viernes, 25 de enero de 2013

MUCHAS COSAS NUEVAS, NADA NOVEDOSAS, PRELUDIO DE UNA PRÓXIMA DEBACLE TOTAL


 
LA AUTOLISIS DEL “SISTEMA”



NO ESPEREMOS QUE NINGUNA INSTITUCIÓN REGENERE ESPAÑA: SE NECESITA UNA REBELIÓN DE PERSONAS DECENTES

En el conjunto de instituciones, públicas y no públicas, que hemos dado en llamar establishment o “sistema” han ocurrido, desde el comienzo de esta segunda época de POR DERECHO, bastantes cosas nuevas, aunque nada novedosas. Son hechos recientes y por eso son “nuevos”, pero no son de distinto estilo, naturaleza o índole de otros muchos anteriores y por eso no son "novedosos". Con todo, reaparezco porque el conjunto de esos hechos revela que se está acelerando lo que pienso que cabe denominar autolisis del “sistema”.

Autolisis: Diccionario de la Real Academia Española (DRAE): “Degradación de las células por sus propias enzimas.” Diccionario médico on line: “1. Suicidio. 2. Sinónimo: autofagia, autoproteolisis. Autodigestión de un órgano, de un tejido o de una célula abandonado a mismo y que conduce a su destrucción, bajo la influencia de fermentos proteolíticos propios a este órgano, a este tejido o a esta células, independientemente de toda intervención exterior a él. La liberación de las enzimas contenidas en los lisosomas es un factor de autolisis celular.”

Si nos fijamos en la definición actualizada del DRAE y en esta segunda acepción del Diccionario médico y si, además, nos atenemos a la etimología, diferenciaremos perfectamente la autolisis del suicidio, aunque la palabreja autolisis, derivada del griego, se use para referirse eufemísticamente al suicidio, vocablo de claras raíces latinas. El “sistema” no se ha suicidado ni se está suicidando. Porque no quiere poner fin a su propia existencia, sino que, muy al contrario, querría prolongarla indefinidamente. El “sistema” se está disolviendo, está autodestruyéndose por la acción de sus propios componentes, que serían como las enzimas o fermentos que, desmadrados, en vez de sostener la vida, van aniquilándola, célula tras célula.

Las noticias sobre la corrupción política y económica se han acumulado con tanta abundancia como gravedad en las dos últimas semanas. No me voy a entretener en mencionarlas todas, porque sin duda los lectores de este blog las conocen y todos hemos experimentado ramalazos de tristeza e indignación cada vez que las recordamos o nos las mencionan y no es necesario ese sufrimiento para el propósito de este post. Porque, como escribió Rodrigo Caro (A las ruinas de Itálica), "¿para qué la mente se derrama en buscar al dolor nuevo argumento?"

Esos episodios de corrupción que se multiplican son otros tantos síntomas de un proceso de autodestrucción de instituciones, que se agrava aceleradamente. Hay que incluir, desde luego, entre los síntomas de la autolisis, no sólo las apropiaciones indebidas, los cohechos, los tráficos de influencias, etc., sino también los asuntos malolientes sin relevancia monetaria conocida, como indultos injustificables -pese a informes desfavorables del tribunal y de la fiscalía- (v. los hechos en este comentario: http://www.vozpopuli.com/blogs/2081-jesus-cacho-ruiz-gallardon-el-conductor-kamikaze-y-el-indulto-como-manifestacion-suprema-de-la-corrupcion-del-poder) o nombramientos judiciales como el que ha recaído, para Magistrado de la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo, en la persona del hasta hace nada máximo asesor jurídico de una gran entidad financiera (la Caixa), implicada en numerosos litigios civiles. Hay que incluir el engaño de prometer y encargar una reforma para acabar haciendo lo contrario de lo prometido, como el del Ministro faraónico respecto del Consejo General del Poder Judicial. Y no es sino corrupción, síntoma de autolisis, que se utilicen los nombres y el trabajo de unos “sabios”, con nombramiento en el Boletín Oficial del Estado (B.O.E.), para una propuesta de nueva Ley de Enjuiciamiento Criminal -propuesta que no me convence en absoluto-, que se oculta una vez formulada, mientras se somete, para ser "pulida", al superior criterio de los asesores ministeriales, con uno ellos, muy principal (ministerialmente hablando), Magistrado él, poseedor de una cualificación jurídica tan poco clara que acaban de suspenderle en las pruebas para especializarse en el ámbito jurisdiccional penal (lo siento: me hubiera gustado no dar esta información, pero además de ser pública es relevante, porque callar este tipo de hechos contribuye decisivamente al progreso de los impostores y a la destrucción que producen).

Lo grave, con todo, no es que existan personas así, incompetentes super-auto-prestigiados, cofrades de pequeñas o no tan pequeñas sociedades de bombos mutuos, sino que se les confíe por un Ministro algo tan importante y delicado como el instrumento para la persecución jurídica de la delincuencia. Del mismo modo, lo grave no es que pueda existir un político profesional (“fiscal por un día”, más o menos) que acumule descomunal prepotencia y una ignorancia más que notable, mal disimulada con unos aires postizos de intelectualidad y exquisitez cultural. Lo grave, lo gravísimo, es que a ese político, que ha ido embarrando todo espacio que tocaba (piensen en la situación económica y política que ha dejado a su paso) se le haya nombrado Ministro y se le mantenga en ese puesto, porque las reglas de la política habitual (tan habitual como pestilente) repelen, por lo visto, todo lo que dicta el uso de razón y la prudencia más elemental.

Pero, aunque parezca imposible, peor aún que todo lo anterior, es la beatería ante el poder político inoculada en tantos españoles que habitualmente no carecen de buen juicio y que están mucho más cualificados profesionalmente que el político con el que se relacionan. Eso que llamo beatería ante el poder provoca que esos conciudadanos abdiquen de sus conocimientos y criterios, se traguen con naturalidad, como si fuese saliva, todo su espíritu crítico (incluso el que han expresado en público y por escrito) y, en definitiva, se amolden al deseo del poderoso de turno, al que rinden pleitesía con toda naturalidad y para quien muestran una comprensión y una indulgencia que no proyectan sobre las víctimas del poderoso. De este modo, ocurre algo que da pena: ver cómo personas valiosas se dejan manipular por un honor minúsculo y más que cuestionable y se despojan de su dignidad y categoría, deslumbradas por lo que, a la postre, es un empleo interino: Ministro, Secretario de Estado, etc. Pero, al fin y al cabo, eso que es penoso sólo afecta a los inconscientes beatos. Lo que a todos nos perjudica, y mucho, es su servilismo. Porque, aunque ellos no lo vean así y no lo quieran, se trata objetivamente de servilismo y el poder se afianza y aumenta con ese servilismo de quienes, por su formación y condición, podrían y deberían ser críticos y rebeldes. Todo lo educada y cortésmente que quisieran, pero críticos y rebeldes.

No piensen que con los últimos párrafos me he desviado del asunto principal. También son fenómenos de corrupción el silencio o la aquiescencia ante la impostura de falsos expertos y la obsequiosidad sistemática con el poder, mirando hacia otro lado ante tus errores y desmanes (como el de las tasas judiciales), callando ante ellos (a estos silenciosos los considero cómplices, por amigos que sean) y colaborando con el poder político en cuanto el propio “ego” es mínimamente estimulado por el poderoso. Esas actitudes son anomalías opuestas a la naturaleza de las cosas y a la lógica, contrasentidos éticos que están a la orden del día en nuestra sociedad sólo porque ésta ya se encuentra en trance de avanzada disolución, de imparable autolisis. No sólo hay enzimas desmadradas, como las he llamado antes: estamos, además, por así decirlo, ante un fallo total del sistema inmunológico. No hay elementos internos que defiendan de la corrupción al organismo político y social. Podrido desde dentro, nada hay dentro que contrarreste lo patológico. El “sistema” o “establishment” se acerca al final de su autolisis, de su disolución.

Ha estado muy de moda, desde hace bastante tiempo, teorizar (siempre con vaguedades) sobre unos inexorables procesos de autodestrucción que se desencadenan con el paso del tiempo. Así se autodestruirían, por ejemplo, partidos políticos y también, por referirme a una realidad que conozco bien, escuelas académicas. Varios años atrás dediqué cierta reflexión a esta teoría y, sobre todo, al fenómeno (innegable como fenómeno en sentido estricto) de los (aparentes) procesos autodestructivos.  Acabé comprendiendo, sin particular sorpresa, que esos “procesos” no son sino la destrucción consiguiente a los agigantados defectos o vicios personales de numerosos miembros del colectivo de que se trate.

Todos sabemos que, con el tiempo, si no los detectamos y no procuramos combatirlos, nuestros defectos aumentan en número y, sobre todo, en intensidad. Quien era a los veintitantos años un poco envidioso, un poco egoísta, un poco vanidoso, algo mentirosillo y un tanto cobardica, sólo veinte años después andará a todas horas pavoneándose, apuñalando a traición a sus compañeros, pisando cráneos ajenos con tal de trepar, mintiendo al por mayor a propios y extraños, escurriendo el bulto a la hora de decisiones poco gratas y mostrando una pusilanimidad penosa ante cualquier tarea que se salga de la rutina. Rechazará a su lado a personas valiosas y se rodeará de aduladores y mediocres que no le hagan sombra. Y si al comenzar su vida adulta no se preocupaba por la elegancia y la limpieza de sus ingresos, no tardará mucho en arramplar con todo lo que pueda, convertido en adorador incondicional del dios Pluto. Comprenderán que si todos podemos un mal día dejar a un lado por un momento unas buenas y sólidas convicciones éticas o traicionarlas decididamente de modo habitual, quien comienza su vida adulta desprovisto de ellas, no tardará mucho en convertirse en una bestia amoral sin el menor escrúpulo.

Si a la indigencia moral se une la intelectual,  más intenso aún es el proceso destructivo, que no sólo es ignorado por quienes están inmersos en él, sino que, muy frecuentemente, convive con la más intensa egolatría y con la convicción de una condición personal triunfante, con apenas cumbres más altas que alcanzar.

Así, y no por ningún misterioso proceso psico-sociológico, es como, al pasar el tiempo, toda clase de grupos e instituciones son frecuentemente destruidos. No se autodestruyen, sino que los destruyen algunos de sus más prominentes miembros. Mucho antes del asunto de los procesos de autodestrucción me había ocupado de recordar que no hay y no ha habido nunca un “sistema” que, por sí mismo, se pueda considerar inmune a la corrupción de las personas con mayor poder y responsabilidad: cualquier entramado institucional se viene abajo sin buenas dosis de ética en las personas, en cada persona y, en especial, en los dirigentes.

En España han destruido casi todo lo institucional. No me parece incurrir en exageración y, desde luego, me produce una intensa tristeza ese panorama. Intelectual, ética y estéticamente, estoy en las antípodas de quienes encuentran cierto gusto morboso en proclamar la decadencia y el hundimiento de España. Pero la realidad es terca e innegable, sin que exista algún buen patriotismo que permita disimularla. De modo que sí, apenas veo una institución sana, prestigiosa, capaz de encabezar un empujón de renovación y limpieza. Estoy convencido de que se equivocan quienes siguen proponiendo reformas o innovaciones institucionales. ¿Qué cabe esperar, por ejemplo, de un así llamado “fiscal anti-corrupción” en cada partido político o en cada Ayuntamiento? ¿Acaso no han tenido y tienen ya todos los partidos y Ayuntamientos cargos con autoridad y potestad para impedir y reprimir la corrupción? ¿No son “anti-corrupción” todos los cargos?

Pero, a diferencia de quienes, indignados con hartos motivos y razones, se han dado ya a generalizar y a descalificar a todos los integrantes de los grupos de personas que protagonizan la política, la justicia, la educación, los sindicatos, p. ej., el conocimiento de la realidad me permite afirmar que no todos los políticos son corruptos y vagos, ni todos los jueces ignorantes, perezosos o descuidados, ni todos los profesores incompetentes y ni siquiera todos los sindicalistas unos vividores aprovechados. En todas partes, en todos los ámbitos, incluso en los más deteriorados, quedan más o menos personas decentes, con buena y genuina cualificación profesional e incluso con un historial de trabajo comparable al de sus mejores colegas del resto del mundo. Son, sumadas una a una, muchas, muchísimas personas. Lo que ocurre es que bastantes de ellas están como atrapadas en sus respectivos ambientes, algunos (como el de la política) especialmente podridos y en los que resulta sumamente difícil o casi imposible desplegar un esfuerzo operativo de regeneración.

Mas, por difícil que resulte, desprestigiados los partidos políticos y el entramado de instituciones que ellos dominan, desmoralizada y carcomida la Universidad, maltratada la Justicia desde dentro y desde fuera, etc., sólo cabe esperar que personas, personas decentes, muchas personas decentes que aún quedan, comiencen por distanciarse intelectualmente de la corrección teórica y práctica imperante en su partido, en su Universidad, en la Justicia, en su mundo empresarial, etc. Lograda la distancia intelectual (o, con otras palabras, restaurada la finura del espíritu crítico) y recuperada una cierta valentía (es decir, desechada la cobardía y la pereza habituales), estarán -estaremos- en condiciones de pensar en serio qué hacer, cada uno solo y junto a otros. Después, a hablar, escribir y actuar, como buenamente podamos, pero sin perder tiempo ni concederse más descanso que el necesario. El resultado de esos esfuerzos personales nadie puede predecirlo ni augurarlo. Pero son lo único que resulta posible y lo que debemos considerar objeto de un serio e inexcusable deber personal. Por otra parte, sabemos con certeza que, de seguir como hasta ahora, meramente contemplativos de lo que pasa, mudos y pasivos, el tinglado actual acabará derrumbándose del todo.  Más bien pronto que tarde.

Suponiendo que no se reaccione (y, de momento, eso es lo que hay que suponer), ¿qué quedará, qué nos quedará cuando el “sistema” se caiga, cuando el “establishment” se venga abajo? No estoy en condiciones de profetizar y responder a esa cuestión. No veo a nadie capaz de hacerlo. Pero quizá quede algo -algo que no sean ruinas y escombros- si, cada uno por sí y todos juntos, que diría Cervantes, hablamos, escribimos y actuamos en una buena dirección, con cabeza y valor, sin soberbia cegadora ni el inconmensurable atrevimiento de la ignorancia.

lunes, 7 de enero de 2013

LA GRAN OPCIÓN DEL 2013: LAS BARRICADAS O LAS CATACUMBAS


 


UN CUASI-CIERRE DE “POR DERECHO”: COMIENZO UNA SEGUNDA ÉPOCA
LA TIRANÍA DE LA DEMOCRACIA FALSIFICADA SE HACE MÁS FUERTE
PROPONGO DOS REFORMAS SERIAS, INSPIRADO POR RUIZ GALLARDÓN

Escribir para mi personalísimo desahogo no me va. Y no puedo seguir escribiendo aquí con arreglo a lo que me dicta la cabeza. Sirve únicamente para el consuelo de unos cuantos lectores que agradecen ver, negro sobre blanco, lo que ellos mismos piensan. Y aunque sé muy bien cuánto puede reconfortar esa coincidencia, porque yo la experimento también al leer lo que otros escriben, procurar ese consuelo a ciertos semejantes -y lo vengo diciendo desde hace muchos años: prójimos, muchos; semejantes, muy pocos- tiene un coste muy alto. Sin pretender ordenar los diversos conceptos de ese coste, está, ante todo, la dificultad, cada día mayor, de elegir asuntos variados, decidir enfoques y  escribir con cuidado en la forma y en el fondo, para no repetirse demasiado, no exagerar, no incrementar la honda decepción que nos empapa a tantos y no reiterar las negras descripciones de la actualidad que tanto abundan, muchas veces con sobrados motivos y razones. Y está también la sensación de que hay algunos que leen este blog y no es que pasen de lo que leen, no es que les resbale, sino que encuentran en los “post” una eficaz inspiración -sensu contrario, me parece- para hacer más daño, para cometer más disparates y para perpetrar más y mayores maldades. Como uno tiene otras ocupaciones laborales -y, por supuesto, otras posibilidades de distracción-, la existencia del blog y el convencimiento de que hay que mantenerlo actualizado casi semanalmente, resulta que se convierte en una carga nada liviana, añadida a otras que, muchísimo más gravosas, precisamente empujan en la dirección contraria a mantener ésta de POR DERECHO como hasta ahora.

Así que, entre unas cosas y otras, llevo bastante más de un mes, no en la tentación de cerrar este “blog” -la tentación es mucho más antigua-, sino en la consideración de mi necesidad de cerrarlo de inmediato o, al menos, de cambiar notablemente su actual “perfil”. En los momentos de mayor disgusto, he frenado esa consideración. Desde hace varias semanas, con tranquilidad, he ido sopesando la decisión. Y, con una enorme gratitud a los seguidores, los visibles y los menos visibles, éste es el último post de la primera etapa, que comenzó a finales de mayo de 2009 . No clausuraré formalmente POR DERECHO, no sea que suceda algo muy especial, que me obligue moralmente, con mucha fuerza, a escribir de nuevo. Pero este “post” o esta “entrada” es una despedida, en el sentido de anunciar que, a partir de ahora, no deben esperar encontrar con cierta frecuencia (casi semanal) nuevos textos en POR DERECHO. Sólo aparecerán, repito, si sucede algo muy grande, bueno o malo, que ahora no imagino ni preveo.

Y como hemos comenzado un nuevo año, me despediré escribiendo cómo veo el panorama. No se trata sólo de que me parezca que no exageré nada el 22 de diciembre pasado, sino de que las no muchas noticias de este 2013 indican que el rumbo general sigue y aún con más firmeza (o dureza, más bien) sin posibilidades reales de que desde la sociedad civil obliguemos a cambiarlo.

Dos pequeñas muestras del firme rumbo, ambas consistentes en noticias sobre el contenido del borrador o anteproyecto de una llamada Ley de Servicios Profesionales, patrocinada por el Ministerio de Economía. Las noticias pueden no ser exactas, pero han pasado muchas horas y no veo rectificación, así que las doy por buenas, porque verosímiles lo son, desde luego. La primera es que se suprimirá el Master establecido en la Ley de Acceso a la Abogacía, de 2006 y que lleva ya meses, como mínimo, impartiéndose. La segunda, que sólo podrá existir un Colegio Profesional por Comunidad Autónoma (CA). En Madrid, CA autónoma uniprovincial, no podrían existir dos Colegios de abogados, uno el de Madrid y otro el de Alcalá de Henares. En Galicia, por ejemplo, deberían desaparecer seis de los siete Colegios de Abogados existentes en la actualidad.

Hagamos la usual reserva expresa de desinterés personal (obligada por la corrección política, como si tener interés le convirtiese a uno en mentiroso o en mentecato, que no pudiese decir nada verdadero o decentemente razonado): a mí, personalmente, nada me va en el “master” (si me opuse a reducir la carrera de Derecho de 5 a 4 cursos y nadie me ha explicado aún el por qué de semejante cambio, imaginen lo que opino de la estructura a la boloñesa de “grados” y “másteres”) y menos aún me juego en el número de Colegios de abogados o de otros profesionales. Pero me irrita, lo reconozco, que el Ministerio de Economía se meta a cambiar las cosas porque sí.

Para la emborronada o anteproyectada supresión del “master” de autos se aduce exceso de regulación en el ámbito de la Abogacía. Economía habla, dice el informador, de “una regulación excesiva y obsoleta”. ¿Pueden ser tan necios y desahogados los redactores del papel de Economía cuando la Ley se aprobó en 2006, se desarrolló por  Real Decreto 775/2011, de 3 de junio, por el que se aprueba el Reglamento de la Ley 34/2006, de 30 de octubre, sobre el acceso a las profesiones de Abogado y Procurador de los Tribunales y, para más inri, la misma Ley fue reformada en el 2012? ¿Cabe una más asombrosa frivolidad cuando el “master” correspondiente se introdujo por un déficit, único en Europa (y en otros continentes), de requisitos para el ejercicio de esa profesión de abogado? La reforma, dice la información que he leído, entrecomillándolo, sería “necesaria para mejorar la competitividad de un sector que supone alrededor del 30% del empleo universitario”.  ¿Existe en España falta de competitividad entre abogados? ¿Acaso son pocos? ¿Se prevé, por ventura, una ampliación del “mercado” gracias a la Ley de Tasas Judiciales? ¿Es que se les va a sorprender con algún imaginativo plan de promoción de la Abogacía, como el que se diseña para otros profesionales del Derecho?

Pero, ¿y lo de los Colegios Profesionales? ¿Se podría saber qué rayos le importa al Ministerio de Economía que en Galicia haya siete Colegios de abogados y en Madrid dos? ¿No saben que desde hace tiempo basta con una colegiación para actuar en toda España? ¿Pagamos quizás todos los españoles los Colegios profesionales, como pagamos, en cambio, al Ministro, Sr.  De Guindos, a sus Secretarios y Secretaria de Estado, a sus Subsecretarios y analogados y a sus Directores Generales?

Decididamente, nuestros dirigentes político-sociales-económicos/subvencionados no sólo se dedican a la industria extractiva de los bolsillos de los españoles, sino que actúan convencidos de que la sociedad civil es una finca de su propiedad, que pueden deslindar como les parezca, demoliendo esto, construyendo lo otro y plantando parterres de tulipanes (encargados a Dña. Marta Ferrusola, a ser posible) donde la gente sembraba y cuidaba sus huertos. Todo a costa de los ciudadanos, convertidos ya en colonos de la finca. La arrogancia y prepotencia de estos indocumentados, tan dados a la ingeniería social como los illuminatti de Zapatero, resulta insufrible.

De la CORRUPCIÓN no hace falta que diga nada, porque ocupa el 70% de las noticias y el 95% de las conversaciones entre españoles. A consecuencia de esas noticias seguramente dudarán Vds. mucho acerca de quiénes son de “los suyos” y quiénes son de “los otros”. En esta duda me parece ver una notable mejoría porque ya iba siendo hora de no alinearse tanto y con tanta incondicionalidad. Pero el motivo de la duda no deja de ser deplorable.

De lo que muy pocos dudamos es de que, por necesarios que hayan sido y sean algunos “recortes”, todos los que se han dado y los que se anuncian no han sido ni están siendo justificados y distribuidos con una mínima equidad, medianamente explicada. Vds. tendrán la impresión de que, por el contrario, hay gente, poca pero visible, que ni siente ni padece la famosa “crisis”, mientras tantísimos compatriotas de esa gente andan en severos apuros o en angustiosas necesidades. Para mí que nunca habían sido tan hirientes e injustificadas las desigualdades en este país. Y lo que es aún más indignante: nunca he visto tan mal disimulada la insensibilidad de los potentados. Y no me refiero tanto a quienes lo son por herencia o por su trabajo empresarial con riesgo de sus personales recursos y sin subvenciones, sino a los potentados por su integración o su simbiosis con el aparato del Estado, que ya no es ni Social ni de Derecho, sino depredatorio.

El año 2013, de seguir así las cosas -y hay gente trabajando con nuestro dinero para que así sigan- no puede ser sino el año de la ira. A mí no me convencen las revoluciones y no me parece que, si alguna hay en marcha, tenga probabilidades de triunfar. Las manifestaciones y las protestas -en las que no faltan graves daños y perjuicios a muchas personas inocentes- ya no derriban ningún Gobierno. Las imágenes de multitudes en la calle no conmueven a los gobernantes y para los antidisturbios y otros menesteres menos claros no se escatiman los euros. Pero la ira es imparable y, añado, también irreprochable. Sin embargo, no es buena para la salud y de ahí que no quiera yo inflamar más mi ira ni la de otros. Así que es mejor que no siga escribiendo con frecuencia. En la opción entre las barricadas (la que más me apetece) y las catacumbas (la menos incómoda y la más fácil) escojo ésta segunda, porque es, para mí, la única posible, aunque no resulta ni heroica y ni siquiera airosa.

Sin embargo, quiero dedicar este final a dos serias propuestas de "recorte": la primera, relativa al Congreso y al Senado, inspirada en la reforma jibarizadora del Consejo General del Poder Judicial promovida por D. Alberto Ruiz Gallardón. La segunda, relativa al personal no escalafonado al servicio del Gobierno de la Nación, personal que se suprimiría, también ha recibido inspiración del Sr. Ruiz Gallardón, promotor de la  Ley Orgánica 8/2012, de 27 de diciembre, de medidas de eficiencia presupuestaria en la Administración de Justicia, por la que se modifica la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial (B.O.E. de 28 de diciembre de 2012), tremenda ley por la que, de un golpe, se suprimen los jueces sustitutos, entre otras cosas. En la hipótesis meramente académica de que se hiciesen estas reformas (o incluso sólo una de ellas), es probable que la ira general no fuese en aumento.

La justificación de la primera reforma podría desarrollarse por extenso, pero, dada la disciplina de partido y el muy estrecho margen de actuación individual que los Reglamentos de Congreso y Senado atribuyen a Diputados y Senadores, los lectores entenderán que con la reforma que se propone se ahorraría mucho dinero, se estimularía de modo muy intenso la presencia de candidatos electorales con profesión y oficio conocidos al margen de la política y no padecería nada en absoluto el funcionamiento de las Cámaras, sin merma de su carácter institucional representativo, para lo que se prevén diversos actos plenarios. Dicho esto, ahí va la propuesta

REFORMA DEL CONGRESO DE LOS DIPUTADOS Y DEL SENADO DE ESPAÑA

Artículo Único. 1. Las incompatibilidades previstas hasta el presente para los miembros del Congreso de los Diputados y del Senado de España se aplicarán sólo a los Diputados y Senadores que, por acuerdo de su Grupo parlamentario, representen a éste, con voto ponderado según el número de Diputados o Senadores de su mismo grupo elegidos para cada Cámara. Cada Grupo Parlamentario designará tres Diputados y dos Senadores. Sólo estos Diputados y Senadores, así como los que integren el Grupo Mixto percibirán retribución fija por su condición parlamentaria, conforme al apartado 7 del artículo 71 de la Constitución Española.

Los restantes Diputados y Senadores podrán ejercer su profesión o desempeñar el oficio público o privado a que se dedicasen antes de su designación o, si careciesen de empleo, profesión u oficio, podrán buscar un puesto de trabajo con los subsidios y obligaciones que establecen las leyes. La prestación por desempleo durará un año desde que fueron elegidos o designados.

2. Las funciones propias del Congreso de los Diputados y del Senado de España, así como las de las Cortes Generales, serán desempeñadas en régimen de dedicación exclusiva por los Diputados y Senadores a que se refiere el parrafo primero del apartado anterior, mediante el ejercicio de su voto ponderado, con la sola excepción de los siguientes actos, a los que serán convocados todos los Diputados y Senadores:

1º) Actos de comienzo de legislatura y sesión en que se pronuncie discurso de investidura del Presidente del Gobierno.

2º) Mociones de censura.

3º) Intervención en cuestiones sucesorias relativas a la Corona, conforme a lo previsto en los arts. 57 a 63, incluidos, de la Constitución Española.

4º) Discursos de dignatarios extranjeros, cuando el Gobierno de la Nación considere oportuno que algunos de ellos se dirijan solemnemente a cualquiera de las Cámaras.

3. Para la presencia e intervención, si fuese necesaria, en los actos enumerados en el apartado anterior, los Diputados y Senadores sin dedicación exclusiva recibirán el correspondiente permiso o licencia remunerado, sin perjuicio de las dietas que en razón de esos actos se les asignen, en concepto de la asignación prevista en el apartado 7 del artículo 71 de la Constitución Española.

REFORMA PARA LA PROFESIONALIZACIÓN DEL GOBIERNO DE LA NACIÓN

PREÁMBULO
(inspirado en el de la Ley 8/2012, de 27 de diciembre, B.O.E. del día 28)

 En el actual contexto económico, se hace imprescindible la adopción de medidas que mejoren la eficiencia del Gobierno de la Nación.

Por ello se propone una reforma que garantice el servicio público que prestan directamente al Gobierno cierto número de personas, elevando sus niveles de profesionalización administrativa. Se pretende posibilitar que en la totalidad de los casos, el auxilio al Gobierno sea prestado por integrantes de los distintos Cuerpos de la Administración y que la actuación de asesores ajenos a esos Cuerpos sólo sea excepcional y ocasional, ante circunstancias de necesidad acreditada y motivada, prestando de esta manera un servicio de mayor profesionalización hacia los ciudadanos.

Artículo Único. 1. Se declaran vacantes y salen inmediatamente a concurso de traslado entre funcionarios del Cuerpo y grupo correspondiente, todos los puestos de trabajo que, en el ámbito del Gobierno de la Nación y de sus Ministerios y organismos dependientes, se encuentren actualmente desempeñados por personas que no pertenezcan a los Cuerpos de Funcionarios a los que, conforme a su configuración legal y reglamentaria, correspondería prestar los servicios del puesto de trabajo de que se trate. Sin perjuicio de convocatorias formales, los interesados pueden presentar sus instancias desde la entrada en vigor de la presente ley.

2. En el plazo de seis meses desde la entrada en vigor de esta Ley, se resolverán los concursos conforme a los principios constitucionales de mérito y capacidad. Transcurrido ese plazo, se amortizarán por ministerio de la ley los puestos de trabajo que no hubiesen sido adjudicados a personal funcionarial mediante los concursos aquí previstos.

Las puestos de trabajo continuarán desempeñados interinamente por sus actuales ocupantes hasta la resolución de los concursos.

3. Cuando el Gobierno de la Nación precise, excepcional y ocasionalmente, de asesoramiento o colaboración que no pueda ser prestada por personal de los Cuerpos de funcionarios existentes, podrá convocar concursos para contratación administrativa, conforme a la legislación correspondiente.

4. El Gobierno de la Nación adoptará las medidas oportunas para incentivar que la profesionalización aquí prevista se lleve a cabo en los ámbitos de gobierno de las Administraciones autonómicas y municipales.

Si están Vds. de acuerdo con las propuestas, envíen un SÍ a modo de comentario (sin perjuicio de añadir lo que quieran). Si no están de acuerdo, envíen un NO. Si no saben o no quieren contestar envíen NS/NC. Se lo ruego: me hace mucha ilusión terminar la primera etapa (o comenzar la segunda, tanto da) con una encuesta. No haber producido una encuesta en tres largos años es una frustración que me gustaría evitar. De aquí a un mes haré públicos los resultados en "post" especial de POR DERECHO -- II Época.
Muchísimas gracias a todos los lectores. Y hasta que toque salir de la catacumba.