viernes, 15 de noviembre de 2013


LO VERGONZOSO HUBIESEN SIDO UNAS CONDENAS PENALES

ALGUNAS VERDADES SOBRE EL “PRESTIGE”
(¿“NUNCA MAIS” o más bien “OUTRO MAIS”?)
(actualizado a 19 de noviembre de 2013)



Voy a ser breve, para variar. Nunca una decisión de alejar de la costa un petrolero como el “Prestige”, o una decisión de intentar vararlo en una playa o llevarlo a un puerto, debiera haber sido objeto de un proceso penal. Si ahora mismo hasta el Presidente de la Junta de Galicia se queja de que nadie asuma los costes del “asunto Prestige”, debiera ese Presidente contar con algún asesoramiento jurídico elemental. Porque recuperar fondos de lo que aquel “affaire” costó (nos costó a los contribuyentes) no podía lograrse por la vía de unas condenas penales altísimamente improbables conforme a Derecho y de que en ese proceso penal se impusiesen también condenas a indemnizar los daños (los que no estuviesen ya indemnizados). Lo voy a explicar en este post. 

Conozco bien la zona en que comenzó la tribulación del “Prestige”. Leí en su momento, de cabo a rabo, las comunicaciones entre el buque y las autoridades marítimas de esa zona. Leí todas las opiniones que se escribían. Me informé sobre las opciones –algunas rechazadas tajantemente por quienes podían verse directamente afectados si el barco se rompía al llegar a sus supuestamente preferibles destinos, como coruñeses y ferrolanos- que algunos marineros de agua dulce iban proponiendo o propusieron después, a “Prestige” hundido y chapapote flotante. También hablé largo y tendido con gente que sabe de verdad lo que son olas de ocho metros en un temporal como aquel: pescadores de altura y de bajura, marinos mercantes muy experimentados, navegantes de muchos océanos y mares. Hablé con quienes afrontaron el rescate –una obra de arte del salvamento marítimo- de la tripulación y de quienes habían descendido al “Prestige”. Estuve allí inmediatamente después de que el chapapote llegase incluso a la más alta de las rías bajas. Estuve en la Isla de Sálvora, a la entrada de la ría de Arousa, mientras se limpiaba y hasta eché una manita. Que el chapapote girase en torno a la isla entera y la asfaltase toda (también la parte que da a la ría) contribuyó, junto con los ímprobos esfuerzos de todos los que salieron a sacar chapapote hasta con sartenes, más el cambio del viento, a no envenenar los fondos riquísimos de esa excepcional super-ensenada natural, que es la mayor ría de Galicia y de España, donde hibernaron antaño las flotas de guerra británica y alemana. Un lugar de nutrientes y de composición del agua singularísimos, estudiado en todo el mundo, con el resultado de mejillones, ostras, centollos, nécoras, etc. de tamaño y calidad insuperables.

El Gobierno de España, durante unos días, no reaccionó debidamente ante lo que podía avecinarse. Pero pasados esos días, se volcó en la zona y se arbitraron indemnizaciones y fondos que se pudieron hacer efectivos con una rapidez nunca vista. No me lo han dicho en Madrid: me lo han dicho pescadores, dueños de bares y tascas y docenas de los más diversos habitantes de la costa afectada; me lo contó un farero muy veterano y lo pude confirmar con otras personas: lo que decían en voz baja no era “nunca mais”, sino “outro mais”. Las indemnizaciones, aquella vez, de verdad compensaban.

Esto sentado, vamos a un punto claro: no había ni hay ningún criterio generalmente admitido en el mundo de la navegación y respecto del medio ambiente, acerca de la decisión preferible: acercar el “Prestige” de este modo o del otro y con este o aquel rumbo o llevarlo mar adentro.  Yo podría opinar, por ejemplo, que lo mejor hubiese sido abandonar el barco en marcha una vez fijado un rumbo de colisión contra un acantilado de la Costa da Morte, de manera que el petrolero se rompiese allí, donde la mayor cantidad de su contenido fuese a parar a las rocas batidas por el oleaje, frecuentemente fuerte. Así, con esa enorme presión natural y constante del agua, el chapapote se habría diluido, a costa de unos miles de percebes en ese año. Esto no pasaría de ser una opinión, discutible por muchos conceptos (aunque el poder de limpieza del oleaje es poco discutible: basta haberlo visto, como es mi caso). Cualquier otro criterio sería igualmente discutible. De hecho, se barajaron opciones diversas, todas discutibles y discutidas, y todas afectadas por la incertidumbre acerca de lo que el petrolero aguantaría sin romperse.

Pues bien: lo que sucede con los delitos culposos, como eran los de la acusación del proceso finalizado en Coruña, delitos en que no se aprecia dolo (o mala intención), sino  culpa (negligencia, falta de cuidado, error no invencible), es que se requiere aplicar a cada caso algunos parámetros generalmente aceptados sobre el modo correcto, apropiado y acertado de actuar: lo que hay hacer y lo que no hay que hacer. Así, por ejemplo, para apreciar la culpa, penal e incluso civilmente, como ahora sucede con frecuencia, por los daños físicos o la muerte que se produce relacionada a una actuación médica o sanitaria se acude a los conocimientos médicos generalmente aceptados: lo que se llama “lex artis” o “lex artis ad hoc” (la regla del buen hacer correspondiente a casos como los que se juzgan).

Eso es lo que no existía ni existe para un caso como el de la navegación del “Prestige” una vez que dio la voz de alarma (que no fue, por cierto, de hundimiento, sino de lo que se denomina, “quilla al aire”, es decir, vuelco). Y eso es lo que se juzgaba en A Coruña.

¡Claro que hay responsables de que aquel maldito barco surcase las aguas en las condiciones en que se encontraba! Pero, insisto no era eso -el estado del buque, cuando menos nada boyante- lo que estaba en tela de juicio en A Coruña. Los responsables de permitir que el “Prestige” navegase no eran españoles ni estaban al alcance de la jurisdicción de los tribunales penales españoles. Y la sentencia que se ha dictado no trataba de la responsabilidad por el estado del buque, un estado quizá inadmisible, sino de posibles responsabilidades por las decisiones que se adoptaron tras el grito de “quilla al aire”, lanzado, en medio de una tempestad seria, por un petrolero con más de sesenta mil toneladas. Así que, al no haber parámetros serios para juzgar lo debido, lo adecuado, siempre pensé que se trataba de un proceso penal con grandes dosis de artificialidad, más que nada en busca de más indemnizaciones, de más dinero, que ya se había derramado a manos llenas por el Estado, en gran parte bajo el rótulo del en su día famoso “PLAN GALICIA”.

Para mí, lo llamativo es que se haya mantenido tanto tiempo un proceso penal artificioso y que se haya tardado tantísimo en llegar a una absolución, haciendo cumplir a unas cuantas personas una “pena de banquillo” muy onerosa. Pero tampoco hay aquí reproche por mi parte al tribunal, porque su sentencia tiene que dedicar más de ¡¡130 páginas!! a la relación de partes acusadoras y sin duda muchas de ellas intervinieron en las sesiones del juicio, que quizás no pudo, por tanto, ser menos prolongado. Y uno, a la vista de tantísimos pretendidos perjudicados pretendidamente no indemnizados, llega a preguntarse si sólo los contribuyentes de a pie e inequívocamente no costeros decidieron no acusar.

Se quería una condena penal para que, sobre ella, hubiese condenas por responsabilidad civil. Y la situación era muy chusca, porque las personas físicas acusadas no hubieran tenido, ni quedándose desnudos en la calle, patrimonio con el que hacer frente a indemnización alguna de mínima importancia. Entonces, ¿sobre quién se habría hecho recaer la llamada (mal llamada, pero llamada) responsabilidad civil dimanante del delito? Sobre el Estado, en caso de condena del entonces Director General de la Marina Mercante (lean, porque vale la pena conocer su opinión, lo que declara en ABC: http://www.abc.es/sociedad/20131114/abci-prestige-entrevista-lopez-sors-201311132311.html). De este modo, el Estado tampoco hubiese recuperado un solo euro de lo que ya gastó en su día (procedente de nuestros bolsillos, de los contribuyentes). Al contrario: la catástrofe del “Prestige” hubiese costado bastante más. El doble, según las pretensiones de buen número de acusadores en el proceso penal. [AÑADIDO, a las 00.05 horas del 19 de noviembre de 2013: el Presidente de la Xunta de Galicia ha insistido hoy en Madrid en que recurrirá la sentencia en casación para recuperar el dinero invertido; algún medio añade que, según este Presidente, "la Abogacía del Estado" será la que recurra. Vean: http://www.elmundo.es/espana/2013/11/18/528a31f268434199318b457e.html. Pues a esta presidencial albarda sobre albarda respondo insistiendo en la necesidad de que el Sr. Núñez Feijoo se asesore: si pretende que el Tribunal Supremo condene a alguien a indemnizar  y recuperar así lo invertido y pagado (es decir, que se condene en cuanto a la responsabilidad civil a alguien que no sea el Estado), recurrir la sentencia en cuanto condena al capitán Mangouras y no le impone indemnizar sería un esfuerzo bastante estulto, porque no parece que Mangouras tenga dinero o patrimonio liquidable con el que recobrar ni la más ínfima parte de lo que el Estado pago (o sea, pagamos todos los contribuyentes. Y parece como si el Presidente de la Xunta ignorase que en cuanto a responsabilidades por permitir navegar a lo que, quizá con bastante razón, llama "chatarra flotante", ya se perdió un pleito ante un tribunal estadounidense. Si ahora propone nuevas demandas civiles, es para que darse atónito: si tan claras están esas demandas que anuncia el Sr. Núñez Feijoo (que, por cierto, no manda en el Estado español ni en la Abogacía del Estado, pequeña minucia), será incomprensible que no se hayan interpuesto antes, porque el proceso penal pendiente en Corcubión y en Coruña no las impedía]

A todas éstas: hoy se sabe muy bien, pero ya se sabía poco más de un año después del comienzo de la lucha contra el chapapote en rocas y arena, que no hay daños ecológicos. Tuve el privilegio -como en años anteriores- de pasar varios días en la isla de Sálvora, mucho menos de un año después (en mayo de 2003: inserto fotos de ese paraíso en aquellas fechas; les gustarán las fotos) del desastre: no sólo no quedaban rastros de chapapote, sino que la parada biológica de pesca y marisqueo había producido una abundancia de peces y mariscos nunca vista.



 
 

Pero siempre hay quien no está dispuesto a que un mínimo conocimiento de las cosas “limite” su “libertad de opinión”. Y hay también quien ni siquiera piensa antes de escribir su columnita diaria o semanal. Lo estamos viendo ahora, como en su día leíamos las propuestas de un corredor marítimo muy ancho y alejado de nuestra costa atlántica y las airadas protestas porque no existiese ese corredor. Estos opinadores no caían en la cuenta de la existencia del Canal de la Mancha o del estrecho de Gibraltar, que son atravesados a diario por centenares de buques. Así contribuyen a la pública opinión. Una pena.

Termino con el simple apunte de dos asociaciones de ideas con motivo de la “sentencia vergonzosa”, que dicen, de la Audiencia Provincial de Coruña. Respecto de la contaminación, tenemos ahora en Madrid una buena contaminación en curso. Y hay unos presuntos huelguistas de las contratas de limpieza que dejaron de ser huelguistas en el mismo momento en que, en vez de no recoger basura, se dedicaron -se siguen dedicando- a esparcirla y a insultar, escupir y amenazar al comerciante o al portero de finca urbana que intenta limpiar “su” trozo de acera. No es que no sean verdaderos huelguistas: es que son malhechoresgente guarra. Pero no hay un enorme clamor contra la impunidad de estos malhechores. Y respecto de la navegación marítima, pienso en el caso del enorme crucero “Costa Concordia” y me da la impresión de que, al menos en España, los muchos muertos -incluso los recientemente descubiertos- no han importado demasiado. Soy muy mal pensado, porque he llegado a pensar que hay demasiadas personas a las que los cadáveres humanos les importan menos que la pobre gaviota atrapada por el chapapote.