martes, 18 de agosto de 2009

LECTURAS PARA EL VERANO (V)

CHESTERTON Y ARISTÓTELES: PODEMOS CONOCER (O NO HACER NADA)
Lo que ahora se lleva es considerar que todo es relativo. Y se lleva muchísimo también subordinar el conocimiento en favor de lo que nos resulta útil, placentero, conveniente o (presuntamente) necesario. Pero esta actitud tan moderna es, bien mirada, antiquísima, viejísima.
Los sofistas ya eran relativistas por motivos políticos. Y los antiguos escépticos eran tan modernos que se apoyaban en la imperiosa necesidad de evitar lo que ahora llamamos ansiedad y stress. Así de claro lo decía Sexto Empírico:
Quien supone que algo es por naturaleza bueno o malo o, en general, obligatorio o prohibido, ése se angustia de muy diversas maneras… Si el convencimiento de que por naturaleza unas cosas son buenas y otras malas produce angustias, entonces también es malo y ha de evitarse el suponer y estar convencido de que algo es objetivamente malo o bueno” (Esbozos pirrónicos III, Gredos, Madrid, 1993, 237-238).
Estoy releyendo Ortodoxia, de G. K. Chesterton, un libro tan interesante y divertido como difícil. La ironía y la paradoja típicas del maestro son constantes y, por eso, dado que se refiere a asuntos muy serios, la lectura exige atención y reflexión asimismo constantes. Reproduzco, a propósito de excepticismo y relativismo, algunos pasajes, dignos de consideración para cualquier homo (vel mulier) sapiens:
"...lo que yo rechazo es cierta humildad de nuestro tiempo que parece andar fuera de su sitio. La modestia se ha alejado del órgano de la ambición, y ahora parece aplicarse decididamente al de la convicción, para el cual no estaba destinada. El hombre está hecho para dudar de sí mismo, no para dudar de la verdad, y hoy se han invertido los términos. Hoy lo que los hombres afirman es aquella parte de sí mismos que nunca debieran afirmar: su propio yo, su interesante persona; y aquélla de que no debieran dudar, es de la que dudan: la Razón divina. Huxley predicada el humilde contentamiento de aprender de la naturaleza sin querer superarla. Pero el escéptico de ahora es tan humilde, que duda de aprender cosa alguna. Si hemos dicho que nuestra época no había creado ninguna noción peculiar de humildad, acaso no teníamos razón; porque tal noción existe seguramente; sólo que resulta más dañosa que las más absurdas postraciones de los ascetas. La vieja manera de la humildad era a modo de acicate que no nos dejaba detenernos; ésta es como un clavo en el zapato, que nos impide andar. Haciéndonos desconfiar sistemáticamente de nuestras fuerzas, la vieja humildad nos hostigaba a trabajar sin descanso. La nueva humildad nos hace desconfiar de nuestros propósitos, con lo que tendemos a no hacer nada." (la cursiva, ahora y después, es mía).
"(...) A diario topamos con gentes que ponen en duda el valor de sus propias opiniones, que equivale a no tener opiniones. Corremos el riesgo de concebir una raza humana de tanta modestia intelectual, que no se atreva a creer ni en las tablas de la aritmética."
(...)
"El peligro consiste en que la inteligencia humana es, por naturaleza, capaz de destruirse a sí misma. Así como una generación puede impedir que se produzca la siguiente generación metiéndose en los conventos o echándose al mar toda ella, así una pléyade de pensadores puede, en cierto modo, impedir a quienes les sigan el libre ejercicio del pensamiento, convenciéndolos de que ningún pensamiento humano vale un comino. Es ocioso estar discutiendo la eterna alternativa de la razón y la fe. La razón es, por sí misma, artículo de fe. Y aun al afirmar que nuestros pensamientos no captan ninguna realidad estamos haciendo un acto de fe. Si sois escépticos puros, tarde o temprano os hallaréis preguntándoos a solas: 'Y quién dice que todo esto ande bien, incluso la observación y la deducción? ¿Por qué la buena lógica no había de estar tan equivocada como la mala? ¿Son, la una y la otra, algo más que la vibración en el atónito cerebro del mono?' El escéptico aprendiz afirma: 'Yo tengo derecho a pensar por mí mismo todo el universo.' Pero el escéptico maestro contesta: 'No tengo derecho a pensar nada por mí mismo, porque ni siquiera tengo derecho a pensar'"
(...) "Entre todos nuestros pensamientos, uno solo debe ser atajado, y es aquel que, al producirse, suspende la marcha del pensamiento."
Poco después, Chesterton se muestra muy comprensivo con el pragmatismo, pero más comprensivo aún con la naturaleza humana:
"Conforme con los pragmáticos en que la verdad objetiva y aparente no es toda la verdad; conforme en que hay una necesidad absoluta de creer en las cosas que son necesarias a la mente humana. Pero yo sostengo que una de esas necesidades es, precisamente, la creencia en la verdad objetiva. El pragmático aconseja al hombre que piense en lo que debe pensar, sin cuidarse de lo absoluto; y precisamente una de las cosas en que el hombre debe pensar es en lo absoluto. De modo que la filosofía pragmática acaba en mera paradoja verbal. El pragmatismo se funda en las necesidades de la mente humana, pero una de ellas es ser algo más que pragmático."
Más de veintidós siglos antes, Aristóteles había escrito su Metafísica. Y en ella, pueden leerse, entre otras muchas, las siguientes páginas:
Además, ¿dirá una falsedad el que piensa que algo es o no es de cierto modo, mientras que dirá la verdad el que piensa lo uno y lo otro? Si (éste último) dice la verdad, ¿qué valor tendrá el dicho de que ‘tal es la naturaleza de las cosas’? Y si no dice la verdad, pero se acerca más a ella que el que piensa lo otro, entonces serán de cierto modo las cosas que son, y este modo podrá ser verdadero, y no a la vez también no verdadero. Por otra parte, si todos dicen verdad y falsedad por igual, tal individuo no podrá hablar ni decir nada: en efecto, dice y no dice las mismas cosas a la vez. Y si no piensa nada, sino que cree y no cree por igual, ¿en qué se diferenciaría su estado del de las plantas? De esto se deduce, con la mayor evidencia, que en tal estado no se halla nadie, ni de los otros ni de los que afirman esta doctrina.” (la cursiva es mía).
Poco antes (ibid., 1008a, 30), Aristóteles había dicho: “Al mismo tiempo, resulta evidente que no es posible discutir con un individuo tal acerca de nada, puesto que nada dice. En efecto, no dice que es así o que no es así, sino que es así y que no es así para, a continuación, negar ambas cosas diciendo que ni así ni no así. Y es que, si no hablara de esta manera, habría ya algo determinado.”
Tiene razón Aristos: nadie se halla en estado de total escepticismo, de completo y genuino relativismo. Tal estado es letal y, antes, difícilmente compatible con la vida. Lo que no quita para que, entre las muchas tiranías, haya una relativista, especialmente dura en estos tiempos.

viernes, 14 de agosto de 2009

LECTURAS PARA EL VERANO (IV)

POR ENCIMA DE LA POLÍTIQUERÍA: SOBRE LA DEMOCRACIA Y LAS CONVICCIONES PERSONALES (II)


Además de lo ya dicho en la anterior “entrada”, ocurre que la democracia no dice relación a la entera vida humana, sino al gobierno y a la administración, a la cosa pública. Sumamente expresivo es al respecto ORTEGA Y GASSET en su célebre artículo “Democracia morbosa” (en El Espectador, tomo II, Colección Austral, Madrid, 1966, págs. 19-25), de completa lectura recomendable, pero del que copio ahora los siguientes párrafos:
“(...) La bondad de una cosa arrebata a los hombres y, puestos a su servicio, olvidan fácilmente que hay otras muchas cosas buenas con quienes es forzoso compaginar aquélla, so pena de convertirla en una cosa pésima y funesta. La democracia, como democracia, es decir, estricta y exclusivamente como norma del derecho político, parece una cosa óptima. Pero la democracia exasperada fuera de sí, la democracia en religión o en arte, la democracia en el pensamiento y en el gesto, la democracia en el corazón y en la costumbre es el más peligroso morbo que puede padecer una sociedad.”
Cuanto más reducida sea la esfera de acción propia a una idea, más perturbadora será su influencia si se pretende proyectarla sobre la totalidad de la vida. Imagínese lo que sería un vegetariano en frenesí que aspire a mirar el mundo desde lo alto de su vegetarianismo culinario: en arte censuraría cuanto no fuese el paisaje hortelano; en economía nacional sería eminentemente agrícola; en religión no admitiría sino las arcaicas divinidades cereales; en indumentaria sólo vacilaría entre el cáñamo, el lino y el esparto y como filósofo se obstinaría en propagar una botánica trascendental. Pero no parece menos absurdo el hombre que, como tantos hoy, se llega a nosotros y nos dice: ‘¡Yo, ante todo, soy demócrata!’
En tales ocasiones suelo recordar el cuento de aquel monaguillo que no sabía su papel y a cuanto decía el oficiante, según la liturgia, respondía: ‘¡Bendito y alabado sea el Santísimo Sacramento!” Hasta que, harto de tanta insistencia, el sacerdote se volvió y le dijo. ‘¡Hijo mío, eso es muy bueno, pero no viene al caso!’
No es lícito ser ante todo demócrata, porque el plano a que la idea democrática se refiere no es un primer plano, no es un ‘ante todo’. La política es un orden instrumental y adjetivo de la vida, una de las muchas cosas que necesitamos atender y perfeccionar para que nuestra vida personal sufra menos fracasos y logre más fácil expansión. Podrá la política, en algún momento agudo, significar la brecha donde debemos movilizar nuestras mejores energías, a fin de conquistar o asegurar un vital aumento, pero nunca puede ser normal esa situación.” (...).
Como la democracia es pura forma jurídica, incapaz de proporcionarnos orientación alguna para todas aquellas funciones vitales que no son derecho público, es decir, para casi toda nuestra vida, al hacer de ella principio integral de la existencia se engendran las mayores extravagancias.”
Es muy recomendable, insisto, leer completo este breve ensayo.

La democracia está llamada al menos a coexistir con rasgos esenciales del hombre, si no a garantizarlos y promoverlos. Por tanto, ni teórica ni históricamente es incompatible la democracia con la convicción humana de que hay valores o bienes, algunos de ellos por encima de las instituciones y procedimientos democráticos. Si la democracia es una forma de organización política mejor que otras es porque a) fomenta la participación e imposibilita la tiranía; b) respeta y fomenta la libertad personal y, por tanto, atribuye mayor papel a la responsabilidad de cada uno, mediante la información y la educación; c) es más acorde, en suma, con la dignidad de la persona. Cuando un sistema, formalmente democrático no cumple esas condiciones, sino que tiraniza y despersonaliza, estamos ante la perversión democrática a que se refería ARISTÓTELES.
Ocurre, además, algo que es muy importante entender, a saber: que de las tres formas clásicas de gobierno, con todas sus variantes y con todas las versiones imaginables, la democracia es la que más necesita en los ciudadanos una actitud altruista. Si el gobierno corresponde a uno o a unos pocos, dejando de lado a los demás, es preciso mucho menos altruismo que en el sistema político que requiere mayor participación de todos. Hay que tomar decisiones que implican sacrifico de unos respecto de otros (salvo situaciones rarísimas de superabundancia) y es muy conveniente que esas decisiones, que, a su vez, conviene que sean aceptadas y respetadas, las tomen personas dispuestas a mirar, no lo que les interesa individualmente, sino lo que interesa más a la generalidad o a quienes tienen más necesidades o necesidades más apremiantes. A la democracia, por tanto, no le van personas con mentalidad egoísta, sino altruista.
Pero precisamente el relativismo, clásico o moderno, favorece inexorablemente la llamada dimensión técnica de la inteligencia humana, que tiende a dominar, a construir y moldear. Como se ha dicho, gracias a esa función de la inteligencia las cosas y las fuerzas de la naturaleza se hacen objetos dominables y manipulables para nuestro provecho. Desde este punto de vista, conocer es poder: poder dominar, poder manipular, poder vivir mejor.
La prevalencia del cambio antropológico derivado del relativismo se produce en detrimento de la dimensión sapiencial de la inteligencia, que busca, por encima de todo, conocer y entender, alcanzar las verdades que puedan dar respuesta cumplida a la pregunta por el sentido de nuestra existencia.
La mentalidad relativista comporta un gran desequilibrio de estas dos funciones de la inteligencia. El predominio de la función técnica significa predominio de los impulsos hacia los valores vitales (el placer, el bienestar, el poseer, la ausencia de sacrificio), que afirman y expanden a cada uno.
Por su parte, la depresión de la función sapiencial de la inteligencia inhibe las tendencias transitivas, es decir, las tenencias sociales y altruistas, con un empequeñecimiento de la capacidad de autotrascendencia, de modo que la persona se queda encerrada en los límites del individualismo egoísta. En términos más sencillos: el afán de tener, de triunfar, de subir, de descansar y divertirse, de llevar una vida fácil y placentera, prevalece sobre el deseo de saber, de reflexionar, de dar un sentido a lo que se hace, de ayudar a los demás y de trascender el reducido ámbito de nuestros intereses vitales inmediatos. Queda casi bloqueada la trascendencia horizontal: hacia los demás y hacia la colectividad (RODRÍGUEZ LUÑO). Y eso no es bueno para la salud democrática. Con otras palabra, el relativismo pretendidamente fundante de la democracia es un elemento que, en realidad, la debilita de modo permanente, es como un virus inexpugnable que la corroe.
Por supuesto, se puede estar -y muchos están, aun sin saberlo- en completo desacuerdo con la concepción de la democracia que reflejan ARISTÓTELES y con ORTEGA Y GASSET. No aceptan que la democracia no sea un Absoluto. No aceptan que sea una forma de organización social con unos fines concretos. No aceptan que sea una parte de "un orden instrumental y adejetivo de la vida" (la política, según Ortega) o "pura forma jurídica". Con todo, es innegable, en primer lugar, que la primera democracia histórica es la griega y ARISTÓTELES tiene algo que decir al respecto y lo ha dejado dicho. En segundo lugar, ocurre que desde una posición genuinamente relativista no es lógicamente posible ni ignorar ni desautorizar a ORTEGA y a quienes, como él, consideramos que la democracia no es un Absoluto ni un Todo.
La conclusión ineludible ante un relativismo que incompatibiliza convicciones y democracia es doble: 1ª) Se trata de un relativismo inconsecuente con su axiomático punto de partida (no hay verdad, sino "verdades");

2º) Se trata de un relativismo tiránico. En nombre de la libertad que es su principal bandera nominal, impide la libertad de pensamiento y de expresión, muy reales y muy encarnadas, por ejemplo, en Aristos, en Ortega y Gasset y en el firmante.
Fundada sobre ese relativismo, la democracia no sólo no fomenta ni garantiza la libertad personal, sino que la persigue. No me parece nada apetecible esa "democracia".

miércoles, 12 de agosto de 2009

LECTURAS PARA EL VERANO (III)

POR ENCIMA DE LA POLÍTIQUERÍA: SOBRE LA DEMOCRACIA Y LAS CONVICCIONES PERSONALES (I)
En los últimos tiempos está siempre planteada por algunos, más o menos explícitamente, una cuestión de enorme importancia. Es ésta: si es consustancial a la democracia (para su implantación y eficacia) que los ciudadanos sean escépticos o relativistas o carezcan de convicciones o, en otros términos, si los ciudadanos con fuertes convicciones pueden ser buenos ciudadanos demócratas. Quienes plantean esa crucial cuestión dan ya por sentada la respuesta afirmativa (el relativismo o escepticismo es consustancial a la democracia) y sientan, como corolario indiscutible, que la democracia no es, no puede ser, un modo de vida confortable para ciudadanos con convicciones. Estos ciudadanos deben adaptarse y someterse al sistema democrático, pero no pueden jugar ningún papel relevante, como otros ciudadanos, en la construcción y mantenimiento de la democracia.
Como muchos otros, entiendo que esa respuesta y su corolario son erróneos y tiránicos.
Por un lado, la democracia no nace teóricamente ni puede afirmarse que históricamente haya sido construida con la pretensión de descubrir o definir verdades. La democracia es el nombre que recibe un modelo, con un número indefinido de variantes, para el gobierno y la administración del Estado, no un método universal de investigación o un modelo de aplicación general para el conocimiento de la verdad o para la fijación de certezas.
Es, por añadidura, extremadamente paradójico que asignen a la democracia una función definitoria de la verdad quienes profesan el relativismo escéptico y que precisamente sean ellos quienes ven como obstáculo para la democracia el comportamiento público de personas con convicciones sobre la verdad. En realidad, quienes tienen fuertes convicciones (y, muy concretamente, los católicos), están, en cuanto tales, convencidos de muy pocas verdades y si se trata de católicos con buena formación, están abiertos y plenamente dispuestos a la investigación libre y respetuosa en infinidad de campos, materias y cuestiones.
El modelo de demócrata que, para Kelsen, es Pilatos, porque primero se desentiende de la verdad (“¿Qué es la verdad”) y luego se vuelve a buscar la mayoría (“¡A Barrabás, a Barrabás!”) es modelo sólo para cierta concreta idea de democracia. Un modelo, por cierto, que, para otros seres humanos dignos de respeto, está —o quizá haya que decir que estaba— superado y desechado para determinar socialmente, funcionalmente, lo cierto y lo justo. Desde luego, la vigencia del positivismo hubiese resultado difícilmente compatible con los juicios de Nürenberg.
Por otro lado, la democracia, en cuanto tal, no se ha formulado teóricamente ni se ha desarrollado en la historia sin presupuestos y sin límites. No ha sido, ni teórica ni históricamente, un Absoluto, que se sustenta a sí mismo sin necesidad de bases o fundamentos previos y que carezca de un ámbito delimitado.
La democracia griega descansa en cierta idea de virtud (V. ARISTÓTELES, Política, libro III, 1276b, 4, 1277ª, Ed. Gredos, Madrid, 1944, págs. 160-165) y en el respeto a las leyes y, desde luego, no concierne a todas las facetas de la vida humana. La democracia moderna, que nace en Norteamérica, tampoco pretende ser totalitaria y se apoya en una idea de la dignidad del hombre (de su libertad, de su igual dignidad) que los procedimientos democráticos no sólo no pueden contrariar sin deslegitimarse radicalmente, sino que han de garantizar. Hay unos denominados “derechos humanos” o unas libertades (de opinión, de expresión, etc.) que la democracia siempre tiene que respetar. Son anteriores y superiores a ella.
Veamos hoy algunas frases de ARISTÓTELES (ibid., págs.. 232-234), que ilustran sobre varios puntos de suma importancia: las diferentes formas de democracia y el papel que en la democracia el respeto a la leyes y los demagogos, contribuyendo decisivamente a la corrupción y perversión de la democracia:
“Otra forma de democracia es aquélla en la que todos participan de las magistraturas, con sólo ser ciudadanos, pero la ley es la que manda. Otra forma de democracia es en lo demás igual a ésta, pero es soberano el pueblo y no la ley; esto se da cuando los decretos son soberanos y no la ley. Y esto ocurre a causa de los demagogos. Pues en las ciudades que se gobiernan democráticamente no hay demagogos, sino que los ciudadanos mejores ocupan los puestos de preeminencia; pero donde las leyes no son soberanas, ahí surgen los demagogos. El pueblo se convierte en monarca, uno solo compuesto de muchos, ya que los muchos ejercen la soberanía, no individualmente, sino en conjunto”. (...)
“Un pueblo de esta clase, como si fuera un monarca, busca ejercer el poder monárquico, sin estar sometida a la ley, y se vuelve despótico, de modo que los aduladores son honrados, y una democracia de tal tipo es análoga a lo que la tiranía entre las monarquías. Por eso su carácter es el mismo: ambos regímenes ejercen un poder despótico sobre los mejores, los decretos son como allí los edictos, y el demagogo y el adulador son una misma cosa o análoga: unos y otros tienen una especial influencia en sus dueños respectivos, los aduladores con los tiranos, y los demagogos con los pueblos de tal condición. Esos son los responsables de que los decretos tengan la autoridad suprema y no las leyes, presentando ante el pueblo todos los asuntos; pues les sobreviene su grandeza por el hecho de que el pueblo es soberano en todas la cosas, y ellos controlan la opinión del pueblo porque el pueblo les obedece. Además, los que presentan acusaciones contra los magistrados dicen que el pueblo debe juzgarlas, y éste acepta con gusto la invitación, de modo que se disuelven todas las magistraturas. Podría parecer razonable la crítica del que dijera que tal democracia no es una república, porque donde no mandan las leyes no hay república. De modo que si la democracia es una de las constituciones, es evidente que una organización tal en la que todo se rige por decretos, tampoco es una democracia en sentido propio...”
Evidentemente, la contraposición aristotélica entre leyes y decretos no es la actual. Las “leyes” aristotélicas serían normas jurídicas generales dotadas de gran estabilidad (e incluso no escritas), mientras que por “decretos” habría que entender cualesquiera decisiones menores, ocasionales, que, sin embargo podrían ser adoptadas por órganos populares. Si el pueblo sigue más a los demagogos que a la ley, la democracia deviene análoga a la tiranía.

jueves, 6 de agosto de 2009

LECTURAS REFRESCANTES PARA EL VERANO (II)

ERASMO RETRATA A TOMÁS MORO (y II)
Prosigo la transcripción de la carta de Erasmo, el 23 de julio de 1519, a Ulrich von Hutten. Se completa así el retrato del personaje que fue, y es, un "omnium horarum homo", un hombre para todas las horas, a man for all seasons. Recuérdese: no se trata de una laudatio pública, de un elogio fúnebre o de una pieza hagiográfica. Es una carta que un hombre exigente escribe sobre una persona viva y dirige a un tercero.
"Había resuelto contentarse con este puesto pues le daba sufi­ciente autoridad y al mismo tiempo no le exponía a serios peligros. Más de una vez fue forzado a ir en misiones diplomáticas; y como las realizó con gran inteligencia, su serena Majestad el rey Enrique VIII no paró hasta que le arrastró a su Corte. ¿Por qué no usar esta palabra, 'arrastró'? Nadie ha ambicionado tanto ir a la Corte como él se empeñó en escapar de ella. (...) Si se presenta algún asunto grave, no hay mejor consejero. Si el rey desea dar un descanso a su mente con temas más ligeros, no hay compañía más alegre. Ocurre con frecuencia que asun­tos difíciles exigen un juez capaz y autoritativo; Moro puede resolver esos casos de manera que ambas partes queden agradecidas. Con todo, nadie ha conseguido todavía persuadirle para que acepte un regalo. ¡Qué feliz sería una nación si el soberano nombrara para cada puesto un magistrado como Moro! Y en todo este tiempo no ha sido man­chado por la soberbia."
"Entre estas montañas de trabajo no se olvida de sus viejos y ordinarios amigos, y vuelve de cuando en cuando a su querida litera­tura. Cualquiera que sea su posición, cualquiera que sea su influencia con rey tan poderoso, todo lo dirige al bien de la sociedad y de sus amigos. Su propia disposición siempre ha estado preparada para ha­cer el bien a todos, y maravillosamente inclinada a la misericordia; y ahora tiene más campo para ejercitarla porque tiene más poder para hacer el bien. Ayuda a algunos con dinero, a otros con la protección de su au­toridad, y a otros con una recomendación. A quienes no puede ayudar de ninguna otra manera, les ayuda con buenos consejos. Nunca despide a nadie triste. Podrías decir que Moro es el patrón público de todos los necesitados. Se cree afortunadísimo si tiene ocasión de aliviar al opri­mido, de ayudar al que está perplejo o metido en algún embrollo, o de reconciliar a quienes pelean. Nadie disfruta tanto teniendo un gesto amable y nadie exige menos agradecimiento por hacerlo. A pe­sar de ser muy afortunado en tantos aspectos, y aunque la buena for­tuna a menudo va acompañada de la jactancia, todavía no he tenido yo la suerte de ver a otro mortal que esté tan lejos de esa falta como lo está él."
"Pero volvamos a sus estudios literarios que han sido el lazo principal entre Moro y yo. Al principio practicó sobre todo la poesía; siguió luego una larga lucha por adquirir un estilo de prosa más ágil, ejercitando su pluma en todo género de escritos. ¿Acaso hace falta ha­blar de su estilo actual, sobre todo en tu caso, que tienes siempre sus libros en tus manos? Le gustan de manera especial las declamaciones, y dentro de ese terreno, en cuestiones paradójicas, pues en ellas tiene más campo el ingenio. Cuando era adolescente trabajó en un diálogo en el que defendía la doctrina de Platón sobre el comunitarianismo, ex­tendido aun a las esposas. Escribió una respuesta al Tiranicida de Lu­ciano, y quiso tenerme a mí como su oponente para probar con más precisión los progresos que había hecho en este tipo de composición. Publicó la Utopía con la intención de mostrar el por qué de las defi­ciencias en la sociedad; pero retrató sobre todo la nación inglesa por­que la había estudiado y era la que mejor conocía. Escribió primero el libro segundo, en su tiempo libre; más tarde, cuando tuvo una oportu­nidad, añadió el primer libro bajo la inspiración del momento. De ahí esa cierta desigualdad en el estilo."
"Sería difícil encontrar un orador que improvise mejor que él: una lengua feliz sigue sumisa a una ingeniosa cabeza. Su inteligencia está siempre dispuesta, siempre pasando con agilidad al siguiente punto; su memoria siempre a mano, y como todo en ella se preserva contante y sonante, saca con prontitud y sin titubeo lo que el tiempo o lugar pidan. Nada más perspicaz se puede imaginar en las discusiones, de modo que ha menudo las ha tenido con los más eminentes teólogos en sus propias especialidades y casi ha resultado demasiado para ellos. John Colet, un crítico experimentado y sensible, solía decir algunas ve­ces en conversación que había sólo un hombre capaz en toda Inglate­rra, aunque la isla ha sido bendecida con tantos hombres de asombrosa habilidad."
"No descuida la práctica de la piedad verdadera, pero está le­jísimos de toda superstición. Tiene sus horas en las que dice a Dios sus oraciones, y no por mero hábito, sino como salidas desde dentro ("Habet suas horas quibus Deo litet precibus, non ex more, sed e pec­tore depromptis"). Habla con amigos sobre la vida del mundo que ha de venir y lo hace de tal manera que reconoces que está hablando con convicción y con buena esperanza. Y Moro es así hasta en la Corte. ¿Y hay quienes piensan que sólo se encuentran cristianos en los monasterios!"
Acaba aquí el retrato erasmiano de Tomás Moro, un hombre excelente pero en absoluto raro, severo consigo mismo, pero no adusto ni triste, sino ingenioso y alegre, que, tras agotar con enorme seño­río las posibilidades de vivir, con altas probabilidades de llegar a la senectud, acaba completamente sólo en Inglaterra, decapitado y deshonrado, por no traicionar su conciencia.
"Un hombre de una pieza", escribía el otro día. Quiero detenenerme en la expresión "hombre (o mujer) de una pieza".
Las principales acepciones del vocablo, "pieza", vienen a coincidir en esto: partes de un todo, de un artefacto complejo. Por elemental experiencia propia, todos sabemos que los hombres estamos compuestos de muchas piezas. Y con conocimientos científicos (de anatomía, de biología), resulta incluso portentosa la complejidad de nuestro organismo, el enorme número y diversidad de nuestras piezas. Llama la atención, por tanto, esa expresión, añeja y castiza, "un hom­bre (o una mujer) de una pieza".
A mi entender, esa expresión quiere significar cohesión, ente­reza, coherencia y la consiguiente imposibilidad de desarticularse o desarmarse. Y esto nos interesa mucho, porque nos interesa —lo bus­camos todos y siempre, aun sin saberlo— cómo vivir sin desarticularnos, sin ser llevados de aquí para allá, por los más diversos vientos y por otros meteoros y circunstancias. Tomás Moro, como una muchedumbre de innumerables hombres y mujeres, conoci­dos o desconocidos, sin duda fallaron en esto o aquello, padecieron debilidades, pero, a la postre, no se rompieron y no fueron, mientras duró su historia, endebles marionetas articuladas, pendientes de diversos hilos. Un potente y único nervio actuó en su interior y movió su comportamiento.

martes, 4 de agosto de 2009

A PROPÓSITO DE VARIOS COMENTARIOS: NO TODO ES POLÍTICA

¿SE PODRÁ ALGÚN DÍA OPINAR SIN QUE SE ENTIENDA COMO TOMAR PARTIDO (POLÍTICO)?
Llegan hoy, 4 de agosto de 2009, más de media docena de comentarios a una entrada de este blog, "LOS REGALOS, ASUNTO DE ESTADO", publicada el 20 de julio pasado. Pueden Vds. leerlos y les ruego que los lean. Varios de ellos coinciden en su texto: recordarme unas frases de un artículo mío en ABC. Coinciden también, varios, en augurar que no los publicaría. En eso, como en otros puntos, se han equivocado los comentaristas, que nada comentaron a la entrada del 20 de julio ni a la titulada "LOS TRAJES PRESUNTAMENTE PAGADOS, PRESUNTAMENTE REGALADOS", a propósito del Auto dictado en su día por el Magistrado Sr. Flors.
Callar, guardar silencio, está dentro de la libertad de expresión, que merece tanto respeto, al menos (en realidad, pienso que algo más), que expresar juicios de intenciones de varios comentaristas, juicios siempre tan arriesgados y temerarios. Pero, en vez de callar ante los comentarios aludidos, prefiero dejar claros ciertos puntos:
1º) Me ratifico en lo escrito en ABC (LA DIMISIÓN Y LA CACERÍA), que citan varios comentaristas. En ese artículo de ABC no afirmé, por cierto, la existencia de una amistad entre el titular del Juzgado Central de Instrucción nº 5 y el entonces Ministro de Justicia. Ignoraba y sigo ignorando si entre ellos había y hay amistad, común o "íntima". Tampoco sugerí ni insinué que procediese abstención o recusación alguna. Me referí, con carácter general, a la necesidad de que "los jueces, aún más que a los Ministros (...) cuiden la realidad y la apariencia de sus amistades, de sus relaciones y de sus afinidades." La vigilancia que, respecto de sus compañías y amistades, deben tener los Jueces y Magistrados vale para todos. Vale para el Sr. Garzón y para el Sr. De la Rúa: para todos. Si los Sres. Flors (instructor del "Gürtel valenciano) o De la Rúa se hubiesen ido de cacería (o de pesca, o de copas) con el Sr. Camps, hubiese escrito lo mismo.
No he podido tratar desigualmente dos casos de amistad ni de relaciones entre Juez y dirigente político porque 1º) no hubo un primer tratamiento de un caso de amistad y porque 2º) desconozco la existencia de amistad entre los protagonistas judiciales y políticos de la cacería y del "Gürtel valenciano".
Aunque no debiera hacer falta, es de recordar que, para el caso de que un Juez o Magistrado no se abstenga en caso "amistad íntima" con un justiciable, está la recusación. Ignoro por qué, si alguna de las partes del "caso Camps", pensaba que existía esa amistad de algún Magistrado juzgador con alguno de los imputados, no ejercitó su derecho a recusar. Es verdad que la abstención está, por así decirlo, "antes" que la recusación, aunque el recusante puede ser más rápido que el Juez o Magistrado y presentar escrito de recusación antes de que el juzgador formalice su abstención. Pero lo que no ofrece duda es que si el Juez o Magistrado no se abstiene porque piensa que no concurre ninguna de las causas de abstención (y entonces tiene el deber de no abstenerse), el no planteamiento de recusación supone que la parte está de acuerdo con esa apreciación.
2º) Con intención y elementos humorísticos, en "LOS TRAJES, ASUNTO DE ESTADO", expuse mis serias reservas acerca del tenor literal del art. 426 del Código Penal. Ahí también afirmé rotudamente que no era lo mismo, para mí y para muchos, aceptar cajas de anchoas y aceptar trajes gratis. Después de afirmar tajantemente eso, añadí que, sin embargo, no habría diferencia según el art. 426 CP. Era y es un argumento más, entre otros, para hacer ver los defectos del precepto legal. No he cambiado de opinión, aunque Dios sabe que no me importaría hacerlo a la vista de argumentos en contra convincentes. Pero nadie me los ha proporcionado.
3º) Quienes hayan leído con mínima atención la entrada de este blog, de 20 de julio pasado y el Auto del TSJV, 60/09, de 1 de agosto de 2009, no dejarán de advertir sin dificultad alguna que los fundamentos de ese Auto en absoluto se encuentran en mis opiniones publicadas el 20 de julio. Esas opiniones carecían de la menor intención orientativa de ninguna decisión judicial. Si no lo creen algunos lectores, relean "LOS REGALOS, ASUNTO DE ESTADO" y se convencerán: estaban escritas más para el legislador que para un juez, al que sólo le dificultarían decidir en ciertos casos de ciertos regalos o dádivas.
4º) No tengo el gusto de conocer a los Magistrados de la Rúa Moreno y Ceres Montés. Conozco bien al Magistrado Montero Aroca, que es Catedrático de Derecho Procesal, como yo. Y como le conozco, estaba y estoy seguro de su independencia y de su férrea voluntad de no estar sometido más que al imperio de la ley. Sé que él se sabe falible, como todo ser humano que no esté cegado por la soberbia. Yo, entre otros valores, coincido con los suyos en saberme falible. Y también en coincido en defender el derecho personal (que, a veces, es un deber ético) a no dejarme influir por presiones de ninguna clase, brutales o sutiles.
5º) Respeto plenamente el criterio de uno de los comentaristas en el sentido de que los presuntos hechos del caso encajarían en el tipo penal del art. 426 CP.
Dicho todo lo anterior, como quiera que, por si lo que se lee en estas fechas no fuese suficiente, la mayoría de los comentarios aludidos me confirman en la extrema politización partidista del "caso Gürtel" y de las resoluciones judiciales pertinentes, ejercito mi libertad de opinión y de expresión callando ante el Auto del TSJV, de 1 de agosto de 2009, que, por otra parte, no es firme. Y me callo deliberadamente sobre otros ingredientes. Estoy en mi derecho de decidir callarme para que no se utilice políticamente mi criterio jurídico. No es, por lo demás, un silencio nuevo en mi caso.
A estas alturas de mi vida, no tengo que probar que mis opiniones jurídicas (que unas veces gustan a los tirios y otras, a los troyanos) se fundamentan en mi leal saber y entender el Derecho y no en complacer a unos u otros. Hace muchos años que considero totalitaria la idea de que "todo es política", venga esa idea de la derecha, del centro o de la izquierda, como efectivamente ha venido y viene esa tremenda perversión de la vida humana.

lunes, 3 de agosto de 2009

LECTURAS REFRESCANTES PARA EL VERANO (I)

ERASMO RETRATA A TOMÁS MORO (I)
En tiempos de mucha suciedad, de lo más variada, que forma una atmósfera enrarecida, me parece que vendrá bien algo de historia hecha por hombres dignos y nobles.
Hace ya bastantes años, gocé con la lectura del libro "Un hombre para todas las horas. La correspondencia de Tomás Moro (1499-1534)", Madrid, 1998.
Se me ocurre compartir con los lectores de este blog algunas páginas de ese libro, espléndidas en forma y contenido.
El 23 de julio de 1519, Erasmo, llamado el Príncipe de los Humanistas, escribe a Ulrich von Hutten sobre Thomas More, al que ya había dedicado en 1511 el "Elogio de la Locura". Es una larga carta, con un completísimo retrato de Moro, incluso en lo físico. Hoy selecciono los siguientes pasajes, algunos resaltados por mí en cursiva:
"En aquel tiempo, la vida en la Corte y la amistad de los prínci­pes no eran muy de su gusto, pues ha tenido siempre un odio especial al gobierno tiránico y un amor correspondiente por la igualdad. Muy difícil será dar con una Corte, por modesta que sea, que no esté llena de agitación y egoísmo, de afectación y lujo, y libre de verdad del más ligero toque de poder tirano. Ni a la Corte de Enrique VIII hubiera él sido llevado sino con grandes esfuerzos, y eso que sería difícil poder desear alguien más culto y con menos aires de pretensión que el actual rey."
"Goza por naturaleza de un gran amor a la libertad y al tiempo li­bre; pero aunque le encanta disfrutar del tiempo libre también es cierto que nadie muestra más energía o mayor fortaleza cuando le reclama el deber."
"Parece haber nacido y haber sido hecho para la amistad; nadie tiene un corazón más abierto y sincero para hacer amigos o más tenaci­dad para conservarlos. Ni tiene miedo alguno de aquella plétora de amistades contra la que Hesíodo nos advierte. Para todos tiene abierto el camino a un lugar seguro en su afecto. En la elección de amigos no es difícil de complacer; en sostener la amistad es el más flexible de los hombres; y en mantenerla, el más indefectible. Si por cualquier circuns­tancia ha escogido alguno cuyas faltas no puede enmendar, espera a que se presente una oportunidad de soltarse, desatando el nudo de la amistad en lugar de romperlo."
"Cuando se encuentra con gente de su gusto, abierta y franca, goza tanto de su compañía y conversación que uno pensaría que fuera para él el placer más grande en la vida. Juegos de pelota, juegos de azar, y los naipes, son cosas que detesta, y todos los otros pasatiempos con los que el pelotón de grandes del reino nor­malmente entretienen sus horas de tedio. Además, aunque es algo ne­gligente en sus propios asuntos, nadie podría preocuparse más de sa­car adelante los asuntos de sus amigos. ¿Para qué más palabras? (...)"
Sin embargo, las palabras continúan y el retrato se va comple­tando:
"En sociedad es tan extraordinariamente cortés y apacible que no hay nadie tan triste por naturaleza al que Moro no pueda alegrar, ni atrocidad tan grande cuya desazón le sea imposible disipar. Desde niño le ha gustado tanto bromear que parecía haber nacido para ha­cerlo, pero nunca con bromas bufas, y jamás le ha gustado el humor mordaz. Escribió en su adolescencia comedias cortas y actuó también en ellas. Siempre le ha encantado cualquier observación que tuviera más chispa en ella de lo que es normal, aunque fuera dirigida contra él mismo; pues disfruta con dichos ingeniosos que revelan una mente viva. De aquí que de joven se ensayara con epigramas, y su especial admiración por Luciano; de hecho, fue él (sí, puede hacer bailar hasta a un camello) el que me persuadió para que escribiera yo mi 'Elogio de la locura'".
"Lo cierto es que no hay nada en la vida humana en donde no pueda encontrar entretenimiento, hasta en los momentos más serios. Si tiene que tratar con gente educada e inteligente, disfruta de sus talen­tos; si son ignorantes y estúpidos, le divierte lo absurdos que son. No pone objeción a bufones profesionales, pues sabe cómo adaptarse al humor de cada uno. Con las mujeres en general, y aun con su mujer, se limita al humor y a las bromas. Dirías que es Demócrito nacido otra vez, o mejor, aquel filósofo pitagórico que paseaba distraído por el mercado mirando a la muchedumbre que compraba y vendía. Nadie se deja dominar menos por la opinión pública, y sin embargo nadie está tan cerca de los sentimientos del hombre de la calle."
"Disfruta de manera particular contemplando las figuras, el ca­rácter y el comportamiento de diferentes animales. Casi no hay especie de pájaro que no tenga en su casa, y lo mismo con animales que suelen ser raros, como el mono, el zorro, el hurón, la comadreja y otros por el estilo. Además, si ve cualquier cosa extraña e interesante, la compra ávido, y tiene su casa llena de cosas así procedentes de todas partes, de manera que por todos lados se puede ver algo que atrae la mirada del visitante; y cuando otros disfrutan con esto, él mismo goza de nuevo. En los días de su juventud no era contrario al trato y compañía con mujeres jóvenes, pero siempre sin infamia, gozando de tales cosas cuando le salían al encuentro sin que él lo buscara, y atraído más por la unión de las mentes que la de los cuerpos."
(...)"Desde edad temprana tuvo una educación liberal. De muchacho se entregó por su cuenta al estudio de la literatura y filosofía griega, con tan escaso apoyo por parte de su padre (un hombre sensato y de excelente carácter) que no pudo contar con ayuda de fuera y fue casi tratado como un desheredado porque se suponía que desertaba de la profesión paterna; su padre es un especialista en derecho anglosajón. Esta profesión está alejadísima de la literatura; pero en Inglaterra quienes se han hecho autoridades en esa materia ocupan el primer rango en eminencia y distinción. Y no es fácil encontrar en ese país otra carrera que lleve con más probabilidad a la riqueza y a la fama; de hecho, la mayoría de la nobleza de la isla debe su rango a estudios de ese tipo. Dicen que en tema del derecho, nadie puede alcanzar la perfección sino con muchos años de duro trabajo. Así que no sorprende que siendo Moro muchacho su mismo temperamento le apartara del derecho, pues estaba hecho para cosas mejores; pero después de probar diferentes ramas de estudio en la universidad, se dedicó a él con tanta eficacia que no había nadie cuyo consejo se buscara tanto como el suyo entre pleiteantes; ni hubo mayor fortuna adquirida por quien se hubiera dedi­cado todo el tiempo al derecho. Tales eran el vigor y la rapidez de su ingenio."
Después de referirse Erasmo a aspectos interesantes, pero de los que prescindiré aquí para no alargarnos en exceso, el "Príncipe de los humanistas" prosigue:
"No quiere saber nada de nada de cualquier sórdida ganancia. Para proveer por sus hijos ha destinado de sus habe­res lo que considera suficiente para ellos; y gasta el resto con largueza. Cuando todavía dependía para sus ingresos de sus clientes, a todos daba consejo oportuno, pensando mucho más en ellos que en su pro­pio beneficio; solía persuadir a muchos a que acabaran el litigio porque así ahorrarían gasto. Si no lo conseguía, les indicaba cómo llevar el pleito al mínimo costo, pues no faltan quienes disfrutan acudiendo a los tribu­nales. En la ciudad de Londres, en la que nació, sirvió durante al­gunos años como juez en casos civiles. Este oficio no es gravoso —pues la corte no se sienta sino los jueves hasta la hora de la comida— pero está entre los más prestigiosos. Nadie ha juzgado más casos y nadie se ha portado con más integridad. Devolvía a muchos el dinero que de­ben pagar los litigantes según está prescrito: antes de que la causa lle­gue al tribunal, el demandante debe depositar tres dracmas, y lo mismo el demandado, y no está permitido pedir más. El resultado de este modo de comportarse fue que su ciudad nativa le tuviera en pro­fundo afecto y estima."
He comenzado hoy a colocar ante nuestros ojos la figura de quien ha sido llamado, en inglés, "a man for all sea­sons" (Bolt), en latín, "omnium horarum homo" (Erasmo), que De Silva traduce como "un hombre para todas la horas". Bien podríamos considerarlo "un hombre de una pieza". Gran contraste con tantos "buenas piezas" que "triunfan". ¡Pobrecitos!