DISPARAN CONTRA EL SABER, ANTERIOR A LA ILUSTRACIÓN
Recomiendo encarecidamente que lean y no se pierdan, por favor, el excelente artículo de Rafael Argullol en EL PAÍS, de 7 de septiembre pasado: "Disparad contra la Ilustración". El texto lo pueden encontar mediante varios enlaces. He elegido éste, http://firgoa.usc.es/drupal/node/43901/print, porque me parece que no caducará fácilmente (o como se llame a la desaparición en internet).
El artículo parte del fenómeno del abandono de la Universidad por no pocos excelentes profesores, al amparo de planes de jubilaciones anticipadas o por otros mecanismos. La causa de ese abandono sería, según Argullol, el desánimo ante el desinterés de la mayoría de los estudiantes, mucho más que ante su ignorancia. Y -aquí es donde llegamos al núcleo y meollo del asunto- ese desinterés se referiría al saber, al conocimiento que no reporte inmediatamente utilidad en términos de vitalismo individualista (esta pedantería es mía, no de Argullol). Pero, claro está, los estudiantes desinteresados no serían sino hijos de sus padres y, como suele decirse, "hijos de su tiempo". Argullol dice todo eso, muy bien dicho, mejor dicho, en estas frases:
"(...) lo degradante no ha sido comprobar que la mayoría de estudiantes desconocen el teorema de Pitágoras -como sucede- o ignoran si Cristo pertenece al Nuevo o al Antiguo Testamento -como también sucede-, sino advertir que esos desconocimientos no representaban problema alguno para los ignorantes, los cuales, adiestrados en la impunidad ante la ignorancia, no creían en absoluto en el peso favorable que el conocimiento podía aportar a sus futuras existencias."
"(...) lo degradante no ha sido comprobar que la mayoría de estudiantes desconocen el teorema de Pitágoras -como sucede- o ignoran si Cristo pertenece al Nuevo o al Antiguo Testamento -como también sucede-, sino advertir que esos desconocimientos no representaban problema alguno para los ignorantes, los cuales, adiestrados en la impunidad ante la ignorancia, no creían en absoluto en el peso favorable que el conocimiento podía aportar a sus futuras existencias."
"Naturalmente, esto es lo descorazonador para los veteranos ilustrados, quienes, tras los ojos ausentes -más soñolientos que soñadores- de sus jóvenes pupilos, advierten la abulia general de la sociedad frente a las antiguas promesas de la sabiduría. Los cachorros se limitan a poner provocativamente en escena lo que les han transmitido sus mayores, y si éstos, arrodillados en el altar del novorriquismo y la codicia, han proclamado que lo importante es la utilidad, y no la verdad, ¿para qué preferir el conocimiento, que es un camino largo y complejo, al utilitarismo de la posesión inmediata? Sería pedir milagros creer que la generación estudiantil actual no estuviera contagiada del clima antiilustrado que domina nuestra época, bien perceptible en los foros públicos, sobre todo los políticos. Ni bien ni verdad ni belleza, las antiguallas ilustradas, sino únicamente uso: la vida es uso de lo que uno tiene a su alrededor."
Después, Argullol retrata muy precisamente, con pocos pero expresivos trazos, la situación de los mejores profesores jóvenes en el, llamémosle así, nuevo esquema institucional universitario (ése que he definido en otros lugares y aquí mismo por la tiranía de una falsa "innovación educativa", por la architrucada "evaluación externa" del profesorado según criterios que oscilan entre la idiocia pura y simple y la crédula beatería adoradora de "impactos" e "indices de calidad" más que discutibles y por una burocratización asfixiante). No tengo reparo alguno que oponer al retrato de la situación universitaria por Argullol. Al contrario: sólo me cabe admirarlo y aplaudirlo sin reservas.
Después, Argullol retrata muy precisamente, con pocos pero expresivos trazos, la situación de los mejores profesores jóvenes en el, llamémosle así, nuevo esquema institucional universitario (ése que he definido en otros lugares y aquí mismo por la tiranía de una falsa "innovación educativa", por la architrucada "evaluación externa" del profesorado según criterios que oscilan entre la idiocia pura y simple y la crédula beatería adoradora de "impactos" e "indices de calidad" más que discutibles y por una burocratización asfixiante). No tengo reparo alguno que oponer al retrato de la situación universitaria por Argullol. Al contrario: sólo me cabe admirarlo y aplaudirlo sin reservas.
Es muy consolador para mí -y supongo que para bastantes de los lectores de este blog- apreciar encuentros y coincidencias tan plenas en asuntos que bastantes aún consideramos, y algunos nos moriremos considerando, de la máxima importancia. No tengo el gusto de conocer personalmente a Argullol. Pero, al leer con involuntario retraso su artículo, veo que, por los días 14 y 18 del pasado, me ocupaba de lo mismo que él y me dolía de lo que él se ha dolido (ver entradas de esos días en este mismo blog). Los puntos de partida eran muy distintos: la realidad analizada y la conclusión del análisis, sustancialmente idénticas.
Eso, por no retroceder un poco más en el tiempo. Me parece que, entre otros, mi artículo "Odio al pensamiento", publicado en EL MUNDO, el 15 de diciembre de 1999, que aún pueden leer en el http://www.elmundo.es/1999/12/15/opinion/15N0018.html, revela hasta qué punto me viene preocupando la dimisión (voluntaria o impuesta) de la inteligencia y de la libertad del pensamiento, dentro y fuera de la Universidad. Habrá que volver sobre el asunto. Pero, en todo caso, no somos rarísimas aves quienes valoramos máximamente lo que otros consideran "antiguallas". Son cosas cosas antiguas, eso sí, pero más perennes aún que antiguas. Por eso y porque, aún quedan islas y remansos limpios en las Universidades, tampoco somos tan escasos los profesores universitarios decididos a no darnos por vencidos y a no batirnos en retirada.
En 1969, escuché a mi admirado Leonardo Polo, egregio metafísico, diagnosticar "el problema" de la Universidad o, quizás más precisamente, el de muchos estudiantes "universitarios". Lo recuerdo muy bien. Decía que ese problema era el de "la renuncia "a priori" a un saber superior que se presenta como arduo". La única diferencia que encuentro, cuarenta años después, es que hoy la renuncia no es voluntaria, fruto de la pereza ante la dificultad, sino que muchos de los que mandan en los ámbitos educativos, no sólo han suscrito esa renuncia, sino que la abanderan y la promueven estructuralmente, a veces con modales y mecanismos coactivos.
Mi única objeción a Argullol es que esas "antiguallas" del bien, la verdad y la belleza son muchos siglos anteriores (diecinueve, si no cuento mal desde Platón o desde Aristóteles) a la Ilustración (con mayúscula). No dudo de que Argullol lo sabe. Pero es bueno no dar pie a que alguien se confunda. El amor a la sabiduría no comenzó en el siglo XVIII.
Eso, por no retroceder un poco más en el tiempo. Me parece que, entre otros, mi artículo "Odio al pensamiento", publicado en EL MUNDO, el 15 de diciembre de 1999, que aún pueden leer en el http://www.elmundo.es/1999/12/15/opinion/15N0018.html, revela hasta qué punto me viene preocupando la dimisión (voluntaria o impuesta) de la inteligencia y de la libertad del pensamiento, dentro y fuera de la Universidad. Habrá que volver sobre el asunto. Pero, en todo caso, no somos rarísimas aves quienes valoramos máximamente lo que otros consideran "antiguallas". Son cosas cosas antiguas, eso sí, pero más perennes aún que antiguas. Por eso y porque, aún quedan islas y remansos limpios en las Universidades, tampoco somos tan escasos los profesores universitarios decididos a no darnos por vencidos y a no batirnos en retirada.
En 1969, escuché a mi admirado Leonardo Polo, egregio metafísico, diagnosticar "el problema" de la Universidad o, quizás más precisamente, el de muchos estudiantes "universitarios". Lo recuerdo muy bien. Decía que ese problema era el de "la renuncia "a priori" a un saber superior que se presenta como arduo". La única diferencia que encuentro, cuarenta años después, es que hoy la renuncia no es voluntaria, fruto de la pereza ante la dificultad, sino que muchos de los que mandan en los ámbitos educativos, no sólo han suscrito esa renuncia, sino que la abanderan y la promueven estructuralmente, a veces con modales y mecanismos coactivos.
Mi única objeción a Argullol es que esas "antiguallas" del bien, la verdad y la belleza son muchos siglos anteriores (diecinueve, si no cuento mal desde Platón o desde Aristóteles) a la Ilustración (con mayúscula). No dudo de que Argullol lo sabe. Pero es bueno no dar pie a que alguien se confunda. El amor a la sabiduría no comenzó en el siglo XVIII.
4 comentarios:
Muy bueno. En gran parte los propios profesores hemos pasado por este aro. La Universidad es tercera enseñanza y no buena. Yo conocí a Lombardía, Dors, Sancho rebullida, Carreras. Eso era Universidad.
Qué razón tiene el sr.Argullol. Como estudiante que soy, debo decir que tanta evaluación continua y demás, nos lleva a la más pura ignorancia del Derecho. Ahora lo único que importa es aprobar, da igual cómo, estudiando o sentándote en clase y levantando la mano 3 veces. Lo preocupante es que eso se fomenta a través de planes tan disparatados como Bolonia (apoyo el manifiesto firmado por ud y demás profesores de la universidad). Desconozco el método por el que un jóven que estudia un temita a la semana (con suerte) pueda sacarse una oposición como abogacía del estado (casi 500 temas de golpe). Me muestro escéptico ante lo que pueda venir en el futuro.
Si hubieras estado en el Cjo de Estado.....¿Hubieras votado lo mismo que Landelino y Manzanares......?
Buenos Profesores de Santiago: Luis Legaz Lacambra; Paulino Pedret Casado; Ramón Prieto Bances.......
Laureano (antes de que se pasara al rollo del NOM o NOI)........
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