación de algún Cuerpo funcionarial, autonómico o estatal, que podrían ser los Guardamares o la Guardia Jurada del Mar, porque a uno se le ocurre que si hay guardabosques y guardias jurados para bosques o determinados terrenos, también podrían guardarse los buques de pescas o los cruceros de recreo. Nadie habla tampoco, por cierto, de la Guardia Civil del Mar (ya sé que está para nuestras aguas territoriales, pero las leyes pueden cambiar las competencias, aunque no sería yo partidario de embarcar en pesqueros de altura a gente muy de secano).

Es clamorosa la falta de decisión de estudiar y de resolver este problema de la piratería y nuestra pesca, después de enterarse bien de los ejemplos de otros países. O sea, padecemos sin respiro la vagancia que caracteriza en los últimos tiempos a quienes, comisionados por el pueblo para resolver problemas, viven de los impuestos que el pueblo paga. Mucho chau-chau, pero poco trabajo y poco esfuerzo: ni estudian ni deciden.

Pero volvamos a los jueces internacionales, a nuestros figuras, que tapan con sus payasadas el trabajo diario de sus compañeros anónimos, que sí resuelven problemas reales. ¿Se puede saber qué norma exige que esté determinada con total certeza la mayoría de edad de un imputado sin papeles ni registro civil accesible mientras se lleva a cabo la instrucción de un proceso penal? Ya se lo digo yo: ninguna (no, desde luego, los artículos 374 y ss. de la Ley de Enjuiciamiento Criminal). Y ninguna jurisprudencia exige en la instrucción tal certeza ni inclinarse, en la duda, por la menor edad: las sentencias que cita Pedraz (Sala Segunda del TS: de  25 de junio de 1964, de 14 de enero de 1988, de 18 de mayo de 1992 y de 24 de septiembre de 1992) no dicen lo que sostiene Pedraz, con burda manipulación. Durante la instrucción, a falta de papeles y registro, es suficiente un juicio sobre la apariencia, con informes periciales que lo apoyen.

Por tanto, ha sido y es absurdo y vergonzoso este ping-pong judicial con el joven sicario pirateador, un peloteo que marea y desconcierta de todos los españoles provistos de sentido común. Pero estos figuras judiciales saben tan poco Derecho que, lo mismo que los escribas y los legistas fariseos, pueden dedicarse y se dedican a colar mosquitos mientras se tragan camellos. Los camellos son, no pocas veces, derechos fundamentales de personas de carne y hueso. Y el engullido y deglución de bastantes de esos camellos es delictivo (subsumible en un tipo penal, decimos los "letrados"), pero no pasa nada, porque aunque cada dos por tres se anuncian querellas, casi nunca se presentan. Vengo observando que, de hecho, quien se quiere querellar lo hace, sin anunciarlo ni amagarlo. Los que amagan, no lo hacen. O sustituyen la querella por una denuncia ante la Fiscalía, que es algo mucho menos efectivo que dirigirse al Defensor del Pueblo.


Lo que acaba de completar el cuadro socialmente visible -no coincidente con la realidad- de nuestra justicia penal, es que, mientras sucede todo lo dicho y se siguen desarrollando otros "shows" judiciales anteriores, el órgano constitucional del que depende la selección, la formación, el nombramiento y la promoción de los Jueces y Magistrados, el Consejo General del Poder Judicial, se divierte. Como el Congreso de Viena, el Consejo se divierte, en distintos sentidos y de diversos modos. Se divierte, en sentido vulgar, escuchando a la compañera de Stieg Larsson en la entrega de Premios de un Observatorio que no se dedica a observar y registrar, como hacen todos los observatorios, porque no es "Observatorio de la Violencia Doméstica y de Género", sino un Observatorio "contra" esa violencia, tan deplorable como jurídicamente maltratada. Me parece bien que estén en contra, pero me parece mal, por eso mismo, que monten un Observatorio, porque ni la Constitución ni la ley ni reglamento alguno les asignan esa función y cuando un órgano público se dedica a lo que ninguna norma le atribuye está, como mínimo, malgastando los caudales públicos.

El CGPJ se divierte también, en el sentido del término en nuestra literatura del del Siglo de Oro, porque se aparta de lo que tendría que esmerarse en hacer bien. Como lo que les corresponde hacer legal y constitucionalmente parece resultarles aburrido, en el CGPJ (hablo del colectivo, no de todos y cada uno de sus miembros, que los hay serios y sufridores) se dedican a otras muchas cosas, todas ellas inútiles para la Justicia, aunque útiles para los amigos. Así, p. ej., se dedican a la beneficencia privada con fondos públicos, aumentando sin desmayo el número de asesores de los Altos Cargos, por si fuesen pocos en el CGPJ los letrados, cuyo número exacto es materia reservada, para no causar irritación en varias instituciones que disponen de muchos menos y piensan, a buen seguro, que los necesitan más. Se acumulan las vacantes de puestos judiciales y en el CGPJ se divierten tramando combinatorias consensuales, también llamadas "cambio de cromos".

Por si fuera poco, el Consejo se divierte, en su interior, con vejatorias demostraciones de poder despótico sobre sus empleados. Si se les dice que no, es que no. Todo el Derecho, Constitución incluída, se conculca, se pisotea y se baila sobre él, como divertimento palaciego cruel y secreto, en esa suerte de Panteón que es, desde hace tiempo, el CGPJ. Un Panteón en el sentido griego (que heredó Roma), porque acoge a toda suerte de diosecillos, con sus caprichos y vicios. Y un panteón, en sentido funerario, porque es la sede de una considerable putrefacción. Desde fuera, huele mal. Dentro, el hedor debe ser mucho más intenso.

Mientras tanto, "Abdu Willy", nuestro joven sicario, duerme en el Centro juvenil de internamiento. Y como la edad que le atribuyen no es menor a 17 años y superaría los 19, muy bien podria cumplir 18 años en los próximos días... mientras unos figuras indocumentados dan el espectáculo y el mientras el Consejo, que dice no poder hacer nada, se divierte. ¡Ah! Casi olvidaba recordar, que nuestros pescadores secuestrados continúan sin libertad y, probablemente, sin un mínimo confort. Es de suponer que, por lo menos, no les contarán la bobada judicial de "Abdu Willy". Sin embargo, las familias y los amigos de los secuestrados, más los ciudadanos sensibles, si añadimos al sufrimiento y a la preocupación los efectos del ignorante divismo de un par de figuras judiciales.

1 comentario:

Mármol dijo...

Ya sabe, D. Andrés, que algunos juzgados de la Audiencia Nacional están casi sin asuntos y no les queda más remedio que tirarse a pillar tema sin reflexionar al respecto y más cuando va a tener repercusión mediática. Luego se nota en los precios de las conferencias y las convivencias.

El problema viene después cuando se dan cuenta de lo bien que estaban mano sobre mano, olvidando a conciencia en algún cajón lo que no tiene tirón "político".

Y como en todas partes cuecen habas no iban a ser menos nuestros jueces. Aunque a veces se quemen en la cocción.