lunes, 3 de agosto de 2009

LECTURAS REFRESCANTES PARA EL VERANO (I)

ERASMO RETRATA A TOMÁS MORO (I)
En tiempos de mucha suciedad, de lo más variada, que forma una atmósfera enrarecida, me parece que vendrá bien algo de historia hecha por hombres dignos y nobles.
Hace ya bastantes años, gocé con la lectura del libro "Un hombre para todas las horas. La correspondencia de Tomás Moro (1499-1534)", Madrid, 1998.
Se me ocurre compartir con los lectores de este blog algunas páginas de ese libro, espléndidas en forma y contenido.
El 23 de julio de 1519, Erasmo, llamado el Príncipe de los Humanistas, escribe a Ulrich von Hutten sobre Thomas More, al que ya había dedicado en 1511 el "Elogio de la Locura". Es una larga carta, con un completísimo retrato de Moro, incluso en lo físico. Hoy selecciono los siguientes pasajes, algunos resaltados por mí en cursiva:
"En aquel tiempo, la vida en la Corte y la amistad de los prínci­pes no eran muy de su gusto, pues ha tenido siempre un odio especial al gobierno tiránico y un amor correspondiente por la igualdad. Muy difícil será dar con una Corte, por modesta que sea, que no esté llena de agitación y egoísmo, de afectación y lujo, y libre de verdad del más ligero toque de poder tirano. Ni a la Corte de Enrique VIII hubiera él sido llevado sino con grandes esfuerzos, y eso que sería difícil poder desear alguien más culto y con menos aires de pretensión que el actual rey."
"Goza por naturaleza de un gran amor a la libertad y al tiempo li­bre; pero aunque le encanta disfrutar del tiempo libre también es cierto que nadie muestra más energía o mayor fortaleza cuando le reclama el deber."
"Parece haber nacido y haber sido hecho para la amistad; nadie tiene un corazón más abierto y sincero para hacer amigos o más tenaci­dad para conservarlos. Ni tiene miedo alguno de aquella plétora de amistades contra la que Hesíodo nos advierte. Para todos tiene abierto el camino a un lugar seguro en su afecto. En la elección de amigos no es difícil de complacer; en sostener la amistad es el más flexible de los hombres; y en mantenerla, el más indefectible. Si por cualquier circuns­tancia ha escogido alguno cuyas faltas no puede enmendar, espera a que se presente una oportunidad de soltarse, desatando el nudo de la amistad en lugar de romperlo."
"Cuando se encuentra con gente de su gusto, abierta y franca, goza tanto de su compañía y conversación que uno pensaría que fuera para él el placer más grande en la vida. Juegos de pelota, juegos de azar, y los naipes, son cosas que detesta, y todos los otros pasatiempos con los que el pelotón de grandes del reino nor­malmente entretienen sus horas de tedio. Además, aunque es algo ne­gligente en sus propios asuntos, nadie podría preocuparse más de sa­car adelante los asuntos de sus amigos. ¿Para qué más palabras? (...)"
Sin embargo, las palabras continúan y el retrato se va comple­tando:
"En sociedad es tan extraordinariamente cortés y apacible que no hay nadie tan triste por naturaleza al que Moro no pueda alegrar, ni atrocidad tan grande cuya desazón le sea imposible disipar. Desde niño le ha gustado tanto bromear que parecía haber nacido para ha­cerlo, pero nunca con bromas bufas, y jamás le ha gustado el humor mordaz. Escribió en su adolescencia comedias cortas y actuó también en ellas. Siempre le ha encantado cualquier observación que tuviera más chispa en ella de lo que es normal, aunque fuera dirigida contra él mismo; pues disfruta con dichos ingeniosos que revelan una mente viva. De aquí que de joven se ensayara con epigramas, y su especial admiración por Luciano; de hecho, fue él (sí, puede hacer bailar hasta a un camello) el que me persuadió para que escribiera yo mi 'Elogio de la locura'".
"Lo cierto es que no hay nada en la vida humana en donde no pueda encontrar entretenimiento, hasta en los momentos más serios. Si tiene que tratar con gente educada e inteligente, disfruta de sus talen­tos; si son ignorantes y estúpidos, le divierte lo absurdos que son. No pone objeción a bufones profesionales, pues sabe cómo adaptarse al humor de cada uno. Con las mujeres en general, y aun con su mujer, se limita al humor y a las bromas. Dirías que es Demócrito nacido otra vez, o mejor, aquel filósofo pitagórico que paseaba distraído por el mercado mirando a la muchedumbre que compraba y vendía. Nadie se deja dominar menos por la opinión pública, y sin embargo nadie está tan cerca de los sentimientos del hombre de la calle."
"Disfruta de manera particular contemplando las figuras, el ca­rácter y el comportamiento de diferentes animales. Casi no hay especie de pájaro que no tenga en su casa, y lo mismo con animales que suelen ser raros, como el mono, el zorro, el hurón, la comadreja y otros por el estilo. Además, si ve cualquier cosa extraña e interesante, la compra ávido, y tiene su casa llena de cosas así procedentes de todas partes, de manera que por todos lados se puede ver algo que atrae la mirada del visitante; y cuando otros disfrutan con esto, él mismo goza de nuevo. En los días de su juventud no era contrario al trato y compañía con mujeres jóvenes, pero siempre sin infamia, gozando de tales cosas cuando le salían al encuentro sin que él lo buscara, y atraído más por la unión de las mentes que la de los cuerpos."
(...)"Desde edad temprana tuvo una educación liberal. De muchacho se entregó por su cuenta al estudio de la literatura y filosofía griega, con tan escaso apoyo por parte de su padre (un hombre sensato y de excelente carácter) que no pudo contar con ayuda de fuera y fue casi tratado como un desheredado porque se suponía que desertaba de la profesión paterna; su padre es un especialista en derecho anglosajón. Esta profesión está alejadísima de la literatura; pero en Inglaterra quienes se han hecho autoridades en esa materia ocupan el primer rango en eminencia y distinción. Y no es fácil encontrar en ese país otra carrera que lleve con más probabilidad a la riqueza y a la fama; de hecho, la mayoría de la nobleza de la isla debe su rango a estudios de ese tipo. Dicen que en tema del derecho, nadie puede alcanzar la perfección sino con muchos años de duro trabajo. Así que no sorprende que siendo Moro muchacho su mismo temperamento le apartara del derecho, pues estaba hecho para cosas mejores; pero después de probar diferentes ramas de estudio en la universidad, se dedicó a él con tanta eficacia que no había nadie cuyo consejo se buscara tanto como el suyo entre pleiteantes; ni hubo mayor fortuna adquirida por quien se hubiera dedi­cado todo el tiempo al derecho. Tales eran el vigor y la rapidez de su ingenio."
Después de referirse Erasmo a aspectos interesantes, pero de los que prescindiré aquí para no alargarnos en exceso, el "Príncipe de los humanistas" prosigue:
"No quiere saber nada de nada de cualquier sórdida ganancia. Para proveer por sus hijos ha destinado de sus habe­res lo que considera suficiente para ellos; y gasta el resto con largueza. Cuando todavía dependía para sus ingresos de sus clientes, a todos daba consejo oportuno, pensando mucho más en ellos que en su pro­pio beneficio; solía persuadir a muchos a que acabaran el litigio porque así ahorrarían gasto. Si no lo conseguía, les indicaba cómo llevar el pleito al mínimo costo, pues no faltan quienes disfrutan acudiendo a los tribu­nales. En la ciudad de Londres, en la que nació, sirvió durante al­gunos años como juez en casos civiles. Este oficio no es gravoso —pues la corte no se sienta sino los jueves hasta la hora de la comida— pero está entre los más prestigiosos. Nadie ha juzgado más casos y nadie se ha portado con más integridad. Devolvía a muchos el dinero que de­ben pagar los litigantes según está prescrito: antes de que la causa lle­gue al tribunal, el demandante debe depositar tres dracmas, y lo mismo el demandado, y no está permitido pedir más. El resultado de este modo de comportarse fue que su ciudad nativa le tuviera en pro­fundo afecto y estima."
He comenzado hoy a colocar ante nuestros ojos la figura de quien ha sido llamado, en inglés, "a man for all sea­sons" (Bolt), en latín, "omnium horarum homo" (Erasmo), que De Silva traduce como "un hombre para todas la horas". Bien podríamos considerarlo "un hombre de una pieza". Gran contraste con tantos "buenas piezas" que "triunfan". ¡Pobrecitos!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Magnífico post.