UN VIRUS PARALIZANTE, EL “NHNQH”: “NO HAY NADA QUE HACER”
Broncas sobre bobadas, a todas horas y en todos los ámbitos durante los últimos días. “Y tú más”, “y tú más”. “Si yo soy corrupto, ¡anda que tú!” “Si yo negocié con ETA, tú también”. “Yo llevo imputados en mis listas, pero tú llevas condenados”. Fútbol: “Pep” contra Mourinho y Mourinho contra “Pep”. Continúan las peleas mediáticas del más bajo nivel y los altercados entre "famosos televisivos", meros profesionales del más rastrero time-share. Y así sucesivamente. Pero inacción absoluta sobre todos y cada uno de los muy serios problemas reales. No se recorta un euro del gasto público inalterablemente desmadrado, no se proponen políticas generales medianamente esperanzadoras respecto de los asuntos de mayor relevancia, nada se hace para reactivar el empleo. Encuestas y más encuestas sobre las inminentes y las no tan inminentes elecciones. Pero siguen las subvenciones a los amiguetes. Insisten los legisladores locos en sus ocurrencias. Continúan las riñas de patio de colegio en la clase política. Y la inflación sube, el gasto público ni siquiera hace ademán de moderarse, el endeudamiento prosigue y el paro no para de aumentar.
Hoy, la malísima noticia de los casi 5 millones de parados es relegada a un segundo plano, en bastantes “medios”, porque, al parecer, lo importante para España y el mundo es que se casa un hijo del “primo Charles” y de Lady Di con Mss. Kate Middleton: invitados, modelitos, “siga la ceremonia en directo”, etc. Y “el Gobierno de España” considera “inasumible” ese dato del paro. ¿Qué quiere decir que es “inasumible”? ¿Qué no lo acepta, que no se lo traga, que se opone a esa realidad y protesta ante ella como se podría oponer y protestar contra la invasión de España por una potencia extranjera? ¡Cualquiera sabe si quieren decir algo y no lo han logrado o si, más bien, dicen lo de “inasumible” para que no sepamos ni entendamos qué piensan o, más probablemente, para disimular que encuentran dificultades insuperables para pensar alguna actuación!
Y luego vienen las insinuaciones sobre la nula fiabilidad del dato del paro, aunque si algún mes baja el paro, entonces la fiabilidad es absoluta. Y los “medios” insertan encuestas a ver si creemos que el paro oficialmente declarado es así, es menor o es mayor. Respuestas para todos los gustos. Y, de tanto en cuando, salta el gran argumento: “si fuesen ciertos los datos del paro, España habría estallado, estaría ardiendo por los cuatro costados, etc.”
Error craso el de esa presunta prueba infalible. Y me parece muy importante analizar y desmontar el "argumento". Aquí no estalla nada ni arde nada. Está todo empapado en la incombustible sopa boba de la desmoralización y el conformismo escapista. Lo que está, eso sí, perfectamente probado es que la inmensa mayoría de los españoles estamos aguantando de todo y no precisamente desde ayer. Los que no encuentran crédito para su trabajo de autónomo o su pequeña empresa, los que han sido ahogados por los impagos (le llaman retrasos, pero son impagos) de las Administraciones y empresas públicas, los agricultores, los profesores de todos los niveles, los litigantes que ven dilatadísimos sus pleitos, los abogados y procuradores absolutamente desconcertados por las “novedades” que enredan y paralizan los trámites, los conductores, los hoteleros y restauradores, los hipotecados, los pensionistas, los fumadores, las familias con problemas de conducta en alguno de sus miembros, los damnificados por una delincuencia que no disminuye sustancialmente, bastantes Jueces y Magistrados vejados por el legislador y agraviados por su máximo “órgano de gobierno”, el Consejo General del Poder Judicial… Todos aguantando sin rechistar. Lo mismo que los ciudadanos de todo tipo indignados por el comportamiento de la “clase política”, ante el recorte implacable de las libertades, ante el aumento de las prohibiciones, ante impuestos injustos y desigualdades obscenas, ante la presión del más intenso y pluriforme conductismo jamás padecido. En todos ellos, en todos nosotros, opera el virus NHNQH, paralizante, por un lado y, por otro, hiperestimulante de la necesidad de distracción. Aunque en número creciente cada día, unos pocos pugnan contra esto o lo otro mediante internet, pero el virus de marras les infecta pocos meses después: “NO HAY NADA QUE HACER”. Y es que, se han ocupado a fondo -los de arriba por su interés, los de abajo por comodidad, por debilidad, por ignorancia, muchas veces en absoluto culpables- de que NO HAYA NADA QUE HACER o así lo parezca.
No funciona seriamente ninguna reacción. Nada tiene trazas de ser enmendado, porque nadie con poder quiere la enmienda. Pero hay que sobrevivir. Es ésta, muy precisamente, una elementalísima ley de vida: procurar sobrevivir. De modo que se tira la toalla, porque mantener la batalla es durísimo, matador y desesperanzador. Comprensiblemente, se da la espalda a una insoportable realidad mediante el recurso a la distracción, suministrada consciente o inconscientemente por todos los causantes de lo insoportable. Éstos, los que no fueron dirigentes ni políticos ni económicos, sino mercaderes de lo público en máximo conchabamiento con lo privado, éstos, o sus fieles sucesores, no paran de aumentar su presión y de proveer distracciones. A distraerse, pues, sin pensar en más o, a lo sumo, esperando, sin motivo ni razón, que pase el temporal, que amaine la borrasca…, que no pasan ni amainan, porque no se trata ni de un temporal ni de una borrasca.
Sin dirigentes responsables ni buenos ejemplos, por miopía y comodidad iniciales, por cobardía de tantos cuando aún era tiempo, por un fomentado y generalizado individualismo egoísta, se ha permitido que llegásemos a la situación en que opera el virus NHNQH, se ha dejado que llegase el momento histórico del “NO HAY NADA QUE HACER”. Yo lo he ido viendo especialmente claro en la enseñanza superior y en la Justicia. El socialismo ha destruido la Universidad pública, abriendo las puertas a unas Universidades privadas, casi todas ellas alejadas de cualquier noción elemental, mínimamente admisible, de lo que es una Universidad, sea quien sea su titular. Han destruido las carreras universitarias, para dar paso a “masters” que, en su gran mayoría, son camelísticos, inidóneos para sustituir lo destruido, sólo adecuados al lucro de unos pocos.
LA JUSTICIA NO PUEDE AMPARARNOS: YA NO QUEDAN MUCHOS JUECES Y MAGISTRADOS CONSCIENTES DE LO QUE SON Y DECIDIDOS A NO SER TRANSFORMADOS EN SIMPLES FUNCIONARIOS
Pero, ¿y la Justicia? ¿No podemos ampararnos, como teóricamente podríamos muchas veces, en el Derecho, en las normas jurídicas razonables y justas que aún subsisten? Mala salida la de confiar en ese amparo, porque Jueces y Magistrados, influidos durante los últimos lustros por un devastador fomento del egoísmo individual y corporativo, difícilmente pueden ya enderezar las cosas, incluso si quieren. Los Jueces y Magistrados, mayoritariamente, no se ven, ni se quieren ver, como depositarios (sí, depositarios, según la Ley Fundamental) del efectivo imperio de la ley. No quieren ya servirnos como garantía ante el abuso y la arbitrariedad: pretenden o se conforman con ser unos funcionarios más, que resuelven conflictos, con mayor o menor respeto al Derecho. Están centrados en su bienestar profesional. Están desincentivados para el supremo servicio de hacer y de hacernos Justicia, que requiere un altruismo indeclinable. No se defienden como Jueces y Magistrados, con las pacíficas armas de las ideas que no cabe abandonar: las ideas del poder independiente y de la Justicia necesaria, firmemente apoyadas, como podrían estar -como están, desde el punto de vista jurídico-, en la Constitución en vigor. Rodeados y presionados por la Administración y por sus propios “jefes” en el interior de la Justicia, flanqueados a todas horas por personas con formación jurídica básica próxima a cero, la mayoría de los Jueces y Magistrados ha tirado la toalla. Y buena parte de ellos mantienen aspiraciones, sí, pero son las de su propia y personalísima mejora personal y profesional, algo que requiere ingresar de algún modo en la subclase política judicial, única estimulada por el Gobierno de la Nación y por el mismísimo Consejo General del Poder Judicial, politizado desde su médula hasta sus últimas terminaciones nerviosas. Esa minoría judicial política, que es la única noticiosa, alimenta el desánimo, la inacción y la pasividad de la mayoría. Muchos Jueces y Magistrados saben que, año tras año, han sido arrinconados, rodeados de condicionamientos y de obstáculos, neutralizados en la impartición de la Justicia. Lo saben bien (en general: algunos tontos hay en todas partes). Pero han decidido resignarse, aceptar, acatar, guardar silencio. Muchos están incluso dispuestos a integrar rediles (los “Tribunales de Instancia”, destructores de la independencia judicial) con pastores que les instruyan a todas horas.
Y de las Universidades, donde teóricamente se cultivaría el espíritu crítico, centros del saber que no se oculta ni se condiciona ni se rinde, tampoco podemos esperar que se constituyan en motores de renovación, de cambio, quizá lentos, pero perseverantes y seguros. Quedan, sí, muchos universitarios no personalmente enfangados en la interesada promoción de la mentira (o las medias verdades, es lo mismo) que fundamenta los abusos; quedan muchos no vendidos ni alquilados a lo que, en cada momento, interesa a los poderes reales, precisamente los que nos han conducido a la situación globalmente insoportable. Pero esos muchos universitarios individualmente sanos, carecen ya de suficiente intensidad en su amor a la verdad y a la limpieza. Y no se movilizan. Aguantan mecha, como si dijéramos, incapaces de articular un ¡BASTA YA! colectivo. Han firmado cartas, declaraciones y manifiestos, que ni siquiera han merecido acuse de recibo. Y, llegados al borde de la degradación (estimulada por intereses oscuros, como está sucediendo con la Universidad Complutense), ya no se plantean movilizarse. Ante todo porque(como les ocurre a los Jueces) bastante tienen con apechugar, a diario, con lo que les exige una caterva de necios y mediocres (y vagos), armados con el BOE para imponer su “política educativa”, que nada tiene que ver con educar. El poderoso lobby seudopedagógico-psicológico-sociológico, al que no le interesa si los futuros graduados serán capaces de hacer la “o” con un canuto, ha empastado a la perfección con la subclase política educativa y, más en concreto, universitaria.
Así veo la realidad, lo siento mucho. Es una realidad que me parte el alma. Pero no puedo negarla, sino que debo, mientras mantenga esta tribuna (cosa de la que ya dudo, por cierto), reconocerla y decirla. La verdad es que se necesitan resortes morales muy potentes (casi diría, excepcionales) para seguir en la batalla. Me parece bueno, necesario, ser conscientes de ello. Me parece mucho mejor que ignorar la dureza de la realidad y la muy consolidada fuerza de los adversarios. Y comprendo y disculpo por completo a los exhaustos, a los cansados, a los que ya no se encuentran con fuerzas. Aunque entre ellos no pueden contarse los que nunca han batallado o se han dado por vencidos a las primeras de cambio: tantos quejicas actuales. Los que llevamos mucho tiempo en la pacífica pelea, sí tenemos derecho al retiro. Porque, bien mirado, no hemos acabado contagiados del virus NHNQH (“no hay nada que hacer”). No hemos portado nunca ni portamos ahora ese virus: ocurre, sencillamente, que, en realidad, apenas hay nada que hacer (aunque, por otra parte, esté casi todo por hacer o rehacer).
Los combatientes veteranos tenemos muy bien ganado el derecho a retirarnos. Entre unos y otros y pese a nuestros empeños, nos han llevado a un estado de cosas tremendo, donde no tiene cabida, para personas informadas y medianamente experimentadas, ningún optimismo infantil o adolescente, ilusorio, basado con frecuencia en un voluntarismo optimista con fuertes dosis de moralina. Si se sigue resistiendo activamente, que sea con plena y madura conciencia y entendimiento de lo que hay.
No nos engañemos ni engañemos. Y no aceptemos nuevos bandos de “buenos” y “malos” que no pueden formarse con serio fundamento, ni histórico ni moral ni intelectual. Resurgen, sí, los odiadores, religiosos, deportivos, políticos e ideológicos, con una misteriosa maldad y con la máxima inoportunidad. Pero, lamentablemente, resurgen asimismo militancias opuestas con muchas lagunas intelectuales, también con defectos morales y con dosis de oportunismo, sin capacidad para volar alto y largo. NO HAY NADA QUE HACER y TODO ESTÁ POR HACER. Con matices importantes, que evitan la plena exactitud del diagnóstico, las dos afirmaciones están sólidamente fundadas. Es posible optar por hacer lo que poco que está a nuestro alcance. Es sin duda mejor que optar de inmediato, desde el primer momento, por el silencio, la pasividad y la sumisión. Y es incluso mejor que no hacer nada, aunque le sobre a uno la legitimación para retirarse. Pero, en este caso, realismo sin victimismo.