CHESTERTON Y ARISTÓTELES: PODEMOS CONOCER (O NO HACER NADA)
Lo que ahora se lleva es considerar que todo es relativo. Y se lleva muchísimo también subordinar el conocimiento en favor de lo que nos resulta útil, placentero, conveniente o (presuntamente) necesario. Pero esta actitud tan moderna es, bien mirada, antiquísima, viejísima.
Los sofistas ya eran relativistas por motivos políticos. Y los antiguos escépticos eran tan modernos que se apoyaban en la imperiosa necesidad de evitar lo que ahora llamamos ansiedad y stress. Así de claro lo decía Sexto Empírico:
“Quien supone que algo es por naturaleza bueno o malo o, en general, obligatorio o prohibido, ése se angustia de muy diversas maneras… Si el convencimiento de que por naturaleza unas cosas son buenas y otras malas produce angustias, entonces también es malo y ha de evitarse el suponer y estar convencido de que algo es objetivamente malo o bueno” (Esbozos pirrónicos III, Gredos, Madrid, 1993, 237-238).
Estoy releyendo Ortodoxia, de G. K. Chesterton, un libro tan interesante y divertido como difícil. La ironía y la paradoja típicas del maestro son constantes y, por eso, dado que se refiere a asuntos muy serios, la lectura exige atención y reflexión asimismo constantes. Reproduzco, a propósito de excepticismo y relativismo, algunos pasajes, dignos de consideración para cualquier homo (vel mulier) sapiens:
"...lo que yo rechazo es cierta humildad de nuestro tiempo que parece andar fuera de su sitio. La modestia se ha alejado del órgano de la ambición, y ahora parece aplicarse decididamente al de la convicción, para el cual no estaba destinada. El hombre está hecho para dudar de sí mismo, no para dudar de la verdad, y hoy se han invertido los términos. Hoy lo que los hombres afirman es aquella parte de sí mismos que nunca debieran afirmar: su propio yo, su interesante persona; y aquélla de que no debieran dudar, es de la que dudan: la Razón divina. Huxley predicada el humilde contentamiento de aprender de la naturaleza sin querer superarla. Pero el escéptico de ahora es tan humilde, que duda de aprender cosa alguna. Si hemos dicho que nuestra época no había creado ninguna noción peculiar de humildad, acaso no teníamos razón; porque tal noción existe seguramente; sólo que resulta más dañosa que las más absurdas postraciones de los ascetas. La vieja manera de la humildad era a modo de acicate que no nos dejaba detenernos; ésta es como un clavo en el zapato, que nos impide andar. Haciéndonos desconfiar sistemáticamente de nuestras fuerzas, la vieja humildad nos hostigaba a trabajar sin descanso. La nueva humildad nos hace desconfiar de nuestros propósitos, con lo que tendemos a no hacer nada." (la cursiva, ahora y después, es mía).
"(...) A diario topamos con gentes que ponen en duda el valor de sus propias opiniones, que equivale a no tener opiniones. Corremos el riesgo de concebir una raza humana de tanta modestia intelectual, que no se atreva a creer ni en las tablas de la aritmética."
(...)
"El peligro consiste en que la inteligencia humana es, por naturaleza, capaz de destruirse a sí misma. Así como una generación puede impedir que se produzca la siguiente generación metiéndose en los conventos o echándose al mar toda ella, así una pléyade de pensadores puede, en cierto modo, impedir a quienes les sigan el libre ejercicio del pensamiento, convenciéndolos de que ningún pensamiento humano vale un comino. Es ocioso estar discutiendo la eterna alternativa de la razón y la fe. La razón es, por sí misma, artículo de fe. Y aun al afirmar que nuestros pensamientos no captan ninguna realidad estamos haciendo un acto de fe. Si sois escépticos puros, tarde o temprano os hallaréis preguntándoos a solas: 'Y quién dice que todo esto ande bien, incluso la observación y la deducción? ¿Por qué la buena lógica no había de estar tan equivocada como la mala? ¿Son, la una y la otra, algo más que la vibración en el atónito cerebro del mono?' El escéptico aprendiz afirma: 'Yo tengo derecho a pensar por mí mismo todo el universo.' Pero el escéptico maestro contesta: 'No tengo derecho a pensar nada por mí mismo, porque ni siquiera tengo derecho a pensar'"
(...) "Entre todos nuestros pensamientos, uno solo debe ser atajado, y es aquel que, al producirse, suspende la marcha del pensamiento."
Poco después, Chesterton se muestra muy comprensivo con el pragmatismo, pero más comprensivo aún con la naturaleza humana:
"Conforme con los pragmáticos en que la verdad objetiva y aparente no es toda la verdad; conforme en que hay una necesidad absoluta de creer en las cosas que son necesarias a la mente humana. Pero yo sostengo que una de esas necesidades es, precisamente, la creencia en la verdad objetiva. El pragmático aconseja al hombre que piense en lo que debe pensar, sin cuidarse de lo absoluto; y precisamente una de las cosas en que el hombre debe pensar es en lo absoluto. De modo que la filosofía pragmática acaba en mera paradoja verbal. El pragmatismo se funda en las necesidades de la mente humana, pero una de ellas es ser algo más que pragmático."
Más de veintidós siglos antes, Aristóteles había escrito su Metafísica. Y en ella, pueden leerse, entre otras muchas, las siguientes páginas:
“Además, ¿dirá una falsedad el que piensa que algo es o no es de cierto modo, mientras que dirá la verdad el que piensa lo uno y lo otro? Si (éste último) dice la verdad, ¿qué valor tendrá el dicho de que ‘tal es la naturaleza de las cosas’? Y si no dice la verdad, pero se acerca más a ella que el que piensa lo otro, entonces serán de cierto modo las cosas que son, y este modo podrá ser verdadero, y no a la vez también no verdadero. Por otra parte, si todos dicen verdad y falsedad por igual, tal individuo no podrá hablar ni decir nada: en efecto, dice y no dice las mismas cosas a la vez. Y si no piensa nada, sino que cree y no cree por igual, ¿en qué se diferenciaría su estado del de las plantas? De esto se deduce, con la mayor evidencia, que en tal estado no se halla nadie, ni de los otros ni de los que afirman esta doctrina.” (la cursiva es mía).
Poco antes (ibid., 1008a, 30), Aristóteles había dicho: “Al mismo tiempo, resulta evidente que no es posible discutir con un individuo tal acerca de nada, puesto que nada dice. En efecto, no dice que es así o que no es así, sino que es así y que no es así para, a continuación, negar ambas cosas diciendo que ni así ni no así. Y es que, si no hablara de esta manera, habría ya algo determinado.”
Tiene razón Aristos: nadie se halla en estado de total escepticismo, de completo y genuino relativismo. Tal estado es letal y, antes, difícilmente compatible con la vida. Lo que no quita para que, entre las muchas tiranías, haya una relativista, especialmente dura en estos tiempos.