LA VAN MATANDO ENTRE TODOS, QUE ELLA NO SE MUERE SOLA
Escribo esto -encabezado con un verso de Lope que me ha venido a la cabeza- antes de que comience la "segunda vuelta" de las elecciones a Rector de mi Universidad, la Universidad Complutense (UCM). Hasta no hace mucho, pensaba que las Universidades muy asentadas, algunas pluricentenarias como la mía, resistirían cualquier embate de reforma legislativa absurda, cualquier Rector indolente o enloquecido, cualquier presión sindical, cualquier moda desatinada, etc. Ya no estoy ni mucho menos seguro de eso. Ya me parece posible, e incluso probable, ver personalmente y desde dentro cómo, entre tirios y troyanos, Universidades dotadas de profesorado numeroso y competente, de suficiente número de alumnos, de tradición más arraigada, quedan convertidas en un montón de escombros. Pensaba que la nuclear idea clásica de la Universidad, con todas las modernizaciones que se quieran, era imperecedera. Y lo es, como idea. Es una idea válida para cualquier tiempo. Pero ahora me parece que esa idea podría quedarse sin partidarios activos suficientes para que esté viva, aunque sea en ciertos oasis o en algunas islas.
“¿Está tan mal la Complutense?”, me pregunta bastante gente. Está mal, pero no “tan mal”. Y si está mal no es principalmente por los alumnos, los profesores o los empleados complutenses. Los males han venido más bien de fuera, empezando por todo lo que, desde fuera, ha ido apartando a la gran mayoría de los mejores universitarios de una mínima disposición a ocupar cargos académicos, probablemente ya muy mal diseñados en sus atribuciones. Pero la UCM no es, ni mucho menos, la única Universidad con “agujero” económico, como dicen. La UCM no fomenta el “botellón” ni el “picadero”. Los viales y el territorio de la Ciudad Universitaria no están exentos del deber de vigilancia del Ayuntamiento, de la Policía Municipal y de la Policía Nacional. Que yo sepa, ningún complutense ha negado a nadie la intervención policial que sea debida y conforme a la Ley. Los viernes, a cierta hora de la tarde, cuando muchos profesores -sobre todo jóvenes- abandonan las Facultades, el Metro de Madrid se llena de innumerables “botelloneros” en dirección opuesta, hacia al inmenso territorio de la Ciudad Universitaria, repleta de voladizos que protegen de la lluvia y de rincones que esconden de miradas no deseadas. Tengo por cierto que, expulsados los “botellones” de muchos lugares, está siendo muy cómodo que se hayan instalado en nuestro amplísimo “campus”. Y no hay más “grafitti” en nuestros muros que los que ensucian y afean muchas calles de Madrid. Lo que hay son menos medios para limpiarlos.
Por lo demás, la situación actual de mi Universidad -como la de otras- tiene responsables que no la han pisado ni vivido ni sufrido. Destaca y sobresale entre ellos Dña. Pilar del Castillo, Ministra de Educación del Gobierno del Sr. Aznar (PP) en la segunda legislatura. Esta persona, que inventó la ANECA (¡qué ocurrencias y qué derivas posteriores perfectamente previsibles!) e introdujo una costosísima contratación laboral de profesores (que ya nadie pedía), hoy eurodiputada, estableció en la LOU 2001 el sufragio universal para elegir Rector, cuando ese sufragio, por ponderado que sea el peso de los votos según sectores, no se establece ni para designar Presidente del Gobierno ni para convertirse en Alcalde de un municipio de mil habitantes y la Complutense supera, hoy, los noventa mil electores. De ellos, la inmensa mayoría trabajan y viven físicamente muy separados, sin apenas conocerse, sin encuadramientos políticos (a Dios gracias) y con escasísimas y muy minoritarias asociaciones, clubs e incluso agrupaciones sindicales (el PAS, “personal de administración y servicios”, donde cuentan más los sindicatos, registra hoy un censo de 4.115 electores en la UCM; los alumnos son 81.114 y los profesores, de tres categorías distintas, suman 7.902 electores).
Las relaciones de la UCM con la Comunidad Autónoma de Madrid no han sido buenas, pero la responsabilidad no ha sido enteramente de un determinado Rector, el Profesor Berzosa. He dicho a la cara, a quien tenía que decírselo, hace años, que se estaba tratando por el mismo rasero -en el mejor de los casos para la UCM- a Universidades muy desiguales, lo que no resultaba ni lógico ni justo. Reclamé un trato equitativo para la UCM, con muchas más necesidades y con mayores y más graves problemas (p. ej., de obsolescencia de muchos edificios, donde no es posible trabajar, a causa del frío o del calor, sino a base de genuino heroismo), pero también mucho más preparada, por la calidad, número y diversidad del profesorado, que Universidades recién creadas sin demasiada explicación. Ni caso.
¿Sugiero por ventura que D. Carlos Berzosa, hombre desbordado por su simplismo y por algunos pocos "hooligans", que no paran de hacer daño, ha sido un espléndido Rector? No, especialmente en su segundo mandato de cuatro años, en el que, al menos, los Directores de Departamentos pudimos vivir sin recibir papeles abstrusos de D. José Carrillo, que desde junio de 2003 a junio de 2005 fue, con Berzosa, Vicerrector de Innovación, Organización y Calidad y desde 2005 hasta 2007, Vicerrector de Innovación y Espacio Europeo de Educación Superior. Unos Vicerrectorados muy lamentables, por molestos, en gran medida inútiles y en otra medida ("Bolonia" a todo trapo), nocivos. ¡Ojo! No vean aquí propaganda. Todo el mundo sabe que no soy precisamente -y ha habido hechos muy visibles que lo demuestran- un “fan” del otro D. José en liza, D. José Iturmendi Morales. Mi discrepancia con la gestión de Iturmendi en los últimos años es quizá la más clara y notoria que se haya producido nunca, aunque, eso sí, sin gritos ni insultos públicos. No presumo de ello. Lo digo lisa y llanamente.
El dilema del miércoles 13 de abril de 2011 es, en mi opinión, tremebundo para muchos electores de la UCM. De Iturmendi me disgustan muchos elementos y casi me disgustan aún más los interesados apoyos, de todos los colores, que ha logrado aunar durante más de veinte años como Decano de mi Facultad de Derecho. De Carrillo me disgusta lo que le vi decir y hacer, a distancia, como Vicerrector de Berzosa. No me gusta tampoco que sea rehén -porque lo será, de eso no tengo duda- de una gran central sindical, precisamente cuando las “centrales” están perdiendo mucho peso en el sector público. Y no me ha gustado, -porque me pareció un contradios jurídico y frontalmente opuesto al sentido común- que ayer mismo equiparase las irrupciones vociferantes de unos individuos en diversas aulas de una Facultad -la de Ciencias Políticas, ya muy señalada por episodios violentos e intolerantes- con la distracción que provocaba un vehículo con altavoces publicitando la candidatura opuesta. No son cosas iguales, sino muy distintas: una es ilegal e irrespetuosa mientras que la otra es una molestia de ruido como otras muchas (ambulancias, bomberos, policías) y perfectamente legal. Me preocupa que, en vísperas electorales, el Prof. Carrillo haya disculpado a unos energúmenos con el manido argumento de "y tú más" o "y tú igual", cuando ni el argumento es presentable nunca ni existe igualdad alguna. Me preocupa que pidiese "ahora", "ahora", respeto a las reglas. Ahora y siempre, querido colega. Soy (o, desde luego, procuro ser) muy celoso de la libertad, empezando por la ajena. Precisamente por eso, cuando lo visceral se desmadra, es necesaria firmeza en la defensa de las reglas, de las normas, de las leyes. Comprendo bien las indignaciones, porque yo las siento a diario y no porque padezca una morbosa afición al berrinche. Pero no acepto, en especial entre universitarios, que la indignación conduzca al insulto, a la coacción, a la violencia (aunque sólo sea verbal), expresiones todas de un sectarismo que detesto.
Hay, esta mañana electoral, un exceso de politización y de extremismo. Hay odio. Los energúmenos son pocos, pero nos hacen mucho daño a todos. No se puede tolerar la intolerancia violenta, con obras o con gritos. Y el odio, si no lo neutralizan los candidatos y sus huestes, será letal. Los que son "comprensivos" sólo con "los suyos" y los que son, sobre todo, expertos en politizar, ésos pueden asesinar a la UCM.
Hay, esta mañana electoral, un exceso de politización y de extremismo. Hay odio. Los energúmenos son pocos, pero nos hacen mucho daño a todos. No se puede tolerar la intolerancia violenta, con obras o con gritos. Y el odio, si no lo neutralizan los candidatos y sus huestes, será letal. Los que son "comprensivos" sólo con "los suyos" y los que son, sobre todo, expertos en politizar, ésos pueden asesinar a la UCM.
Pero este “post” no pretende tratar de las elecciones de hoy en mi Universidad Complutense. Ha querido ser, en este momento en que necesariamente la tengo más en la cabeza, una defensa de mi Universidad contra ataques e insidias, que han salpicado y dañado injustamente a candidatos dignos (como Carlos Andradas) y que, por otro lado, están culminando en atribuirnos a nosotros, los complutenses en general, que somos víctimas más que otra cosa, una responsabilidad que no tenemos, mientras se ignora olímpicamente a muchos verdaderos responsables. Por eso se me ha ocurrido esa especie de verso que he puesto como subtítulo. Porque si la UCM se encaminase hacia la muerte, sería por las puñaladas de muchos. La UCM, por mucho que les interese a bastantes enmascarados, no está agonizando. Si se muere, la habrán matado entre muchos. Ójala no se encuentre entre ellos el próximo Rector. Si así fuese, prometo que lo diré, haciendo una nueva excepción a mi criterio de no tratar aquí asuntos de mis trabajos diarios.
1 comentario:
Resulta terrible tener que elegir entre dos candidatos que no te gustan, aunque sea por distintos motivos. Pero más terrible es decidir inhibirse. Cuando las reglas disponen que el rector será el más votado, no votar es simplemente huir de la propia responsabilidad, aunque ésta sea objetiva y cuantitativamente escasa. También es comprensible no pedir el voto para uno ni para el otro. Pero hay que votar. Y hay que aceptar al electo y procurar ayudarle a no equivocarse. Todo menos inhibirse. La Complutense no lo merece.
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