lunes, 2 de junio de 2014

ANTE LA ABDICACIÓN DEL REY DE ESPAÑA, NADA DE TONTERÍAS


¿DE GUATEMALA A GUATELPEOR?:

UNA INSENSATEZ SUICIDA

 
Que nadie en Guatemala se sienta ofendido. Se trata de una expresión coloquial inventada por su expresividad.

Pero el dicho popular viene a cuento en estos momentos en que algunos “líderes”, no todos ejemplares ni mucho menos, pretenden que España abra un proceso rápido hacia la Tercera República.

Preferir la República a la Monarquía es absolutamente legítimo. Lo es también juzgar con severidad (o con indulgencia) al aún Rey Juan Carlos. Pero promover cambios a peor, basados en la indignación, por justificada que sea, resulta insensato e incluso irracional. Los cambios han de promoverse para bien y deben llevarse a cabo sobre la base de la prudencia, denominada desde Platón “auriga virtutum”, conductora de las demás virtudes, de todos los demás hábitos buenos.  La prudencia no es, como muchos piensan, un fundamento de la inacción o la cobardía. No es pusilanimidad, encogimiento del ánimo, conservadurismo o cosa parecida. La prudencia exige muchas veces audacia, magnanimidad, decisiones radicales.

La prudencia ha sido, es y será siempre el hábito que hace de puente entre lo intelectual y lo agible, entre la teoría (por así decirlo) y la praxis, la conducta concreta, el hábito de poner las ideas en relación con las circunstancias históricas. Se basa, claro es, en tener ideas (buenas) y en conocer las circunstancias reales, la historia, que es pasado y presente.

Historia. En España hemos tenido muchos Reyes y Reinas: excelentes, buenos, malos y pésimos. Sólo hemos tenido dos Repúblicas, ambas pésimas, por más que la Monarquía con la que momentáneamente acabaron asentase la Corona sobre malas cabezas o estuviese encarnada en personas deplorables. Fueron pésimas sin paliativos las dos experiencias republicanas, aunque la Segunda República se promoviese, en grandísima medida, por personalidades egregias y suscitase grandes esperanzas (que enseguida se esfumaron, por lo demás, incluso para muchas de esas personalidades).

Ahora estamos en una situación que se asemeja en parte (por el secesionismo catalán y por la “cuestión vasca”, que acaba de recordar el Lehendakari Urkullu) a los prolegómenos de aquella caótica Primera República que sólo duró un año y en la que acabó proclamándose la independencia de Jumilla. Recuerden el estado de ánimo y el criterio del Presidente Estanislao Figueras (v. http://andresdelaoliva.blogspot.com.es/2009/07/se-acabo-la-constitucion-y-al-tc.html). Y, por el descontento social, archijustificado, la situación presente se asemeja también (aunque las diferencias son asimismo enormes) al estado de cosas previo a la Segunda República. Pero no me parece muy discutible que, ahora mismo, con un cambio republicano nos jugaríamos mucho más que lo que estaba en juego en 1873 o en 1931.

Propongo a los lectores de este blog un test bien sencillo, que me parece muy concluyente sobre la superlativa imprudencia de postular una Tercera República Española. Cuando tantos encontramos enormes dificultades para designar un buen Presidente de Gobierno, ¿qué dificultades no encontraríamos -y no podemos imaginar ya perfectamente, ahora mismo- para designar al primer Presidente de una Tercera República Española, un primer Presidente que, sin duda, habría de ser una personalidad sólida y fuerte, que garantizase medianamente no estrellarnos? ¿O acaso esa presidencia debería recaer en Ignacio Fernández Toxo, Cándido Méndez, Cayo Lara o Pablo Iglesias, por poner sólo cuatro ejemplos? (no menciono a nadie de Esquerra Republicana de Catalunya, porque están ocupados con otra República y al Honorable Mas también le ocupa mucho su “proceso”).

A ver si no nos confundimos. El reto del todavía Príncipe Felipe será el que sea. Pero en estos momentos, todos los españoles tenemos el reto de vivir con serenidad y de actuar con prudencia. Este reto me parece mucho más importante y mucho más decisivo que el de D. Felipe de Borbón. Hace muchísimos años que carezco de todo fervor monárquico. He tenido otros fervores, casi siempre poco duraderos. Pero nunca, y ahora tampoco, he sentido fervor alguno por ninguna especie de salvapatrias y por ninguna clase de mesianismos. Ahora están al acecho. Y ahora, tenemos una Constitución que procede seguir. No la impuso Franco. Fue votada masivamente. Es una norma maltratada, pero de una legitimidad infinitamente superior a las ocurrencias y a los intereses de Ignacio Fernández Toxo, Cándido Méndez, Cayo Lara o Pablo Iglesias, por poner sólo cuatro ejemplos de sujetos que están comportándose con modales autoritarios en estas horas. Y que son tan "clase política" como cualesquiera otros.
 
Éste no es el momento de los cambios más serios y más difíciles que deseamos y necesitamos. Éste no es el momento para que España pase de Monarquía a República, lo que personalmente me alegraría si es posible un buen día. Éste es un momento histórico con circunstancias tales que lo que se impone es abundar en serenidad y prudencia,  superando, aunque sea tragándoselas, animadversiones muy fundadas. No abogo por ningún olvido y por ninguna exoneración de responsabilidad. Lo que digo es que, en nombre del gran aldabonazo que serían los resultados en España de las pasadas elecciones europeas, no procede poner en peligro el sistema democrático que permitió ese aldabonazo. Ese sistema está muy debilitado, sí. Lo he repetido hasta la saciedad. Pero no será con una ruptura constitucional como se recuperen las instituciones. No se sabe de ningún enfermo grave, de ningún agonizante, que haya superado una autopsia.
 
España no es Ucrania ni la Puerta del Sol la plaza Maidán.
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P.S. Hoy había que hablar del inmediato porvenir. Tiempo habrá de comentar la abdicación concreta, como hecho ya consumado. Es un hecho que merece análisis. Entre otros motivos, para que no se nos tome por tontos y bobalicones crédulos.
 

3 comentarios:

Sinretorno dijo...

así lo pienso...bravo!!!, es lo único que me ha animado en el día de hoy

mitxi dijo...

totalmente de acuerdo con usted profesor ! no se a quien puede alguien imaginarse presidente de la República......viendo lo que se presenta a la elecciones....otra cosa es que pueda abrirse la puerta a ese debate y sosegadamente se tomen decisiones...claro que cada vez q pienso que en 39 años no se había redactado la ley para posible abdicación y que ha día de hoy en nuestra constitución sigue prevaleciendo el varón sobre la mujer.....

csc dijo...

Hay que tener mucho cuidado al seguir una u otra idea política, especialmente hay que buscar segundas y muchas veces hasta terceras intenciones en las propuestas de los partidos políticos, especialmente en los nuevos ya que se conoce menos su trayectoria y por tanto su forma de actuar.

La prudencia esta hermanada con el raciocinio, hay que tomar las decisiones sopesando los pros y los contras, y dandose el tiempo necesario. Ser prudente no quiere decir esperar, quiere decir reflexionar.

Actualmente, la mayoría de los que abogan por la tercera república son grupos "anti-sistema", siendo el sistema lo que cabe dentro de la constitución de 1978....

Por lo que hay que poner en valor las ventajas del sistema actual y confrontarlas con las del sistema en el que nos veremos inmersos si seguimos a los rupturistas. Además no nos dan datos de como va a ser el sistema posterior (y los pocos que dan, al menos a mí, son o poco creibles o preocupantes por su falta de democracia)

Por lo que, lo mejor, es hacer como los jesuitas. En tiempos de tribulación no hacer mudanza.