¿RECUERDAN AQUELLO DE "ESTOLOARREGLAMOSENTRETODOS"?
EL "GOBIERNO" DICE: ESTO LO APUNTILLAMOS NOSOTROS SOLOS
Resultó de verdadera traca y un recital de descomunal desconsideración e inepcia el extraño Consejo de Ministros vespertino del pasado jueves, 20 de mayo de 2010, que no acababa nunca, con rueda de prensa archi-retrasada mientras millones de españoles esperaban dispuestos a tomar nota para saber en qué se quedarían sus retribuciones y con una “información” final que nos dejó peor informados y mucho más anonadados de lo ya estábamos. Estamos a sábado y nada sabemos aún, a ciencia cierta, de las medidas adoptadas por Decreto-Ley presuntamente aprobado en el citado Consejo de Ministros. En el Boletín Oficial del Estado (BOE) no aparece. Está claro que aprueban un Decreto-Ley que, en realidad, no estaba escrito y que no han podido escribir en los días siguientes. Nuestras incertidumbres sólo han aumentado.
El mismo viernes 21 de mayo leí que la prensa internacional acogía “con tibieza” el plan español anunciado por Zapatero en el histórico mensaje de 12 de mayo. La crónica de esa “tibieza” dice dos cosas: que no se fían de lo anunciado y que, pese a ciertas alabanzas de algunas personalidades económicas de la eurozona, les impresiona el previsible impacto que el plan de ajuste puede tener en la situación económica real: más recesión, mucho más paro y, sobre todo, desgobierno. Dado que hemos sido intervenidos por otros, lo que resulta más temible a cortísimo plazo es que nadie crea en la seriedad del “Gobierno de España” y que no se fíen del “ajuste” del gasto, por más que anuncien medidas que harían polvo -que lo harán, antes o después, pero más bien antes- a las economías de tres millones largos de familias españolas de modo directísimo y a nadie sabe a cuántos otros millones de españoles indirectamente.
Los españoles, avergonzados hasta el sonrojo por la ineptitud de nuestro Gobierno central -en otros Gobiernos autonómicos, empeñados en mantener intactos dispendios escandalosos, más vale ni pensar-, nos vemos obligados a entender perfectamente esa desconfianza internacional a la que nos sumamos, porque el espectáculo del Presidente, sus Vicepresidentes (o Vicepresidentas, si lo prefieren ellas) y varios Ministros, desde el 12 de mayo de 2010 a la noche del 20 de mayo, ha sido de caos y desconcierto totales: como si no hubiese Gobierno (que es lo que, sin tremendismo alguno, afirmé aquí hace días) o más exactamente y peor: como si, en vez de Gobierno, un par de docenas de ignorantes y mentirosos se hubiesen apoderado del escenario político con ocurrencias diversas y contradictorias a cada hora, sin nadie capaz de imponer orden o al menos silencio y con varios altos cargos (en especial, Dña. María Teresa Fernández de la Vega) capaces de negar lo que todos escuchábamos, veíamos y leíamos.
A todas éstas, al Sr. Zapatero, en el colmo de su indigencia mental e intelectual, perfectamente armónica con su inmoralidad sociopática, no se le había ocurrido algo más estúpidamente inoportuno que alardear, en un foro europeo, del prolongado efecto de las medidas adoptadas por él: veinte años, fue la cifra concreta que ofreció, tirando por bajo. Es algo tan evidentemente tonto que podemos descartar el sadismo. No nos dice: "estos sacrificios que decido y que reconozco muy duros e injustos, estos dolores, por si fueran leves os los vais a tragar al menos veinte años". No es eso: es que la cabeza no le da para más. Hoy, no cabe duda de que la dimisión de Zapatero y su sustitución por alguien con mediana seriedad sería un factor de inmediatos efectos positivos sobre nuestro panorama económico.
¿Nos servirá de algo el "ajuste"? ¿O sólo les servirá a quienes lo impusieron, a costa de nuestra pobreza?
Por mucho que, con la sola objeción de ser tardío, los analistas y comentaristas económicos acepten a pies juntillas la bondad del “ajuste”, aún incierto en sus piezas, me parece que presenta elementos muy discutibles, en sí mismos y por comparación. Para los funcionarios, es radicalmente censurable el recorte salarial, como quiera que se acabe concretando, mientras delante de nuestras narices prosiguen hirientes despilfarros y subsisten organismos y cargos perfectamente prescindibles, en la Administración central y en las autonómicas. No dos ni tres, muchísimos despilfarros y mucho tinglado superfluo. Había mucho en que meter la tijera, que ha quedado intacto. Y, por añadidura, es perfectamente comprensible que persista la alarma internacional si se ven venir claras consecuencias depresivas del “ajuste”. Digo yo que al acreedor no le puede interesar que su deudor en apuros caiga en una pobreza extrema. Y si baja el déficit público pero baja también el PIB, la tasa de déficit puede seguir en las mismas cifras. No sabemos tampoco por dónde se corta el capítulo de inversiones en obras públicas, pero cabe que no sólo no valga la pena el recorte, sino que acabe saliendo más caro y no compense.
Todo transmite una fortísima impresión de chapuza improvisada. Y como también a todos nosotros -no sólo a los españoles- nos han dado sobrados motivos de desconfianza quienes han impuesto a Zapatero el ajuste o recorte, cada hora que pasa me zumba más intensamente la mosca detrás de la oreja. No tengo claro que los fuertes sacrificios españoles sean adecuados a nuestro resurgir junto al de los “hermanos europeos” y comienzo a sospechar que más bien, por culpa de un Gobierno que no ha hecho los deberes ni a tiempo ni a destiempo, vamos a contribuir a salvar la coyuntura del euro con un hundimiento propio que no es inevitable. Que nos toquen más sacrificios que a los nacionales de países medianamente gobernados es cosa que se debe aceptar, aunque no se tenga ninguna culpa cuando no se ha contribuido a la burbuja del ladrillo, al apalancamiento excesivo ni a la creatividad financiera del humo monetario. De lo que dudo mucho es de que los sacrificios ideados por Zapatero sirvan para algo que, al final, nos permita resurgir.
ESPAÑA, EN HIPER-MEGA CRISIS, PERO CON EXCELENTES ACTIVOS: DOS CONCLUSIONES
De pronto, hace unas horas, he caído en la cuenta de una situación paradójica, que me causa especial tristeza, aunque no deje de contener ingredientes positivos. De la paradoja cabe extraer al menos dos conclusiones operativas.
La paradoja es ésta: España agoniza (en el sentido literal, de la αγωνία griega: lucha, pugna extrema) en medio de una realidad material brillante e incluso esplendorosa. Porque nuestra hiper-mega crisis está en curso mientras cualquier extranjero que llega a España puede fácilmente tener la sensación, muy real e impactante, de estar entrando en un país de primera. Y, en cierto modo, así es: no seamos paletos. Como vivo en Madrid, pienso en quien llega a Barajas y luego se dirige a la Corte: verá primero unas infraestructuras entre muy buenas y excelentes (mucho mejores, sin duda, que las que se encuentra quien llega al JFK de Nueva York y se dirige a Manhattan) se encontrará una ciudad más limpia que Nueva York, infinitamente mejor asfaltada, con aceras perfectas en muchas zonas, con una jardinería y un arbolado espectaculares (hace años Madrid era la segunda ciudad con más árboles del mundo, pero la primera era Guayaquil, Ecuador), mobiliario urbano sideralmente mejor que el de Roma e incluso superior al de París. Podrá disponer de un transporte público muy bueno y plantearse ir a Sevilla, a Barcelona y a Córdoba (o a Toledo y Valladolid) en un santiamén, por no hablar de otras muy decentes comunicaciones. Dispondrá de gran número de hoteles entre buenos y estupendos. Y a todo eso hay que añadir nuestras obras de arte, desde los conjuntos urbanos a las más pequeñas joyas, pasando por monumentos y museos extraordinarios, con el añadido del clima, de los paisajes y de una ciudadanía formal en la prestación de servicios: hace tiempo que distingo, en el mundo, entre los países y zonas en que los taxis tienen precios fijos y aquéllos en que se regatea el coste y las condiciones de cada carrera. Ese pequeño índice sitúa a España entre los países y zonas mejores y preferibles. Et coetera.
Ese viajero, en Madrid y en muchos otros lugares de nuestra geografía, no verá nuestra crisis actual y su inminente agravamiento, sino realidades llamativamente positivas. En vez de gozar de la belleza que ha venido a disfrutar y de las comodidades y facilidades que le sorprenderán, tendría que fijarse mucho en la enorme cantidad de tiendas en liquidación, de locales comerciales cerrados o que anuncian cierre, en los miles de carteles “se vende” y “se alquila”. Tendría que saber que la facilidad para encontrar mesa en los restaurantes es cosa bastante reciente. Aun con eso, no podría, lógicamente, hacerse una idea aproximada de lo que nos ocurre.
Pero a lo que voy es a que lo malo que nos sucede no es más real que los grandes activos materiales y tangibles de España (enormemente superiores, por cierto, a los de Portugal, Italia y Grecia, los otros “PIGS”) a que me acabo de referir. Y, aunque quizá sean dos tonterías, a mí se me ocurren un par de conclusiones a partir de esos aspectos positivos. Ahí van.
La primera es que en cualquier plan de austeridad no puede figurar nada que deteriore esos activos. Por el contrario, habría que mantenerlos cuidadosamente actualizados. Son una base, que no debemos dejar que se estropee, para cualquier recuperación. Y lo que esté comenzado -autovías, autopistas, líneas de AVE, etc.- no debería verse afectado por ningún “ajuste”. Vamos a necesitar esos activos en perfectas condiciones, también, por supuesto, para evitar depresiones masivas: ¿se imaginan Vds. el efecto que tendría para el ánimo de todos ver deteriorarse y ensuciarse aeropuertos, estaciones de ferrocarril, calles y paseos, autopistas y autovías, museos, etc.? Pues si perdemos del todo el ánimo, entonces sí que no habrá arreglo alguno, ni en 20 años ni en 200.
La segunda conclusión es que necesitamos, pese a la crisis mundial, potenciar sobre nuevas bases, urgentemente, la tradicional fuente de riqueza y empleo que ha sido nuestro turismo. No estoy pensando en una solución mágica, sino en una prioridad lógica. Si quieren, lo digo con términos más fríos y económicos: es una industria en la que no nos resultaría difícil ser máximamente competitivos. No llegará, de la noche a la mañana, a niveles de pleno rendimiento: ni falta que nos hace volver a la “alegría” de la plena ocupación hotelera, con playas abarrotadas, pero con servicios deteriorados y precios excesivos. Podemos, en cambio, ajustar rápidamente distintos factores, para ir mejorando sin parar.
Y LA GUASA QUE LE ECHAMOS: QUE NO SE PIERDA
Nada de ir como corderitos a un sacrificio indiscutiblemente necesario. Sospechamos que ese concreto sacrificio no es ni el mejor ni el único posible. Podemos y debemos examinar la racionalidad de los sacrificios -porque son muchos y diversos-, podemos y debemos protestar y exigir responsabilidades. Pero nos viene bien, muy bien, echarle nuestra guasa a la situesion. Vean dos ejemplos.
Alguien ha cambiado una campaña publicitaria:
NO DEJES QUE TU NEGOCIO SE PARE
Cuenta con nosotros para pararlo
GOBIERNO DE ESPAÑA - ECONOMÍA SOSTENIBLE - ICO
Por otro lado, me llega un e-mail con una ocurrencia muy guasona, que he retocado ligeramente.
CARTA DE UN FUNCIONARIO A SU BANCO:
Banco Sardiner Litoral Lusitano
Agencia 215
Avda. de Rodríguez Zapatero, esquina Salgado, s/n.
Ciudad.
Muy señores míos:
Por la presente lamento comunicarles que he decidido pagar un 5% menos en el recibo mensual de la hipoteca (leasing/crédito personal/renting) que tengo con su banco. Ha sido una decisión muy difícil y dolorosa para mí, pero absolutamente necesaria para recortar gastos y así salvar mi economía y reducir mi déficit.
En situaciones como ésta, todos debemos arrimar el hombro, por lo que estoy seguro de su comprensión y solidaridad.
Además, no es de olvidar que, al fin y al cabo, yo colaboré en su día -como el resto de ciudadanos, tantos de ellos clientes de esa benemérita entidad- en la inyección de liquidez que recibieron ustedes para salvar el sistema financiero.
Por otra parte, me he visto forzado a tomar esta decisión porque mis padres, parientes, amigos y allegados, al conocer el inminente importe futuro de mi nómina, me han manifestado muy expresivamente su deseo de no verse en el trance de recibir de mí peticiones de dinero, con mi único aval personal. Ustedes, como empresarios financieros, saben mejor que nadie lo razonable de ese deseo desde el punto de vista económico.
Los poderes públicos, por su parte, han manifestado con claridad, el pasado12 de mayo, la licitud de decisiones unilaterales y sin previa negociación, como la que tengo el obligado disgusto de comunicarles.
Aprovecho la ocasión para comunicarles que dispongo ya de suficientes sartenes y no necesito que me regalen ninguna más.
Atentamente,
Francisco Alegre Yolé
Funcionario recortado.
Ánimo, añado. Mucho ánimo.
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