EL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL ESPAÑOL, ¿PODRÁ REVIVIR?
Los periódicos de hoy vienen cargados de variados rumores de una más o menos inminente sentencia del Tribunal Constitucional acerca del “Estatut de Catalunya”, cuando se van a cumplir cuatro años de su aprobación. Como los rumores no son concordes en el contenido de esa sentencia y ni siquiera en su sentido general, obedecen, sin duda, a “filtraciones” interesadas. Lo que significa, me parece, que “las espadas siguen en alto” pero alguien está pretendiendo influir (léase “presionar”) a alguien.
No seré yo quien, desde la modesta plataforma de este “blog”, eche leña al fuego de los dimes y diretes. Pero sí puedo recordar -en este último escrito hasta la Semana de Pascua- lo que hoy en día son datos ciertos e indiscutibles. Añadiré a los datos algunas consideraciones.
Primer dato: El Tribunal Constitucional (TC) se ha tenido que enfrentar con un “Estatut” gravemente inconstitucional gracias al personal aliento del aún Presidente del “Gobierno de España”, Sr. Rodríguez Zapatero. Sin sus palabras y sus hechos, antes y después de ser Presidente, nunca el Parlamento catalán hubiese aprobado un texto tan extremadamente rupturista con España.
Segundo dato: El “Gobierno de España” y los jefes efectivos del PSOE han tratado al Tribunal Constitucional como un mero apéndice de la alianza de la mayoría parlamentaria, dando por sentado que nunca descalificaría lo consensuado entre el Ejecutivo y sus aliados. Así lo prueban haberse atrevido a prometer, como lo hizo Zapatero, que nada se tocaría del “Estatut” aprobado y luego maquillado, más los centenares de declaraciones en que la voluntad política parlamentaria (la del PSOE oficial y sus aliados) se ha declarado por encima de la Constitución y, por tanto, del TC.
Tercer dato: El TC, que no gozaba ya ni de buena salud interna ni de consideración social positiva, ha sufrido un deterioro gravísimo, interno y externo, a causa de dos factores 1º) Su enorme tardanza en resolver, con episodios poco edificantes en ese tiempo que todavía continúa; 2ª) El hecho de que, en estos momentos, sean 4 los Magistrados que deberían haber sido renovados , más una plaza más, correspondiente a un Magistrado fallecido.
Cuarto dato: Mucha gente -casi toda, en los ambientes jurídicos- se pregunta, aun aceptando como un hecho fatal la influencia partitocrática en la designación de los miembros del TC,- qué pueden esperar ya del poder, dada su edad y su trayectoria profesional y vital, tanto los Magistrados que están en prórroga como los que en medio año deben cesar. ¿Qué les impide resolver sobre el ”Estatut” guiándose seriamente por la Constitución y sin necesidad de muchas “lecturas interpretativas” de preceptos estatutarios, “lecturas” que van a ser ignoradas? Esta pregunta da mucho que pensar sobre la condición humana. Por eso la consigno. Prometo que algún día escribiré al respecto.
Así las cosas, algunas consideraciones se imponen. La primera es que todo este escándalo y esta vergüenza nacional revelan que se debería volver al recurso previo de inconstitucionalidad. No es el único argumento histórico aducible, pero sí resulta difícil de discutir. Un retraso como éste sería mucho más improbable si las fuerzas políticas que ven en el TC un puro instrumento de barniz jurídico de su voluntad supiesen que una serie de ocurrencias inconstitucionales, como las que recorren de arriba abajo el “Estatut”, nunca podrían imponerse ni dos meses sin antes de pasar por una aduana de constitucionalidad medianamente seria.
Una segunda consideración es ésta: antes de la Sentencia del “Estatut” conviene dejar sentado que con el TC ocurre algo idéntico que con el Consejo General del Poder Judicial. Quiero decir que la restauración del Estado de Derecho en España pide un cambio radical del TC. Pero prefiero no ir más allá por dos motivos: primero, porque, lo mismo que respecto al CGPJ, el cambio que necesita el TC habría de basarse en una regeneración política en la línea del abandono, magnis itineribus, del “Estado de Partidos”. Y no es una regeneración así lo que vemos en el horizonte, miremos hacia donde miremos. El segundo motivo es éste: después de tanto tiempo, los Magistrados del TC disponen ahora de una oportunidad excepcionalísima: pueden dar a luz una sentencia seria y digna de respeto, cuando menos. Es una oportunidad para cada uno de ellos mismos y para la institución. Cada uno de los Magistrados se juega su prestigio personal y profesional y todos y cada uno pueden levantar esperanzas sobre el futuro del TC o rematarlo.
Dirán los lectores que, por una parte, nada nuevo he escrito hoy y que, por otra, eso de la oportunidad que la sentencia pendiente supone depende de las preferencias políticas de quien lea esa futura sentencia sobre el “Estatut”. Tienen razón en las dos cosas. Por eso declaro abiertamente lo que deseo y espero. Deseo y espero que el Tribunal Constitucional no haga el papel de unas Cortes constituyentes. Es verdad que el dichoso Título VIII de la Constitución abre márgenes amplios a la interpretación y al desarrollo legislativo. Pero el infortunado “Estado de las Autonomías” no llega, salvo un voluntarismo de alta intensidad, a configurar a España como un “Estado federal”, con federalismo simétrico o asimétrico. El "Estado de las Autonomías" ya agotó hace tiempo todo lo que era tolerable jurídica, política y económicamente. La Constitución Española de 1978 no da de sí tanto como para despojar a España de su condición de única nación. No da de sí para convertir el derecho a hablar ciertas respetables lenguas en un deber de hablarlas que elimina el derecho a hablar y utilizar la lengua española en todo el territorio de España. No da de sí para llevar aún más lejos de donde ha llegado la autonomización de la Justicia, que ya consideramos nefasta quienes no vivimos directamente de esa autonomización. Pero es que la realidad, por si fuera poco, nos dice que si el “Estado de las Autonomías” resulta insostenible y habría que fabricar bastantes leyes de armonización sólo por sentido común, por instinto de supervivencia, se necesita un freno de emergencia, mejor antes que después, a lo que, no nos engañemos, sería la disgregación de España. Siempre indeseable, pero ahora simplemente letal. Ahora, lo que quedase de España entraría de inmediato en estado de indisimulable ruina.
De manera que sí. Tengo un rasero con el que medir el acierto o el desacierto de la esperada sentencia del TC. Lo tengo para medir si cada uno de sus miembros liquida o aumenta su prestigio personal, su autoridad jurídica, su proyección histórica. Y ese mismo criterio me dirá si el mismo Tribunal Constitucional puede salir del fallo multiorgánico o ha firmado su propio certificado de defunción.
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PS. Si ahora el PP estuviese acaso menos interesado que antes en una sentencia correctora del "Estatut", porque, como escriben algunos, quieren el apoyo de CiU, a mí me parece que sería un motivo tan torpe como el más torpe de todos. Confío en que, de existir, ese menor interés, no haga mella en un solo Magistrado del TC.
2 comentarios:
Profesor de la Oliva:
Mire por donde, tengo el presentimiento de que no va a haber sentencia sobre el Estatut en esta legislatura.
Sobreestima vd. a los miembros del TC, no olvide que la principal virtud por la que ocupan este cargo es su partidismo, a nadie le importa nada que no sea proteger a su partido.
Que personajes de la calidad humana de estas personas, incapaces de actuar de acuerdo a sus propios principios,ocupen cargos de este calado, es una escalofriante muestra del escaso valor de nuestra democracia.
nosonbromas.blogspot.com
Soy catalán y estoy satisfecho con la sentencia de l'Estatut. Catalunya se merece un Estatut plenamente constitucional. Ahora ha quedado claro que Catalunya es España y que tanto el catalán como el castellano son iguales. Visca Catalunya y Viva España!
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