REFLEXIONES SOBRE LA CACA (SÍ, HAN LEÍDO BIEN, SOBRE LA CACA)
Hoy y ayer son días de
ésos en que hay noticias muy grandes y también muy malolientes. Por una vez,
voy a ahorrar todo en nombres propios y lo gastaré todo en nombres comunes,
comunes y vulgares. Y también por una vez, voy a escribir este “post”con un
estilo muy distinto del habitual. En este día, lo que va de mi cabeza a los
dedos, a las teclas y a la pantalla son recuerdos de olores. Por orden cronológico, ahí van, para empezar dos recuerdos de infancia.
Volviendo del colegio de la mano de nuestro abuelo, mi hermano y yo pasábamos todas las
tardes delante de una taberna. Pasar delante de una taberna no tenía nada de
particular en el Madrid de los años 50 (del pasado siglo XX, claro). Lo extraño
hubiese sido lo contrario: carecer de taberna en el itinerario. Pero es que
aquella taberna apestaba extraordinariamente a vinazo y el olor, casi sólido, ocupaba por
completo la parte de la acera correspondiente a la taberna. Al atravesar ese tramo de calle, mi hermano, con
cinco años, exclamaba “¡Uy qué rico!”
(ahora lleva décadas bebiendo coca-cola, pero entonces apuntaba claramente a
borrachín).
El segundo recuerdo
olfativo es el de las vaquerías que
aún tenían sede en los bajos de inmuebles madrileños, incluso en barrios
relativamente modernos, como el de Salamanca. Las vaquerías, por supuesto, olían a
vaca y a caca de vaca (caca: merde, shit, Schaisse). En los
colegios no se planteaban entonces llevar a los chicos de excursión a una
granja para que viesen una vaca real. Porque las teníamos en el centro de
Madrid (pienso, de pasada, que debería hacerse una conmemoración importante de aniversario
una vez determinado cuándo se cerró en la Villa la última vaquería, de donde
salían aquellas grandes cántaras metálicas, las “lecheras”, para el suministro
de muchos ciudadanos: ¡una sola clase de leche!, pero teníamos todos menos
alergias y otras afecciones hoy extendidísimas).
Este recuerdo de los
olores del vinazo y de las vacas y su caca, olores urbanos de antaño, me ha
llegado por una veloz asociación de ideas con muy recientes experiencias rurales,
de mi pueblo (adoptivo: el de mi abuelo materno; yo soy natural de la Villa de
Madrid): las de unos hedores insoportables surgidos al conjugarse cierta
orientación eólica con la existencia de dos elementos: explotación porcina (cochinos,
cerdos, chanchos, etc.) y granjas avícolas. La caca de los cochinos y las
gallinas, los purines, que les llaman, producen un mal olor asqueroso e intensísimo, tanto peor si hay parcelas recién abonadas con ese material.
Desaparece el aroma de pinares, jaras y tomillos y la famosa (y real)
tranquilidad del campo queda aniquilada: sedentarismo forzoso, con las ventanas
cerradas. Es imposible, impensable, pasear junto al Duero o subir hacia el páramo
por veredas que sortean majuelos y pinarejos. En esos momentos -una mañana o una
tarde entera, como una noche de firmamento perfecto- sólo cabe ponerse a resguardo de la
pestilencia.
Y pienso todo esto,
también por asociación de ideas, pues las noticias más llamativas de
ayer y hoy (escribo entre el 9 y el 10 de mayo de 2012), una del mundillo
político-judicial; otra del ámbito bancario, me parecen inundar la atmósfera de
la hediondez de mucha shit, merde o Schaisse.
Es verdad, es innegable
que hay ventiladores esparciendo las malolientes partículas de los excrementos
(algún ventilador es fácilmente localizable; otros, más numerosos, son
difíciles de identificar). Pero los comentarios de protagonistas, observadores
y comentaristas profesionales (sin disfrazar o disfrazados de informadores), comentarios
que lamentan que el ambiente se enrarezca, que se haga daño grave
a importantes instituciones, que se actúe por venganza o resentimiento, comentarios
sobre la maldad de unos y sobre la maldad de sus adversarios, alegando datos
imposibles de verificar y que no pueden ser todos ellos verdaderos, esa hedionda
realidad que transmite en todo caso el conjunto de la información y las opiniones sobre tal o
cual personaje y sobre la situación -real, exagerada o falsa- de tal entidad o
de nuestro sistema financiero, cuajan en mi cabeza en forma de un debate
surrealista: si es mejor que la
basura animal, la merde, se encuentre
en estado semisólido o en suspensión aérea, como la colocan los ventiladores.
En suspensión,
esparcidos los excrementos por el aire, no es que respiremos mal, es que nos
acomete un asco tan invencible como insoportable. Más apelmazados, pegados al
terreno, en el suelo, apenas se notan, pero siempre estamos a merced de un cambio de viento. Se dirá
que esto último es menos penoso, menos insalubre que lo primero. Y quizá, a primera
vista, esta opinión parezca bien fundada. Pero de ahí se pasa casi
insensiblemente a la idea de tolerar la acumulación constante de la basura animal.
Nos vienen a proponer tolerancia ilimitada a la caca, a la m… O incluso planes y proyectos para construir sobre ella,
procurando solidificarla. Vivamos, insinúan, como en palafitos sobre enormes lagunas de merde. Al fin y al cabo, parece que ya
hay algunos mundos singulares (muy noticiosos en estos días) edificados sobre
pilotes que se hunden en gruesas capas de guano moral.
Este debate que se me
ha venido a la cabeza en forma tan surrealista, feísta, poco grata, aunque
expresiva y disculpable (eso pienso y espero), ha tenido, hace ya mucho tiempo, versiones
más elegantes y presentables, dizque cultas y casi humanistas. Sin ir muy lejos,
he podido escuchar personalmente a personajes ya históricos de España la
afirmación de que es consustancial a la
democracia cierto grado de corrupción (o, más a lo bestia, en petit comité, que no hay democracia sin corrupción). Con
tanta amplitud y comprensión, con tan magnánima y realista idea del arte de lo posible, hemos ido llegando
al tiempo presente, al pestazo actual.
Que cada cual
reflexione y concluya como quiera. Personalmente, sin reflexionar apenas, siento
un asco profundo, una repulsión absoluta, ante la propuesta de tolerancia a la
basura animal e incluso ante la tendencia al acostumbramiento a la proliferación
y asentamiento de la m…. No me gustan
las peleas del “y tú más” o “pues mira que tú”. Y tampoco me gusta el uso de
ventiladores para arrojar hediondos excrementos al aire. Pero hay algo
indiscutible: si el ventilador esparce caca, es porque ésta existe. Y no.
Sabiendo que siempre habrá cierto grado de corrupción, de merde, no porque sea consustancial a la democracia, sino porque la
condición de los humanos nunca se libra del todo de miserias, lo que hay que hacer es limitar la basura y que la que haya esté en basureros, bien señalizados y aislados. Tanta materia fétida no puede asentarse, sin
más, sobre el suelo de nuestras vidas. Porque, para terminar con el símil,
aunque el viento no nos azotara con el hedor de los purines y aunque nadie
agitara ventiladores, esa materia nos contamina: se filtra y envena el agua y la tierra. Y
acabamos envenenados. Recuerden, aunque parezca una anécdota, los letales “pepinos
de Hamburgo” (v. post del martes, 7 de
junio de 2011, EL PEPINO DE HAMBURGO Y OTRAS MAJADERÍAS
ANTICIENTÍFICAS: http://www.andresdelaoliva.blogspot.com.es/2011/06/el-pepino-de-hamburgo-y-otras.html).
Los pepinos se envenenaron y mataron por la tierra y el agua que les nutrían,
impregnadas de los excrementos porcinos.
Yo supongo que los
inteligentes lectores de este blog han entendido perfectamente de qué estoy
hablando y qué noticias provocan este “post”. Si no es así, será porque hoy no
se han asomado aún a la información. En cuanto lo hagan, como muchos ya lo habrán
hecho, comprenderán también que sienta lo que he querido expresar y que haya preferido
no gastar hoy ni un solo nombre
propio.
No tenia pensado escribir nada, quizas porque nada hay que comentar, ni interpretar, respecto de una realidad tan hiriente (salvo que quienes deban hacerlo puedan explicar que el polvo del camino que mancha togas, y otros habitos, no se ha convertido en cieno sino en ropajes multicolores como los del nuevo traje del Emperador o los de Saruman el Blanco que dejo de serlo)
ResponderEliminarPero, hace unos dias, me uni a una multitud en el Parque del Retiro Madrileno en un acontecimiento que hizo llorar estos ojos mios cansados de lectura, y vibrar un corazon inquieto que lamenta no tener la lucidez del de Hipona.
Andaba yo pensando, al ver la multitud que se agolpaba en los margenes del estanque, en tantas cosas azarosas y tan "interesantes" que estan ocurriendo. Tuve el antojo de pensar que era este un lugar inmejorable para gritar "Que nadie duerma, que nadie duerma", cuando por obra y artificio de esta nuestra sorprendente humanidad, esas palabras inundaron ese erial humano, refrescandolo al unirse en cadencia perfecta con el fuego que rompia la noche
No eran "estrellas que tiemblan de amor y esperanza" lo que veiamos, para estar seguros. Si no arcanos fuegos producto del ingenio humano; tanto, al menos, aunque quizas menos ingeniosos, como los pestilentes excrementos que es capaz de generar.
Y con todo, y con mi mente tamborileando los ritmos de sus ultimas letras, el unico eco que puede ya escuchar fue:
Dilegua, o notte!... Tramontate, stelle! Tramontate, stelle!...
All'alba vincerò!
vincerò! vincerò!
Un saludo cordial
Ignacio Rodriguez
PS. Por sorprendentes causas que no atisvo a vislumbrar, tuve que contener un sentimiento naif de gritar "Viva Espana". Quizas fue un lapsus por haber vivido tanto tiempo fuera de Espana; o quizas por haber visto que entre todos los trapos (todos ellos respetables) que ondeaban algunos en la Puerta del Sol, multicolores, tricolores, incluso griegas y sarracenas, la roja y gualda ni estaba, ni se la esperaba.
¡ay! dichosos ventiladores de aspas oportunistas, accionados a distancia desde una mano larga y ex puñeta. El fumus fecalis, me temo, es de etiología diversa.
ResponderEliminarDe estas cosas, mejor desconfiar prima facie, que de la política subyacente, sustrato, siempre emana hedor.
¡Ay Lisias! Mueva el ventilador quien lo mueva, a veces hay mucha mierda, pero mucha, y cuando sale a relucir se ve muy claro que es real y apestosa. La maldad de quien maneja el ventilador (o inspira a éste) no logra eliminar el hedor, porque es real y repugnante lo que se ha ventilado. La idea es semejante a lo de Agamenón y su porquero.
ResponderEliminar¡Ay Lisias! Mueva el ventilador quien lo mueva, a veces hay mucha mierda, pero mucha, y cuando sale a relucir se ve muy claro que es real y apestosa. La maldad de quien maneja el ventilador (o inspira a éste) no logra eliminar el hedor, porque es real y repugnante lo que se ha ventilado. La idea es semejante a lo de Agamenón y su porquero.
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