LA ÚNICA CUESTIÓN IMPORTANTE DE VERDAD: EL PODER
Y SU CONTROL, NUESTRA LIBERTAD
He resistido más de
tres años no pocas invitaciones —muchas de ellas muy afectuosas y, por tanto, muy
apremiantes— a retomar este blog, “POR DERECHO”. Lo dejé 1º) Por cansancio; 2º)
Por parecerme muy claro que no tenía nada nuevo que decir respecto de lo que
aquí había dejado escrito desde hace nueve años. Dos concausas sin prelación. Esas
causas de mi abandono persisten, pero últimamente he visto claro que de vez en
cuando hay cosas que se deben recordar, cosas importantes, que quizás no sólo
merecen memento, sino también alguna actualización o ilustración.
Pero antes de
comenzar los recordatorios, no quiero que los lectores —veteranos o nuevos—
ignoren un punto de vista que considero básico, en verdad fundamental, con el
que inicio este nuevo intento. Ni que decir tiene que pueden Vds. no compartirlo,
pero yo no quiero ocultarlo, sino dejarlo meridianamente claro. Se trata de
esta convicción: no hay en este mundo y respecto de este mundo una cuestión
práctica de más importancia que ésta: procurar que el poder de todo tipo no se
incremente y se concentre más de lo que ya lo está, muy excesivamente, y, a la
vez, no hay tarea más importante que procurar que todos los controles del poder
se mantengan y se robustezcan o se establezcan.
Se trate de la
justicia, de la política nacional o internacional, de la educación, de la
cultura, de la economía, de lo público o de lo privado, de geofísica, de
astronomía, de matemáticas, de realidades acabadas o de proyectos, grandes o
aparentemente pequeños, de hechos comprobados o de hipótesis, etc., hoy siempre
está en juego el reconocimiento y el respeto a la dignidad de la persona, de
cada persona y, por tanto, inexorablemente, el reconocimiento y el respeto a la libertad, no sólo en teoría,
sino en la más real, descarnada y próxima cercanía a la vida de cada
persona. Esa libertad de toda persona tiene
un enemigo letal, cada vez más eficaz y peligroso: el poder que crece y crece y
que no es controlado, que goza o pretende gozar de inmunidad, porque no existen
o se han debilitado hasta la cuasi-extinción, hasta la burla y la irrisión, mecanismos
efectivos de responsabilidad.
Hay innumerables
problemas e iniciativas en España y en todo el mundo. Los análisis y la
formación de opiniones sobre ellos, con los instrumentos de la técnica jurídica
o de diversas ciencias (o cuasi-ciencias) pueden revestir, para muchos, un
notable e incluso un grandísimo interés. Pero, a mi entender y, por tanto, por lo
que a mí y a este blog respecta, resultarán superficiales, frívolos, insustanciales
y quizás malintencionadamente encaminados a distraernos, si cuando esté en
juego el poder y su control, se calla sobre esa gran cuestión.
Cuentan que en los primerísimos
comienzos de nuestra Transición, un viejo Procurador de las últimas Cortes franquistas,
aún no autoinmoladas, pronunció con sencillez esta frase, que le salió redonda:
“No entiendo nada. Mejor dicho: estoy empezando a entender y, a medida que
entiendo más, me gusta menos.”
Aunque sobre un
panorama bien diferente, a mí me ocurre algo semejante a lo de aquel señor.
Cada día estoy conociendo y entendiendo más (o eso me parece) lo que sucede en nuestro
mundo y cada día, por las razones enunciadas, me gusta menos. Me propongo
compartir lo que me disgusta (también, a veces, lo que sí me guste) y sus porqués.
4 comentarios:
Le echábamos de menos.
Señor, su pundonor es admirable, y que siga en la brecha es digno de elogio.
Como bien dice, la cuestión fundamental a la hora de organizar la vida pública en un Estado es la del control del poder, más importante hoy que nunca porque jamás en la historia ha estado tan concentrado y ha sido mayor.
Ello tiene, en el ámbito del Derecho, importantes implicaciones, en las que ahora no entraré. Quede dicho sencillamente que el inmenso poder que hoy detenta el Leviatán está en la base de la llamada "crisis del Derecho privado", sintagma engañoso que los civilistas suele aducir para tapar el problema; labor muy común en los académicos, siempre tan obedientes.
Me centro en lo que dice de su cansancio, porque hay tela que cortar. Hace ya unos años, supongo que no se acordará ya, le escribí un mensaje reprochándole el tratar de una "technicality" a la hora de analizar el problema de los macroprocesos. Le vine a decir que el control de la corrupción política, origen de la mayor parte de estos concurridos juicios, no se combate con instituciones jurídico-procesales, sino con instituciones también políticas.
Hice una crítica general al sistema político español, que es también el de toda Europa salvo Francia y Reino Unido, inspirada en el pensamiento de Antonio García-Trevijano Forte, fundador de la Junta Democrática durante la Transición, plataforma que, como sabe, aglutinó a toda la oposición bajo el franquismo, antes de traicionar a su propio fundador y presidente.
Me contestó usted que no era su labor la de salvar el mundo y que no creía que en ningún país del mundo hubiese una democracia.
Veo que sigue sin querer comprender el pensamiento político del autor citado, que es básicamente una revisión de las ideas tradicionales de la democracia, un mero desarrollo, a decir verdad.
No las repitetiré. Recursos hay para el que quiere comprender. Si no lo ha hecho, usted sabrá por que.
Su cansancio, y las consiguientes ausencias, no provienen de la edad ni de repetirse. La edad es una virtud: la juventud es una discapacidad que se cura con el tiempo; repetir lo importante es siempre necesario, cuando es verdadero: la verdad tiene la patas muy cortas, y en todo tiempo es, de ordinario, reprimida.
Su cansancio proviene no renegar de la Constitución de 1978. Carga usted contra todos los males que ella provocó, pero luego la salva a ella con algún pretexto: que, al fin y al cabo, es la regla legítima que hay y hay que acatarla; que no funciona por sus desarrollos posteriores; etc.
Y no es cierto. Usted ha sido vocal del CGPJ. Sabe a ciencia cierta que en España no existe poder judicial; tampoco ejecutivo ni legislativo. Sólo hay uno: el de las cúpulas de los partidos, todas en consenso y de la manita. A usted lo puso el PP, no se haga ahora el santo ni el tonto.
Su cansancio es el del profesor honesto que sabe que lo que enseña es, a la verdad, un puñado de paparruchas. No me entienda mal, el Derecho procesal es muy necesario. Pero, como usted mismo reconoce, sin control del poder no cabe hablar ni de proceso, ni de contrato, ni de crimen, ni de impuesto, ni de empresario, etc. Sólo de amos y de siervos.
Sin derogar la Constitución de 1978 y aprobar otra que controle el poder, que no esté al albur de desarrollo alguno (si lo está, no es Constitución, porque no controla al poder que dice que constituye), no hay ni siquiera Derecho.
Saber esto es lo que le produce el cansancio y el hastío. Tiene usted una deuda con su país. Redímase. Páguela. No crea más en esa basura de pseudoconstitución. Dígalo por doquier, escandalice a sus colegas de profesión. No suba al trono a las premisas y lance tomatazos contra las consecuencias. Sea valiente por una vez y diga la verdad toda, y no sólo una parte y recubierta de tecnicismos.
Su cansancio desaparecerá y usted estará libre de toda pena.
Un placer leerlo, a pesar de que parezca que le estoy echando la bronca. No se me ocurriría, pues el alumno no debe reprimir al maestro, faltaría más. Considérelo un consejo médico para su bienestar mental. Hasta entonces, la pereza lo asaltará en cuantro escriba cuatro líneas. Es natural: es absurdo proponer tecinicismos para solucionar una cuestión política de primera magnitud como esta; tanto, como arar en el mar o mover una montaña de arena con una pala para hacer otro montón a cinco metros. Y usted lo sabe.
Su cansancio es la señal de su inquietud interna. Libérese ya. Hágalo, si quiere, por su bien y de manera egoísta. Seguro que entonces escribirá más y del tirón sin ningún problema. Loar las maravillosas telas del traje emperador desnudo, o afeárselas un poco, criticando al sastre, que es lo que usted hace muchas veces en sus entradas y en su obra académica, requiere de muchas energías gastadas inútilmente.
Atrévase o se arrastrará usted hasta el día de su muerte. Penitenciagite!
Un cordialísimo saludo.
Que bien leer entre seguidores de De La Oliva se encuentren tb de Trevijano.
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