domingo, 22 de noviembre de 2009

ADHESIÓN O REPRESALIA


LA INTOLERANCIA DE LOS FALSOS DEMÓCRATAS

En nuestra democracia formal, bastantes cosas han cambiado respecto del franquismo. Pero otras están siendo iguales o incluso peores, porque -lo escribí y publiqué hace más de treinta años- muchos de los que mandan en esta democracia ya casi enteramente falseada no son demócratas ni amantes de la libertad, sino autoritarios y totalitarios. La involución antidemocrática de este ya largo periodo de partitocracia y de extremo corporativismo, ambos hermanados con la mediocridad y la bajeza, ha hecho que la distinción con el franquismo sea mínima en ciertos aspectos y no siempre con resultado favorable a la actualidad. El Frente de Juventudes, la Falange y el Movimiento Nacional, con sus recovecos grupales, tienen hoy, en cuanto a la necesidad o suma conveniencia de la afiliación, unas equivalencias de una fuerza no menor.

Ahora, si eres profesor universitario, más te vale tener padrinos directos o indirectos en la ANECA (que te acredita, o no, para alcanzar un nivel superior) o en el CNEAI (que te reconoce, o no, sexenios de efectivo trabajo investigador), aunque, a decir verdad, en ciertos casos, si te sales de los baremos y nadie te ha puesto la proa ni has topado con locos de especial intensidad, puedes lograr lo que pretendes sin padrinazgos.

Pero si eres Juez o Magistrado y quieres no cerrarte legítimas posibilidades de ascenso que no dependan sólo de la antigüedad, necesariamente has de estar afiliado y moverte bien en las alturas de alguna asociación judicial (Jueces para la Democracia, A. Profesional de la Magistratura, Francisco de Vitoria) o, aún mucho mejor, pertenecer al círculo de los amigos de algún dirigente político-judicial o político-partidista con influencia, de ésos que han situado en el Consejo General del Poder Judicial a personas de su confianza.

Y si eres Secretario Judicial, más te vale no “limitarte” a cumplir bien las funciones que legalmente te correspondan en este o aquel Juzgado o Tribunal. Que abogados y procuradores valoren muy positivamente lo que haces, que estén satisfechos de tu trabajo y lo estén también los jueces con los que has trabajado, que el Juzgado esté al día, eso no importa nada: lo decisivo es que pertenezcas o tengas perfecta relación con las cúpulas de las asociaciones corporativas (el Colegio Nacional, la Unión Progresista de Secretarios Judiciales, p. ej.) y que sean excelentes tus relaciones con los Directores Generales del Ministerio de turno.

No hablo de otros ámbitos porque los conozco menos (y porque no hace falta), pero sé perfectamente, y lo saben los lectores, que el fenómeno es general. Para subir (no digamos para trepar) o para mantenerse, cuenta mucho, en todas partes, oficiar como infatigables “abrazafarolas” de personajillos con poder, en el Gobierno e incluso en la oposición, que también tiene sus migajas consensuadas. Y el que no guste de "eventos" y de sus correspondientes "vinos de honor", no omita dedicarse discretamente a cultivar a quienes están en la pomada a tiempo completo. En definitiva, hay que estar “apuntados” en entidades o en realidades informales, pero fuertes y decisivas. Tienes que ser “de los suyos” y no lo eres, de ordinario, si a pesar de derrochar disposición al diálogo y a la colaboración, tu “perfil” aún contiene eso tan antiguo que se llama dignidad personal, eso que también llamábamos “respeto por uno mismo”.

Los actuales requisitos de promoción son pertenencias y militancias menos formales que las antiguas, pero no menos intensas o eficaces. En cierto modo, tienen ventajas mayores y menores inconvenientes. Los buenos “enganches” o apoyos apenas han de ser visibles e incluso pueden permanecer en la sombra o en una estudiada semiclandestinidad.

Pero si todo lo anterior es necesario, en absoluto resulta suficiente. Es imprescindible, además, un nulo perfil crítico y, aún mejor, un nítido perfil de docilidad y sumisión al “mando”, sea el que sea. Estas características no se presumen, sino todo lo contrario, en personas inteligentes, con sólida preparación, con un serio curriculum profesional y con éxito, de mayor o menor brillo social. Este tipo de personas levanta la sospecha, muy fundada, de ser propensos a formar criterio propio después de estudiar los temas, cosa que puede dificultar la necesaria adhesión, rápida y firme, a las ocurrencias del poderoso.

En esta partitocracia plutocrática y corporativista, los falsos demócratas -en realidad, gentecilla de mentalidad tiránica- sólo quieren adhesión compacta y plena. O silencio. No escuchan la menor discrepancia o, mejor dicho, la escuchan para tomarla como insulto o agravio personal, por mucho que se haya formulado de forma respetuosa y por importantes que sean los argumentos ofrecidos. Una de las más grandes ingenuidades que se pueden cometer (lo digo por experiencias propias y ajenas) es tomar en serio a estos dirigentes cuando te piden que les digas, “con toda libertad” lo que “de verdad” piensas sobre un tema. ¡Malo si resulta que no coincide con lo que les gustaría oir!

De ordinario, los poderosos saben de todo y no necesitan que se les ilustre. Hagan Vds. esta prueba: ¿Recuerdan haber presenciado, en el Parlamento o fuera de él, una sola ocasión en que alguno haya agradecido al adversario una crítica, le haya reconocido llevar razón (al menos en parte) o le haya elogiado una información o una argumentación por su utilidad para revisar o mejorar esto o lo otro? Hay algo asombroso en la literatura del poder. Si se repasa, resulta que muchísimos poderosos (no todos, pero sí la inmensa mayoría) se consideran y se comportan como si hubiesen sido y fuesen infalibles. Pero, ¿no es patente que son falibles, como cualquier hijo de vecino?.

Todo va al revés en la pseudodemocracia. Si la democracia se funda en la máxima participación de personas libres, si la crítica y el pluralismo son consustanciales a la democracia, ahora, en la pseudodemocracia española del "Estado de partidos", la crítica determina como mínimo la marginación y, en cuanto pueden (y como tienen el poder, pueden muchas veces), la crítica determina la represalia. Sí, represalia, re-pre-sa-lia por ejercitar derechos propios y, además, según la Constitución, derechos fundamentales. En el caso real a que enseguida me referiré, la represalia ha supuesto -está suponiendo- infringir violentamente los arts. 9, 14, 16, 20 y 23 de la Constitución Española en vigor.

Entre otros muchos, un caso real, que no conozco por la persona represaliada y que traigo aquí sin su conocimiento. ¿Se creyó Vd., señora Secretaria Judicial, que podía expresar su opinión sobre un proyecto de Ley procesal lo mismo que más de un centenar de procesalistas? (V. en  http://www.ucm.es/info/procesal/declaracion.htm)   ¿Se creyó que, al no contener esa declaración colectiva ningún insulto ni desconsideración alguna y al estar Vd. de acuerdo con su contenido, era Vd., señora Secretaria Judicial, como profesional, como profesora y como ciudadana, libre para suscribir lo que le convencía? ¡Qué error! A los profesores ya les hemos insultado y no podemos represaliarles, pero a Vd., señora Secretaria Judicial, la vetamos nosotros, en el Consejo del Secretariado (que no tiene veto que valga) y la vetamos (sin fundamento real ni legal alguno) en el Ministerio de Justicia, de modo que su nombramiento en curso queda definitivamente congelado. Y si la congelación "sine die" supone que sigue en su cargo quien debiera cesar (pero que, de paso, es "de los nuestros", buen compañero de caza y de copas), mejor que mejor: ahí están los "ejemplos" del TC o del CGPJ para "legitimar" el retraso indefinido o "congelamiento".

Éstos son, así son, los sedicentes paladines de los derechos humanos y de las libertades públicas: unos personajes que, en realidad y a fin de cuentas, aunque no maten, no se dejan ganar por los talibanes ni por los jemeres rojos en intolerancia, desprecio a la libertad y viciosa afición al más arbitrario ejercicio del poder. En sus cenáculos, aquí y allá, esos tiranuelos, tres jerifaltes de la mamandurria judicial (¿cuánto tiempo hará que se las arreglan para no trabajar?) y un par de Directores generales (valientes para los ratones, porque, como siempre, no se atreven a poner por escrito lo que hacen y por qué lo hacen), van presumiendo de su hazaña y difamando, siempre sin dar la cara, a troche y moche. ¡Qué “demócratas”! ¡Qué hombres y qué mujeres! ¡Qué categoría, profesional y personal!

Pero no sé si no es aún peor el conformismo y el achantamiento de tantos, que ven las iniquidades como si nada, que no reaccionan cuando podrían y deberían. Más asco me dan esos "defensores de la libertad" y "guardianes del Derecho" que contemplan el escarnio y la injusticia como si fuesen fenómenos atmosféricos irremediables y normales. Son cooperadores necesarios de los tiranos y quizá aún más hipócritas.

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