“LISTAS”, MINISTERIOS Y SECRETARÍAS DE ESTADO, ÚNICOS OBJETIVOS POLÍTICOS
UN MOMENTO HISTÓRICO EXCEPCIONAL, AFRONTADO SIN PROYECTO
Hace muchos años, cuando tuve mi primera y última experiencia, muy intensa, en un desaparecido partido político (experiencia de la que no me arrepiento, porque aprendí bastante y, sobre todo, porque acerté a ponerle fin), descubrí -y probablemente lo dejé escrito en alguna parte- que es precisamente en período electoral, en sentido amplio, cuando en los partidos políticos se habla menos de política. De hecho, sólo algunos idealistas -no sé si quedarán muchos- piensan y trabajan en los grandes asuntos de la vida pública (los que son o deberían ser objeto de la actividad política), generalmente para formular un programa electoral. La inmensa mayoría de los políticos -los importantes, los profesionales- se dedica, mientras tanto, bien a lograr un puesto en las listas electorales que les garantice ser Diputados, Senadores o Concejales, si no aspiran a ganar, bien, si piensan que ganarán, a esto mismo y a “situarse” para ocupar cargos importantes en el Gobierno de España, el autonómico o el municipal (cuando el municipio no sea minúsculo).
Ahora, con elecciones generales el próximo 20 de noviembre, es exactamente eso lo que está ocurriendo. En realidad, el programa electoral no importa. Hay sí, cierto número de gerifaltes, reales o aparentes, pidiendo “papeles” para el programa sobre esto y aquello. Bastantes de esos papeles no llegarán a su destino, porque el que los ha pedido lo ha hecho para parecer importante ante unos cuantos conocidos y “situarse” personalmente, pero sin que nadie con influencia real le haya encomendado nada respecto del programa del partido. Otros papeles sí llegarán a destino, pero ni se leerán con mínima atención ni la calidad de su contenido tendrá nada que ver con que se les haga más o menos caso.
“Colocando papeles” se mueven especialmente bien, con eficacia e influencia, los más diversos “lobbys”, no sólo del ámbito económico, sino de otros muchos. Si pueden, los “lobbys”, que a veces no son sino una camarilla de amigos (así ocurre en relación con la Justicia, por ejemplo), actúan sobre el mayor número de partidos políticos, es decir, en términos de apuestas hípicas, juegan a “ganador” y a “colocado”. Lo que interesa a los “lobbys” es poder agarrarse, tras las elecciones, a un párrafo programático sobre su materia, que muchas veces será de las que no aparecen en el debate público electoral. Los “lobbys”-camarillas buscan sólo situarse para la batalla por los cargos, carguitos y carguetes, que decía José María García en sus insuperables diatribas radiofónicas. Si las camarillas logran su objetivo, desde esos puestos harán lo que se les ocurra y ganarán unos buenos dineros.
Finalmente, la suerte de esos “papeles” -redactados algunos por gente muy valiosa y conocedora de su ámbito; otros, en cambio, por autoproclamados expertos, en realidad ignorantes, pero, eso sí, apasionados del alpinismo político- dependerá de a quien atribuye “el jefe” la confección del programa. Puede ser -casi milagrosamente- alguien con visión de conjunto y capacidad de discernir entre unas propuestas y otras, pero es mucho más frecuente que se elija simplemente a un cargo del partido, de confianza del “jefe” y con alguna fama de saber escribir deprisa. El “jefe” no siempre revisará el programa y, si lo hace, será por encima y más para quitar lo que no le guste que para añadir algo que considere que falta o cambiar lo que se dice sobre esta o aquella materia.
En campaña electoral, la formulación de una propuesta coherente de gobierno, la toma de posiciones sobre los principales asuntos públicos, es una actividad completamente secundaria en los partidos políticos. Lo principal, por encima de reuniones y decisiones de táctica y estrategia -es decir, seamos claros, de la “imagen” que se quiere “vender”- es la pelea interna por estar en “puestos de salida” en las “listas”, esto es, en las candidaturas al Congreso y al Senado y, en los que se consideran a sí mismos más importantes y valiosos, por ser Ministro de esto o de lo otro (no crean que son muchos los que están bien dispuestos a ser Ministros de cualquier cosa, no) o Secretario de Estado, si llevan menos tiempo en el partido o están en las huestes de algun “importante”.
“Puestos de salida” en las “listas” son aquellos que, en la hipótesis del peor resultado en la circunscripción de que se trate, tendrían, por la Ley D’Hondt, suficientes votos para ser Diputados o Senadores. También aquí bastantes aspirantes tienen sus preferencias, de modo que no les da igual ser Diputados por Madrid que serlo por Salamanca, ni ir con el número 1 que con el número 3, aunque se trate de “puestos de salida”. Quizá al final se conforman, pero riñen y patalean mucho.
Ahora mismo, mientras sigue su trámite la reforma del art. 135 de la Constitución Española, que ha constituido, como aquí ya se dijo, una “apertura del melón” constituyente, con el contenido ya expuesto y con fallos de forma nada desdeñables, mientras REPSOL cambia de manos con ánimo de trocearla en beneficio de uno de los "emperadores del ladrillo", el Sr. Rivero, atornillado al poder (otra "jugada" demencial, como la de ENDESA), la actividad política que ocupa al mayor número de “pesos pesados”, semipesados, welter, etc., de nuestra clase política es ésa de las “listas” y de la muchedumbre de futuros Ministros y Secretarios de Estado circulando con gran seguridad por el tinglado de la antigua farsa. Yo, sin ir más lejos, tengo noticia de varios futuros Ministros de Justicia, dos o tres inminentes Fiscales Generales del Estado y un par de docenas de venideros Magistrados del Tribunal Constitucional. De futuros Ministros de Educación, nada, porque la Educación es de los toros que nadie quiere lidiar (habrá gente al acecho, seguro, pero no se habla de eso, de la Educación).
UN MOMENTO HISTÓRICO EXCEPCIONAL AFRONTADO CON SIMPLES RUTINAS, SIN PROYECTO
Soy consciente de que nada nuevo les habré contado hasta ahora a muchos lectores de este blog. Lo nuevo y asombroso es que no haya ninguna novedad cuando este país padece una crisis plurifacética sin precedentes y el mundo entero está patas arriba, con el Gigante de Occidente francamente maltrecho (a causa, sobre todo, de dirigentes sin categoría intelectual y moral) y con Europa a la deriva, por mucho que Merkel y Sarkozy simulen saber adónde quieren ir. Lo nuevo es que cuando la crisis de la economía real es tremenda, el paro no cesa y la indignación y el descontento -de unos y de otros- crece cada día, se advierta con deslumbrante claridad que nuestros dirigentes políticos y sociales siguen sin apartarse un ápice de sus rutinas de décadas, sin impulsar ni desear siquiera -el desinterés se palpa- el menor esfuerzo de regeneración y recuperación de nada.
Me parece que desde 1978 -y quizás incluso desde antes, desde la muerte de Franco en 1975- no se ha dado como ahora un momento histórico en que se necesite más el diseño en serio de planes y proyectos factibles –a la vez prudentes y audaces- para dar a los habitantes de España motivos fundados de esperanza en un porvenir mejor. Todos hablan de globalización e internacionalización, pero a nadie, entre nuestros dirigentes, parece moverle a un estudio y reflexión serios lo que está ocurriendo en los EE.UU. y en México, en Libia, Siria e Irán, en Afganistán, en Corea, Japón o Filipinas, en Rusia o en China, por poner algunos ejemplos de grandes cambios en enorme medida desconocidos y formidablemente inquietantes. Aquí no salimos de la situación financiera, de la Bolsa, del diferencial con el bono alemán, del déficit público y, últimamente, de los “recortes” del gasto público. Y son temas de mucho calado, sin duda, pero no son la cuestión principal. La cuestión principal no es que el Estado no gaste mucho más de lo que ingresa. Eso es algo absolutamente necesario, pero no menos absolutamente instrumental. Los muchos y muy serios interrogantes -qué educación, qué Justicia, qué libertades y qué deberes, qué política exterior, qué fuentes de energía, etc.… queremos y podemos tener- son sintetizables en una pregunta -susceptible, a su vez, de diversas formulaciones, que podría abreviarse al máximo en dos palabras: ¿PARA QUÉ?
Han recortado retribuciones, han podado y van a podar superestructuras político-administrativas, van a hacer más reformas legales sobre el mundo económico. Bien: pero, ¿PARA QUÉ? ¿Cuál es el proyecto general al que pretendidamente sirve todo eso? En términos muy prosaicos, en términos de contribuyente: “Vds. me pagan menos o Vds. me gravan más (o ambas cosas) y Vds. me dicen qué dineros -dineros de todos- no van a seguir malgastando. Muy bien. Pero ¿por qué no me dicen en qué van a emplear el dinero -de todos- que sí recaudarán y gastarán? Díganmelo no con los DVD de los Presupuestos Generales, en que aparecen todas las cifras. Díganmelo de manera que lo entienda, cuéntenme su plan.” Pero de eso, nada, amigos. Siempre, es verdad, hay algunos, a derecha e izquierda, que tienen un plan, pero, por desgracia, esos planes que se intuyen -porque no se explican- responden a recetarios caducados, revelados como ineficaces si no dañinos. No receten ya ni más privatizaciones ni más gasto público.
Termino con dos ejemplos. Primer ejemplo: el Gobierno de la Comunidad Autónoma de Madrid decide aumentar las horas lectivas semanales de 18 a 20 a los profesores no universitarios (lo digo negativamente para simplificar). La noticia primera de la decisión, en todos los medios, es ésta: grandísima protesta de miles de profesores con amenaza de huelga a comienzos del curso escolar. Después, van ofreciéndose explicaciones troceadas por unos y por otros, con el problema ya enconado y la sociedad ya alarmada y dividida, con perjuicio de toda la enseñanza, la pública y la privada. Dña. Lucía Figar, Consejera de Educación, dice: “teníamos que elegir entre contratar interinos o pagar las becas”. Es una plausible e inteligible síntesis explicativa. Pero, ¿no se hubiera podido y debido explicar a fondo y públicamente la medida, dentro de un contexto general (sin duda existente), antes de comunicarla por carta a los sujetos pasivos? ¿Cómo unos presuntos políticos avezados permiten que se les presente como desentendidos nada menos que de la educación de los niños? No creo que sea (o que sea sólo) una mentalidad de “ordeno y mando” (muy agudizada cuando se dicen a sí mismos “no hay más remedio, hay que recortar todo lo posible”) lo que ha conducido a una penosa torpeza -incluso electoral en periodo electoral: ¡el colmo!-; es, sobre todo, la ausencia de un plan que vaya más allá del recorte del gasto.
[Inciso: ¿no es exigible al menos la responsabilidad política, cuando quienes recortan son los mismos que alargaron, los mismos que se apalancaron y ya no pueden pagar y ya no les fían? Lo digo en general, pero, por seguir con el ejemplo, si 3.000 profesores interinos no pueden ser nuevamente contratados como tales so pena de no poder pagar las becas, ¿no tendría que saberse cómo se llegó a contratar a 3.000 interinos, cuando, al parecer, no eran necesarios -eso nos dicen- si los profesores titulares diesen dos horas más de clase a la semana?]
Segundo ejemplo: el primer Gobierno del Sr. Aznar afrontó con fuertes recortes el gasto y el déficit público con que se encontró. Y tuvo éxito. Pero ¿cuánto se tardó en volver a las andadas? Unos pocos años. La segunda legislatura del PP, la de la mayoría absoluta, ya inició el desatino y, a partir de Zapatero, todos -salvo el nonagenario gurú Stéphane Hessel, que ha escrito dos opúsculos sin mucha chicha, la verdad- saben a dónde hemos llegado: a una situación crítica que no es únicamente económica. La Política no trata -no va, dicen ahora- de tener bien las cuentas, ni las privadas ni las públicas. Eso es cosa de contables y debe darse por sentado. La Política trata de muchos aspectos de la vida de todos, y se vertebra en torno a ideas y proyectos, para los que se necesitan fondos, públicos y privados. Tener fondos sin ideas ni proyectos razonables conduce a catástrofes. A la vista está. Y las catástrofes no se remedian sólo cuadrando las cuentas y apretándose los cinturones (los que ya los llevaban ajustados). Gastar menos sin saber qué hacer, sin saber qué se quiere procurar, sería, simplemente, como ir por la vida ciegos y además mal comidos.
Dejo para otro día un gran asunto, quizá el gran asunto. Dicho en negativo, ese asunto es la corrupción, que no consiste sólo en cohechos y sobornos. Dicho en positivo, hablo de la necesaria y en verdad básica regeneración moral de la vida pública. Son desde hace tiempo muy autorizadas las plumas y las voces de quienes han señalado que la gran crisis, la nacional y la mundial, la económica y la política, corruptora del mercado, de la democracia y del Estado de Derecho, es, ante todo y sobre todo, una crisis ética. Vengo advirtiendo sobre esa crisis desde hace mucho tiempo. Pero, como digo, sobre esto habrá que volver despacio. Hoy me despido con un mero toque de actualidad: que los dirigentes del Partido Popular no se olviden de la corrupción porque un señor Magistrado, mi antiguo amigo Antonio Pedreira, haya producido unas llamativas resoluciones de sobreseimiento provisional de tres ex-altos cargos del PP.
3 comentarios:
Lo peor de las declaraciones de la Sra. Figar y, aún peor, de su jefa, la inefable Esperanza Aguirre, es que ha dicho públicamente que los profesores sólo trabajan 18 horas semanales. Lo cual es mentira y demagógico, porque saben o deberían saber que es falso.
Me consta que alguna asociación profesional (no los grandes sindicatos) están estudiando denunciar dichas declaraciones a la Fiscalía por si fueran constitutivas de un posible delito (art. 209 CP en relación con 215).
Que los programas electorales no importan y que sólo se preocupen los políticos de estar en los puestos de salida en las elecciones es la descripción más realista del panorama político, lo que todos saben y todos callan, como el cuento aquel del rey desnudo. La razón de esto es que no hay una verdadera representación en el sistema proporcional de listas. El único compromiso del candidato sólo debe ser el cumplimiento de su programa, que es el compromiso con su electorado (y no con el jefe de filas que lo pone en el puesto de salida). Elegido que resultase, convertido en público representante, hace presente al representado -ausente- por el mandato expreso que le dio el elector-el programa-. Y si no lo cumple-a salvo de que lo cumpla de manera más ventajosa, como dice el CC-, la representación debe ser revocada (mandato imperativo que ha de residir en los ciudadanos no en los jefes de los partidos, como bien lo denunció en este blog el prof. De la Oliva). Resuelta que esté esta cuestión, que evidentemente nada interesa a los partidos, se podrá hablar de responsabilidad, palabra que ahora sólo es demagogia en un sistema de poderes (que no funciones) inseparados, de políticos irresponsables.
Aclarando el anterior comentario. Evidentemente, en la letra de la Constitución, el mandato imperativo sobre los miembros de las Cortes Generales está proscrito (art. 67.2 CE), no obstante diputados y senadores están ligados por mandato imperativo a las cúpulas de los partidos, ahí está el uso grosero de la disciplina de voto, de partido, que hace que cada grupo vote en bloque lo que diga su líder y que en buena técnica jurídica supondría que toda la producción legistativa de nuestras Cortes fuera inconstitucional. Para eso no hacen falta 350 diputados, baste que vayan los cuatro o cinco jefes de los partidos con presencia parlamentaria y que voten según sus cuotas, como en la propiedad horizontal, el resultado sería el mismo al tiempo que se aliviarían los presupuestos generales del Estado de las nóminas de sus señorías, incluídos aquellos que trabajan doble y votan con el pie el día en que el vecino de escaño hace novillos.
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