LO ECONÓMICO ES EL REINO DEL ENGAÑO Y LO POLÍTICO, EL DE LA MENTIRA
Las simulaciones para control de la idoneidad son algo muy antiguo y conocido. Los bomberos se entrenan para reducir lo que tardan desde las literas hasta ocupar el vehículo perfectamente pertrechados. Se entrenan para trepar y para descender. Se hacen simulacros de desalojo de un edificio, de asalto armado, de batallas con carros o de escaramuzas de comandos, de desembarco anfibio o aéreo. También estamos al cabo de la calle sobre pruebas individuales muy reales: desde los ejercicios de supervivencia a que se someten determinadas unidades militares hasta los electrocardiogramas de esfuerzo, pasando por las pruebas de navegación de muchos buques. Entendemos, sin necesidad de grandes detalles, en qué consisten esas pruebas: el cardiólogo va observando cómo responde nuestro corazón a medida que pedaleamos, con más o menos frecuencia y con más o menos resistencia, como si llaneáramos o como si nos enfrentáramos a las primeras rampas del Tourmalet. Y en los laboratorios de ingeniería se somete el material que interesa a pruebas de resistencia a la presión, a la fricción, a la temperatura, etc.
Pues resulta que, en medio de una gravísima crisis económica que prosigue sin mejoría clara, aunque ahora se hable de ella mucho menos (porque la Roja gana el Mundial, porque los toros se prohíben en Catalunya, porque la “First Lady” viene a la Costa del Sol, porque Zapatero no se va de vacaciones, porque nos cansamos y por otros cientos de motivos), se les ocurre a nuestros gobernantes someter a las entidades financieras (a partir de ahora hablaré de bancos, para simplificar) a unos “test de stress bancario”. Presentaron la idea, no como un inventillo secundario, sino como algo de gran importancia. Porque de lo que se trataba era de frenar especulaciones sobre la mala o malísima “salud” de nuestros bancos, comprobar si era tan mala o si, por el contrario, era buena o aceptable y, así, restablecer la confianza de todos. Y la confianza, ya se sabe, es un elemento clave en la vida económica, como en todo.
¿Es razonable que para objetivar la situación de las instituciones financieras y restaurar nuestra confianza hayan hecho unos “stress test” que nadie sabe en qué consisten y que, cuanto más se ha hablado de ellos, menos sabemos y entendemos?
Si algún lector de este blog tiene idea, aunque sea a grandes rasgos, de en qué han consistido los test de stress a que se han sometido unos cuantos bancos de varios países europeos, por favor, que lo explique. Si alguno sabe de alguien que lo sepa, que nos lo diga. Si alguno ha encontrado, gracias a los fabulosos “buscadores” de la red o a otros medios, un documento en que se exponga en qué consisten esas pruebas a las que, para tranquilidad general (pensábamos eso), han sido sometidos bancos y cajas, se implora que nos conduzca a ese documento.
Lo que inicialmente nos dijeron era tan poco que no resistía un análisis mínimamente crítico. Se nos dijo que los test de stress consistían en someter a las entidades crediticias a unas condiciones imaginarias de dificultad grande y observar sus respuestas. Inmediatamente, los inquisitivos nos preguntamos cuáles eran esas condiciones o situaciones y de qué modo se sometía a ellas a las beneméritas entidades. Y a una curiosidad tan elemental nadie ha respondió de manera inteligible.
Ha habido algunas voces muy críticas sobre los test de stress (una vez practicados en Europa, no en los EEUU). Y esas voces han dicho dos cosas, que se entendiesen: primera, que varios participantes en las pruebas de esfuerzo especial no habían informado de lo que llaman (para que el pueblo se entere bien, ¡faltaría más!!) “exposición a la deuda soberana”, que, o mucho me equivoco, o quiere decir: “cuánto crédito tiene cada banco o caja concedido a países” (no a particulares ni a sociedades, sino a países). O, aún más castizamente, “cuánto dinero le deben al banco uno o varios países”, es decir, cuánto se ha prestado a los deudores más problemáticos de todos. Se ha descubierto que bastantes de los bancos alemanes testados para el stress no habían dicho nada al respecto. Y dos de ellos dieron cifras o anunciaron que las darían, pero a test pasado, lo que no deja de ser una apabullante caradura. Estas beneméritas instituciones crediticias alemanas han alegado que hablar de esos créditos no era obligatorio. O que no estaba claro si lo era, pero ellos pensaron que no lo era. De lo que es obligado deducir que se trataba de un test muy poco serio, por decirlo suavemente.
La segunda aportación de las voces críticas ha sido ésta: entre las condiciones figuradas o imaginarias del stress, aptas para medir la fortaleza de bancos y cajas, no se contemplaba en modo alguno el “default”. Sólo los iniciados entendían este fallo de no prever simuladamente el “default”. Como ahora hay que decirlo todo o en inglés o en español pero de una forma pensada para que suene bien o mal, según interese, pero siempre sea algo ininteligible, se les ocurrió lo del “default”, a secas, para no dar pistas. En principio, “default” quiere decir algo tan preciso como “omisión” o “falta”, pero, económicamente, significa “impago”, “mora” o “morosidad”. Incluso en ese ámbito, el “default” resulta demasiado ambiguo para señalar lo que echaban en falta en los "stress test" bancarios. Pero con cierto empeño, se puede llegar a saber que el “impago” del que hablan es el impago generalizado de las deudas asumidas por los organismos públicos de un país, es decir, el impago general de las deudas del Estado. Los “stress test” bancarios no contemplaban la quiebra del Estado (su insolvencia, provisional o definitiva) en el que el banco tiene su sede y desarrolla principalmente sus operaciones.
Y es verdad que los “stress test” no contemplaban esa dificultad extraordinaria, pero, en términos relativos, ha abundado los defensores de esa imprevisión, con un argumento “de cajón”: “pero, hombre, ¿cómo confrontar a los bancos con semejante riesgo máximo? Ninguno hubiese aprobado”. No es precisamente un argumento de lógica aplastante, pero dejémoslo estar, aunque sugiera una excesiva implicación de la banca privada con la “deuda soberana”, es decir, con el poder político conforme a sus dictados o presiones, más que con criterios seriamente económicos.
En todo caso, continuamos sin saber en qué han consistido o consisten los test de stress bancario. Porque, además de esas dos observaciones, alguna otra información podía encontrarse. Por ejemplo, la contenida en la noticia que reproduzco:
“En su opinión [la de un alto directivo de banco español], el mecanismo utilizado les perjudica al mezclar en la misma ‘casilla’ compromisos promotores (26.000 millones de euros) con otros compromisos de constructoras en infraestructuras o en servicios (cerca de 5.000 millones de euros adicionales). ‘Salimos bien en la foto, pero podríamos haber salido mejor’, señala R., a quien le falla el subconsciente al afirmar que se trató de un error que no fue un error, sino la decisión tomada por el comité de supervisión bancaria. Por lo mismo, también critica que se haya utilizado criterio de TIER1 en lugar de core capital, ‘más puro, que es el criterio que prefieren el 80% de los analistas’”.
Con noticias como ésta, de análisis de los resultados de un “test de stress bancario”, sí que nos debemos convencer de que la marcha de la economía en general y de la salud económica de los bancos, en particular, no son cosas que hayan de interesarnos. ¿Qué sabemos los simples mortales, los contribuyentes de a pie, del criterio “TIER1” y de sus desventajas respecto del “core capital”? Ni sabemos ni podemos llegar a saber ni tenemos por qué saber. ¡Son Ciencias, caramba!
Podrían decirnos: “¡Tampoco el peatón democrático sabe qué es la enfiteusis, el anatocismo o la regla ‘res ipsa loquitur’. Son cosas de la Ciencia del Derecho, caramba!” Es verdad que no lo sabe, pero la comparación no se tiene en pie, porque sólo con Google ya se encuentran definiciones comprensibles de esos tres conceptos, mientras que nada claro sale si se busca “stress test bancario” y poco menos resulta -haga la prueba el lector- si se busca “core capital” y “Tier 1.”
Definitivamente, si hubiese ciencias en relación con el stress bancario, con el “core capital” y el “TIER1”, se trataría sin duda de ciencias ocultas, cosa iniciática para poquísimos. Y es que de eso se trata: de que no entendamos lo que sucede y, sobre todo, las causas de lo que sucede. Así manipulan los “stress test” bancarios, como manipularon el salvamento del sistema financiero primero y después, desvergonzada e inicuamente, el recorte del gasto público.
Mientras tanto, hay otro stress en la sociedad, el de los parados que no encuentran trabajo y el de quienes temen con fundamento quedarse en paro. Éste es un stress comprensible para casi todos en términos generales (el detalle queda para quienes lo sufren), excepto, al parecer, para los dirigentes (?) que sólo quieren datos macro para hilvanar un discurso optimista. El paro, entre abril y junio de 2010, subió otras 32.800 personas. Así nos situamos sólidamente en un paro del 20% de la población activa, cuando la media de la eurozona está en el 10%. Y se va acercando al millón y medio el número de familias con todos sus miembros sin trabajo. El mismo Sr. R. que hablaba del “core capital” y del “TIER1” reconocía que lo mejor que le podía pasar a España era no empeorar, pero que lo veía difícil con la caída del consumo interno y de la producción y el subsiguiente aumento del paro.
Nuestros políticos del “Gobierno de España” se han dedicado a suprimir subdirecciones generales, en vez de podar a fondo, por arriba, el frondoso árbol del Estado. Se han dedicado a parar obras públicas en marcha (más paro), sin ofrecernos un mínimo cálculo de lo que costará dejar puentes y autovías sin terminar. Y no resuelven qué hacer con los cientos de miles de millones dedicados a energías hoy ruinosas, pero que han hecho multimillonarios a una buena docena de amigos (me refiero a los 151.000 y pico de millones de euros comprometidos con eólicas y fotovoltaicas, que son 10 veces más que el recorte del R.D. de 20 de mayo de 2010) y que aumentan un 20 por ciento la factura eléctrica de todo quisque.
El Sr. Zapatero, Presidente reanimado del “Gobierno de España”, se ha volcado con el Sr. Montilla y con Cataluña, para que el autogobierno catalán no decaiga, sino que vaya a más. El Parlament de Catalunya ha respondido a tantos desvelos prohibiendo las corridas de toros. Pero, por supuesto, no como respuesta a España, sino exclusivamente para evitar el maltrato animal. Nadie se puede creer ese enfoque cuando se han dejado intactos los “correbous” catalanes. En todo caso, en relación con los problemas reales de Cataluña, lo de prohibir las corridas de toros no va a solucionar nada, entre otros motivos porque los toros lidiados en Cataluña son, muy mayoritariamente, toros nacidos y criados fuera de Cataluña (que sólo cuenta con 4 ganaderías).
Otros grandes asuntos que el “Gobierno de España” afronta, en relación con el stress de los parados y de los que van a parar y con el stress de los que se ven en serias dificultades para llegar a fin de mes (de número aumentado recientemente en un par de millones de familias). Las recetas para estos stress parecen ser más prohibición del tabaco, desmantelamiento de los chiringuitos de las playas y más abortos. Que sepamos, piensan también en: a) aumento de los impuestos; b) aumento de la edad de jubilación (ya saben que cada vez son menos los tienen que pagar a más, por lo de nuestro record mundial de baja natalidad); c) copago sanitario; d) abolición progresiva de exámenes en las Universidades (lo dijo el metafísico Gabilondo, que hasta suena como candidato madrileño). Pero eso son sólo pensamientos. Por ahora, a ver si los camareros también llevan cofia (Bibiana Aído dixit) y nos cargamos -que digan lo que quieran: las estadísticas mentirosas no resisten la realidad de la oferta y la demanda- las tascas, bares, fondas y restaurantes. ¿Les costaría algo permitir lugares para fumadores, como permiten que cualquiera se drogue en cualquier lugar, con maría, coca, heroína, speed, etc.?
La Banca, estupenda. La Bolsa, a sus anchas, sin insinuación siquiera de regular las operaciones especulativas más claras. Los Ministerios y Consejerías, intocados. Los sindicatos, bien subvencionados. Los partidos políticos, bien financiados. La economía interesa a nuestros gobernantes sólo para los negocios propios y de los amigos, aunque se dejen con autopistas sin acabar, haya millones apretándose el cinturón y el IVA ya aumentado. Y la política está para acabar con el flamenco y con los curas, ahora que ya los toros han recibido un primer golpe, en el que, hipócritamente, tomándonos por tontos, ha escondido la mano torpemente el gran PSOE de Pablo Iglesias, Largo Caballero, Indalecio Prieto, Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, reforzado por la savia nueva de la juventud trabajadora de las Pagín, las Aído, las Corredor y las Jiménez, los Caamaño y los Corbacho, siempre arropados por la sapiente experiencia de los Chaves, los Bonos y, por si acaso, Pérez Rubalcaba y Fernández de la Vega. Y, siempre, por supuesto, la visión global de Moratinos, feliz en Afganistán con sus ropajes de gala, como un vecino bonachón disfrazado de Rey Gaspar a punto de salir en la cabalgata.
¡Cómo modernizan España! De paso, también modernizan Cuba y venden armas al caudillo bolivariano. En cuanto a África, el simpático Zapatero regaló camisetas de la Roja a los más variopintos líderes, algunos de ellos tiránicos y genocidas. Pero ha sido D. José Blanco, Ministro de Fomento, el que ha estado más expresivo. Ha dicho que el hecho de que la familia del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, "haya escogido España" para sus vacaciones es un "motivo de orgullo" y refleja que "España tiene un papel en el mundo que es reconocido en muchos ámbitos". Pero hombre, D. José, que el papel de España en el mundo ya tiene mucha historia (antigua, moderna y contemporánea, incluso muy contemporánea, hasta la política exterior de Zapatero), al margen del caprichito de cuatro días de la Sra. Obama en ese “resort” de siete estrellas, poco frecuentado por el INSERSO. Esta tropa, ¿sabe algo de algo, que no sea de la política más rencorosa, analfabeta y mangante? ¿A qué izquierda pertenece esta tribu menesterosa, paleta (no de pueblo, no: paleta, que es otra cosa) y zafia? ¿Van a convertir este país, de historia y civilización como pocos, en un desierto de bárbaros cromañones?
La política es el reino de la mentira y la economía, más científica, todavía más sutil, el del engaño masivo.
1 comentario:
Genial. Intente publicarlo, si quiere, en algún medio. Yo pensaba que las cosas iban mejor, hasta que he visto 260 euros menos en la nómina de este mes y no stress sino un monumental cabreo es lo que me ha producido.
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