lunes, 21 de junio de 2010

LA PERVERSIÓN DE LA CIENCIA: SÍNTOMAS Y VACUNA (I)


NUESTRA "SOCIEDAD AVANZADA" SE ENVENENA POR MANIPULACIÓN

Hoy voy a atreverme mucho. Porque voy tratar de exponer una síntesis de lo más importante que está (nos está) sucediendo. Allá va. 

La crisis ética, junto con las enormes posibilidades modernas de comunicación, están conduciendo a la sociedad humana a su autodestrucción. Tenemos más medios que nunca para conocer la realidad, pero, paralelamente, son también mayores que nunca los medios para manipularla: para negarla, esconderla (total o parcialmente) y falsearla. El trabajo científico está siendo interferido, perturbado, ocultado e incluso suplantado como nunca. La discusión científica ha sido alterada del mismo modo y en la misma medida. Mentira, ocultación y tergiversación sistemáticas envenenan el tratamiento científico de muchos problemas humanos. Intereses de muy diversa naturaleza -entre los que destacan los económicos y los ideológicos y políticos-, defendidos mediante un nutrido complejo de entidades e instituciones, impulsan las tupidas redes de comunicación. Y los productos de los procesos de perversión científica e intelectual alcanzan rápidamente todas las terminales de opinión, deliberación y decisión.

La extraordinaria abundancia de informaciones (verdaderas o falsas, completas o parciales) y de opiniones (estudios, informes, declaraciones) apenas puede ser procesada a fin de resolver certeramente sobre infinidad de asuntos, en los que, además, confluyen con frecuencia bienes e intereses divergentes e incluso diametralmente opuestos. Así, hemos llegado a la situación paradójica de una sociedad científica, técnica y tecnológicamente muy avanzada que camina con suma desorientación y torpeza hacia un futuro que no conoce y que no tiene proyectado, lo que sin duda resulta muy peligroso. Tan peligroso como lo es para un alpinista no saber en qué lugar de la montaña se encuentra y a qué lugar querría llegar.

Consideremos, para comprobar que no hay exageración en lo anterior, estos tres puntos relativos a nuestro mundo:

1º) No hay certezas sobre el planeta que habitamos. Sabemos que en él se está registrando, como siempre, un cambio climático, pero, pese a la fuerza de una doctrina oficial, no existe un mínimo consenso científico ni sobre el cambio mismo ni sobre sus causas.

2º) No hay certezas tampoco acerca de las características de las fuentes de energía que necesitamos. Las llamadas “energías renovables” (solar, eólica, biocarburantes) están sometidas a una discusión muy seria. El uso civil de la energía nuclear (centrales nucleares) es también controvertido en bastantes países, como todo el mundo sabe. Y las fuentes de energía hasta ahora habituales han sido descalificadas por escasas y contaminantes.

3º) No hay certezas económicas, con las visibles consecuencias actuales y las muchas y muy graves incertidumbres sobre nuestro futuro.

La falta de certezas en los dos primeros puntos resulta especialmente llamativa, porque se trata de ámbitos en los que el saber se podría adquirir mediante el cultivo de las ciencias experimentales. En cuanto a la carencia de certezas en lo económico, no parece coherente con la convicción, muy extendida hasta hace poco, de que los mecanismos de la vida económica eran algo cognoscible científicamente e incluso, en parte, también mediante ciencias experimentales.

Antes de avanzar, desarrollemos un poco los tres puntos precedentes (por supuesto, en ese desarrollo acogeremos aquí incertidumbres que consideramos reales, aunque reñidas con la corrección y negadas por ella. Pero precisamente la corrección política, económica, cultural y ecológica es una de las imposiciones sociales causadas por los mecanismos de manipulación masiva descritos inicialmente).

- Nuestro planeta. Se discute si el cambio climático consiste en un calentamiento global. Y aún más discutido es si el cambio obedece principalmente a comportamientos humanos (emisiones de CO2) o a causas naturales, como la actividad solar. Algunas de las teorías sobre las causas del cambio climático enlazan estrechamente esta cuestión con la de las fuentes de energía.

- Fuentes de energía. La opción por las energías “renovables” presenta, según bastantes autores, elementos muy discutibles: en la actualidad y a corto plazo, es innegable que la electricidad producida por “granjas solares” o parques eólicos es mucho más costosa económicamente que la de origen hidráulico, p. ej. La falta de rentabilidad de las “renovables” ha conducido a la subvención y ésta, a su vez, a problemas económicos inmediatos. La producción de las llamadas “placas solares” parece ser contaminante y se afirma que es limitada la duración de dichas placas, de elevado coste de fabricación. Se duda también del espacio que se necesitaría para reemplazar con “energías límpias” o “renovables" (placas solares, molinos, cultivos especiales) el actual recurso a las fuentes energéticas convencionales. En cuanto a la energía atómica, se reconoce su carácter ilimitado y su escaso coste, pero las centrales nucleares se encuentran bajo sospecha por motivos de seguridad y se considera no resuelto (e incluso sin solución) el problema de las residuos nucleares. No sabemos si la inseguridad es baja, media o muy alta. Unos dicen una cosa y otros, la contraria. Al parecer, para esa cuestión, a la que pensamos que cabría responder científicamente, no vale la ciencia. 

- Economía. En los últimos tiempos se cuestiona con más fuerza el carácter genuinamente científico de la Economía. Con otras palabras, aunque se han estudiado seriamente y con resultados sólidos muchos aspectos de la Economía, las llamadas “Ciencias Económicas” parecen muy lejos de contribuir a un saber de totalidad e incluso cabe dudar de que alguna vez lleguen a proporcionar ese saber.

Manifestación innegable de lo que se acaba de decir es que no se sepa cómo salir de la crisis económica, en gran medida porque no se sabe, a ciencia cierta, cómo hemos llegado a ella. Sabemos mucho sobre distintos elementos de la crisis: sobre la burbuja financiera, sobre el gasto público excesivo, sobre la expansión excesiva del crédito y el endeudamiento general, sobre los fallos de los reguladores de mercados, sobre el papel de los bancos centrales, etc. Esos factores son conocidos, lo mismo que otros: los defectos de las grandes auditoras, los errores de las calificadoras, el desbordamiento de las instituciones bursátiles por la especulación. Pero lo que se sabe parece contribuir principalmente a suscitar más y mayores dudas e incertidumbres. Se llega a cuestionar el hasta ahora indiscutido dogma del crecimiento económico incesante. Se intenta averiguar qué contenido tiene hoy el concepto de “dinero”, de forma que cuando utilicemos esa palabra sepamos de qué estamos hablando. El desconcierto y la inseguridad llegan a tal punto que se duda del futuro del euro y del dólar, se alzan voces de retorno al patrón oro, se vaticinan guerras y los juicios sobre las economías “emergentes” (India, China, Brasil) no pueden ser más dispares. Con todo, no sabemos cómo desintoxicar la economía y reavivarla, con objetivos tan simples como sufrir mucho menos paro y menos estrecheces y soportar menos irritantes desigualdades.

Dicho todo lo anterior, parece indiscutible que la falta de certezas en cuanto a la situación de nuestro planeta y su evolución, como la que atañe a las cuestiones energéticas, obedece a una enorme y doble perversión: por una parte, de la comunicación de los resultados de la investigación y, por otra, de la discusión científica en los asuntos enunciados. Si no fuese así, y puesto que, junto a científicos oportunistas vendidos o en alquiler, hay muchos otros que llevan a cabo una rigurosa investigación, deberíamos disponer ya de respuestas sólidas a las cuestiones apuntadas, que, sin embargo, hoy permanecen dudosas en todos sus aspectos. Sin esa tremenda perversión, aunque los resultados de los trabajos científicos bien hechos no fuesen todavía concluyentes, cuando menos sabríamos con mediana precisión lo que ya se conoce con certeza y lo que falta por conocer y por qué. Si esos trabajos arrojasen resultados susceptibles de distintas interpretaciones, conoceríamos los resultados -los datos- y los precisos términos del debate o los debates sobre el cambio climático o sobre diversas cuestiones relativas a las distintas fuentes de energía. Pero lo que presenciamos, en vez de serios debates científicos con previos datos asentados, son informaciones (presuntas informaciones) contradictorias sobre datos, ausencia de foros insobornables de debate científico y disputas entre posiciones que parecen apoyadas primordialmente en intereses económicos, aprioris ideológicos de más o menos entidad y posturas políticas de menor o mayor consistencia (a veces, “tics”, manías, tradiciones).

El resultado es que, sin ningún control social (que incluye el político), los más poderosos en cada momento, lugar y ámbito están decidiendo sobre asuntos que nos conciernen y afectan a todos. La ciudadanía carece de informaciones fiables y de personalidades en quien confiar. Y es bombardeada interesadamente a diario con todos los productos e instrumentos de la manipulación. Pero la situación es crítica -el desconcierto general, del que quizá unos pocos se aprovechen, es máximo- porque la dinámica de la manipulación se ha disparado y la ausencia de criterios de decisión dotados de mediana coherencia acaba pasando factura. La manipulación acaba afectando a los manipuladores. Y la sensación general se resume en un “¿a dónde vamos a parar?” o en un “¿cómo va a acabar esto”?, interrogantes que ahora se formulan con la máxima hondura, porque ya no son preguntas sobre la coyuntura, sobre el corto plazo ni sobre el pequeño espacio vital de cada uno, sino que significan incertidumbre e ignorancia sorprendidas respecto del futuro también en clave global. Cuando se hacen esas preguntas, muchas personas no están pensando sólo en ellos mismos, sino en sus hijos y nietos.  Y, por apegados que estén a su tierra, esos interrogantes los proyectan sobre el planeta entero. No elucubro: podría poner nombres y apellidos a la inquietud planetaria de obreros y campesinos que nunca se podrán plantear invertir, sino sólo ahorrar como lo han hecho siempre la personas prudentes y austeras.

La crítica situación de la sociedad actual sólo se disimula por miopía o comodidad y sólo se niega por el interés de “vender” falsas certezas. Pero la opinión pública está infectada de dudas y mentiras. Aunque no le gustan tantas dudas ni se cree fácilmente tantas mentiras.

Por si todo lo anterior fuese poco, no hay certezas comúnmente aceptadas en aspectos básicos de la cultura. Por poner solamente un ejemplo, la incertidumbre o la confusión están muy extendidas en cuanto al aprendizaje humano, desde el infantil hasta el de la educación superior. Un asunto clave. Si, además de no saber a dónde vamos, no sabemos cómo se aprende, no es que estemos en muy mala situación, sino que, además, estamos en muy malas condiciones.

Hay que recobrarse, recuperarse. El pensamiento crítico no puede decaer: ha de abrirse paso, por cualquier resquicio, combatiendo con opinión informada y libre, con datos claros, con algunas imprescindibles diatribas, todas las manipulaciones, los tópicos interesados, las falsedades y los sofismas. En un próximo “post” les ofreceré un significativo ejemplo concreto de manipulación de datos. Y más adelante, me propongo ocuparme de los antídotos y la vacuna.

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