¿”QUIEN BIEN TE QUIERE TE HARÁ LLORAR”? ¿O ES, MÁS BIEN, “QUIEN TE DESEA TE DEVALUARÁ PARA COMPRARTE”?
[Dicen los expertos que cada “post” se debe limitar a una sola idea con un único objetivo. Es una regla bloguera explicable para lectores renuentes, pero, además de dejar insatisfechos a los lectores más entusiastas (que algunos quedan), presenta el inconveniente de obligar a trocear panoramas, con lo que dejan de ser panoramas. Y como los panoramas existen, prescindir de las vistas panorámicas es pésimo para el conocimiento del paisaje, es decir, para la información y la opinión sobre la realidad. Obliga a mirarla únicamente, si no por un microscopio, como máximo por un canuto. Algo muy desaconsejado y muy nocivo, en todos los ámbitos.]
Ya ha sido publicado el Decreto-Ley 8/2010, de 20 de mayo, “por el que se adoptan medidas extraordinarias para la reducción del déficit público”: lo tienen en el Boletín Oficial del Estado del día 24 de mayo de 2010. Son 59 páginas bien apretadas. Si determinar cómo esas medidas van a afectar a cada uno es muy laborioso y poco seguro, muchísimo más resulta calcular las dimensiones totales del “ajuste” o “recorte”.
Este “post” no se propone tal proeza. Lo que pretendo hoy es a) insistir en las distintas causas del “ajuste” o “recorte” y en señalar a los responsables; b) reiterar las finalidades indiscutibles y discutibles del “ajuste” o “recorte” y mi impresión de que se engañan y nos engañan en cuanto a los efectos de esas “medidas extraordinarias”; y c) alertar más claramente que en otras ocasiones de lo que se nos viene encima.
De entrada hay que decir que no es discutible la especial gravedad y el enorme tamaño de los errores económicos cometidos por el “Gobierno de España” del Sr. Zapatero. En dos años España pasó de un superávit presupuestario del 2,2% a un déficit de 11,4 puntos del PIB. Lo más llamativo no es el porcentaje sobre el PIB, sino la magnitud total y la velocidad de crecimiento: 313.000 millones de euros en los años 2008 y 2009. Y lo más grave son los datos que revelan nuestra actual incapacidad de hacer frente al endeudamiento.
Dijo Zapatero: «Ni cambio ni bandazo; respondemos a las circunstancias, gobernando con responsabilidad, pensando en el futuro de España y no en el futuro de ninguna convocatoria electoral». Además de que lo último es una mentira, revelada por los hechos, “las circunstancias” son, en esa frase, una denominación que rezuma más autoindulgencia desvergonzada que petróleo sigue manando de la destruida plataforma de BP frente a las costas de Lousiana. “Circunstancias” son un terremoto desolador, como el de Haití o el de Chile, varios años seguidos de pésimas cosechas o un volcán que arrasa. Si Zapatero fuese en realidad una diezmilésima parte de lo aficionado a la transparencia que se ha jactado de ser, tendría que haber dicho a su “Gobierno” y al ala más “social” del PSOE: “Cambio y bandazo, por supuesto, pero necesarios o forzados por mis/nuestros derroches, al gastar, no sólo más de lo que tenía el “Reino de España”, sino mucho más de lo que podíamos devolver”. Y tendríamos que precisar: han sido “gastos gastos”, no inversiones (gasto, no inversión, ha sido el todavía reciente Plan E).
Puesto a ser medianamente completo en una explicación sincera a su “Gobierno” y al PSOE (es una mera hipótesis académica, claro), Zapatero hubiera debido añadir: “además de 4 millones de parados y PIB decreciente, nos hemos ido endeudando en tal cuantía y de tal modo –ambos factores juntos- que la alarma ha llegado a ser mundial y de máxima entidad. Y ante esa alarma, o cambiaba y recortaba o ajustaba muy fuertemente o íbamos a la quiebra.” Y, efectivamente, eso es lo que ocurre cuando todos los acreedores pierden por completo y a la vez la confianza en su deudor. Nadie ayuda más a ese deudor, prometa lo que prometa y diga lo que diga.
Reconocida la gravedad de nuestra situación y reconocido el fundamento de que Obama llamase a Zapatero por indicación de Merkel, la cuestión es si el “recorte” o “ajuste”, además de frenar la pérdida total y planetaria de confianza, sirve para reflotar la empresa “Reino de España”. Porque está ya meridianamente claro que nuestra quiebra no les convenía a nuestros acreedores, no sólo porque se iban a dar de bruces con un deudor archi-insolvente, sino porque les arrastraría a ellos, en situaciones menos críticas que la nuestra, pero sumamente peliagudas. Y también es muy claro para el ciudadano común -como somos el autor y la mayoría de los lectores de este “blog”- que ni Wall Street ni la City londinense ni el FMI poseen legitimación para pedirnos sacrificios, después de la que ellos han organizado por acción y por omisión, con el adicional despiste supino de la FED estadounidense. ¿Es que de pronto se han vuelto sabios y prudentes quienes no se dieron cuenta de la gestación y desarrollo de la burbuja financiera y de la crisis mundial? ¿Es que, tras permitir la codicia (y/o participar en ella), se han convertido en campeones del altruismo y de la solidaridad?
Zapatero ha sido un excepcional pródigo y manirroto (no con lo suyo, sino con nuestro esfuerzo). De acuerdo. Pero, esos señores de fuera, si nos querían tanto, ¿fueron diligentes en decirle: “hasta aquí hemos llegado”? ¿Les importaba y les importa algo a nuestros actuales interventores que nos recuperemos algún día y cuanto antes mejor? ¿Van los “ajustes” y los “recortes” en la buena dirección? Me inclino, sintiéndolo mucho, por las respuestas negativas a todas esas preguntas.
De mis años de dedicación preferente como abogado guardo algunas lecciones sobre la vieja “suspensión de pagos”. Para que, después de solicitada y declarada, la suspensión de pagos se mantuviese, era el deudor-comerciante suspenso el que tenía que idear un plan de salvamento de su empresa, algo que resultase más aceptable para los interventores y los acreedores que la quiebra y la liquidación. No eran los acreedores los que le hacían un plan al deudor. Y las quiebras y liquidaciones sólo rendían buenos beneficios a quienes, en las subastas, se hacían con activos de la quebrada (si los había) que resultasen apetecibles, por la relación precio bajo-posible alta rentabilidad futura. Pero antes como ahora, quien se encuentra en situación de gran insolvencia, pero con buenos activos y buena cabeza, discurre él mismo lo que le puede permitir reflotar la empresa, convence a los interventores y se lo impone amablemente a sus acreedores, por su propio bien. El lector pensará, sin gran esfuerzo, en algún reciente ejemplo de gran empresa inmobiliaria que ha evitado la quiebra y la liquidación.
Yo tengo el temor de que estos vigilantes del sistema que han pateado a Zapatero en nuestros traseros, es decir, que han intervenido a Zapatero en nuestros sueldos, pensiones e inversiones en obras públicas, temo, digo, que estos vigilantes, que tienen acreditado no dominar el sistema, ni en su planteamiento de fondo ni en su mecánica cotidiana, sólo están salvando in extremis sus propios intereses políticos ligados a la situación económica de sus electores. Nuestros interventores no están interesados en la empresa que han intervenido, la empresa nuestra, cuyo futuro se les da una higa. Pero, probablemente, sí están flanqueados por tiburones que apetecen nuestros activos y que pueden inspirar a los vigilantes actuaciones favorables al interés de los escualos. Junto a gobernantes extranjeros en grandes apuros, debe haber quienes engañan y hay, sin duda, quienes se están dejando engañar.
Así las cosas, es una gran verdad, sin partidismo ni politiquería alguna, que nuestro principal problema consiste en que la presión internacional, basada en una profunda desconfianza hacia Zapatero, no le ha convertido ni le convertirá en una buena cabeza capaz de pensar seriamente en un plan coherente (muy difícil, pero no imposible) para reflotar el “Reino de España”. Este individuo que nos preside ni siquiera ha experimentado una conversión forzosa a una mínima sensatez, que le condujese, por ejemplo, a dejarse asesorar por gente sabia y desinteresada (que aún la hay en España). Por el contrario, sigue, erre que erre, con su ruinosa y antisocial “política social”. Por eso dice a sus menguadas huestes que no hay “ni cambio ni bandazo”. Y, más aún, por eso sólo ha aplazado chapuceramente una ya anunciada subida de impuestos -desde luego, a los que “realmente tienen más”: que estarán ilocalizables, no lo duden- subida sin otro desenlace que socializar la ruina y sin otro propósito que el partidista de aparentar que si bien no tiene otro remedio que fastidiarnos a todos, mucho más va a fastidiar a “los que realmente tienen más”. De ese modo, al parecer, mantendrá contentos a los más tontos izquierdistas de la piel del toro.
En vez de suprimir el cheque-bebé y congelar las pensiones, en vez de recortar sueldos a funcionarios comunes (no a los cargos de libre designación), Zapatero debería haberse fajado en la supresión de Ministerios y Ministros, Secretarios de Estado, Subsecretarios, Directores Generales y asesores, imponiendo recortes drásticos de la misma entidad en las Comunidades Autónomas. Centenares de subvenciones por miles de millones de euros sobran y ha sido obsceno que siguiesen concediéndose después del 12 de mayo de 2010. Hace meses que sugerí ajuste duro, pero si quieren más ideas de “recorte” y “ajuste”, lean esta tremenda diatriba de Roberto Centeno, un Catedrático de Economía muy polémico, con algunas propuestas muy discutibles (alguna me parece humanamente imposible), pero con datos, sin pelos en la lengua y con años de acierto en sus valoraciones:
http://www.cotizalia.com/disparate-economico/borde-desastre-responsables-gasto-rositas-20100524.html
Quiero terminar y he de hacerlo respondiendo a los puntos enunciados como ejes de este “post”. Comenzando por el último, es muy fácil, tan fácil como doloroso, prever que con este “ajuste” y con Zapatero, la situación del “Reino de España”, la situación de cada uno de nosotros, va a empeorar enseguida de modo difícilmente imaginable por su intensidad y sus dimensiones. La economía real española va a desplomarse (bajón del consumo interno y de la producción) con más cierres de pymes y más paro, que alcanzará esos cinco millones de personas que la Sra. Salgado descartó rotundamente pocos días atrás. Responsables principales: el aún Presidente del “Gobierno de España” y todos los que le han apoyado desde que, sin lugar a dudas, comenzó a desbarrar terrenos sólidos (fundamentos del Estado) y a convertirlos en ciénagas y arenas movedizas. Aquí hay que incluir a banqueros y grandes empresarios (presuntos; los pocos grandes empresarios reales son discretos). Archi-responsables: los que podrían lograr que se marchase de inmediato y nada hacen sino que, al contrario, aún jalean al Presidente inane, empecinado en sus bobadas, ninguna de ellas inofensiva. Beneficiarios de nuestro “ajuste”: 1º) Los países con problemas muy serios, que no se agravarán gracias a nosotros (aquí pongo, quizá sin orden preciso, pero no a tontas y a locas, desde Alemania y Francia hasta los EE.UU.); 2º) Los “inversores” que estén en condiciones de comprarnos en porciones y a buen precio.
Hace falta alguien capaz de ver el conjunto, de resolver por dónde empezar a partir el melón de un “ajuste” en el que se pueda basar la recuperación -forzosamente paulatina, pero recuperación- del “Reino de España”: alguien que no se atolondre y no improvise pero que tampoco dude demasiado y que no permita que otros nos lleven donde a ellos les conviene, confundiendo la urgencia objetiva con su prisa interesada.
Se me dirá que no ha nacido (o quizá si, pero no vive en España) ese “mirlo blanco”. O que no hay una persona en condiciones de ponerse rápidamente a esa labor. Si existe o no tal persona es, en verdad, cosa incierta. A mí, en cambio, no me parece improbable que haya, incluso en nuestra “clase política” o en sus aledaños, alguien o algunos capaces de entender lo que España necesita y de formar un equipo de personas que, en conjunto, reúnan cualidades similares a las de un gran estadista. Lo malo, pues, es que el PP no se ponga a esa labor, lastrado y encadenado como está a un liderazgo insuficiente con una guardia de corps dedicada a la menudencia política cotidiana. Y en el PSOE, aquí y allá, por libre, en privado, muchos entienden lo que ocurre y lo que necesitamos. Pero, lamentablemente, en conjunto siguen ovacionando a Zapatero. Eso es lo más trágico. La orquesta que tocaba mientras el Titanic se hundía era un conjunto de caballeros con un propósito muy claro de heroísmo. Es muy erróneo y muy injusto compararla con el servilismo crónico y la pobre catadura personal de quienes insisten en aplaudir a este necio bíblico que todavía ocupa la Moncloa.
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