LA VERDADERA POSTRACIÓN DE LA NACIÓN ESPAÑOLA (I)
(actualizado a 7 de febrero de 2011)
(actualizado a 7 de febrero de 2011)
El 2 de febrero de 2011, día del Acuerdo Social y Económico (ASE) (noten que lo social va antes que lo económico, un sutil toque psoe), fue presentado como un hito histórico similar a los “Pactos de la Moncloa”. Nadie ha explicado el ASE, porque debe tratarse de literatura prolija y evanescente a partes iguales: sólo sabemos que trata de las pensiones y no para mantenerlas ni aumentarlas. Pero eso no importa en esta sociedad de gestos e imágenes con las que se disimula por sistema la realidad, entre penosa y sórdida. El gran gesto del Acuerdo Social salía a escena en el teatro-bombonera de La Moncloa, sin más espectadores directos que la “claque” interesada en la pieza representada. Luego vendría la comunicación al público en general, con unas cuantas imágenes y textos. Pero, para redondear la “mise en scène" inmortalizadora del comienzo de la gesta de la recuperación económica y social, hacía falta una frase de ésas que han dado en llamarse lapidarias. Y D. José Luis Rodríguez Zapatero, Presidente del “Gobierno de España”, pensó que debía decir las palabras transcritas en el título, en sí mismas palabras bellas, cargadas de dramatismo y esperanza. Pensó el Presidente que eran palabras a la altura del momento histórico en que las pronunciaba.
Voy a defender a este señor en algún próximo “post”, porque las injusticias me sientan mal y las grandes injusticias, muy mal. Y es una gran injusticia, como todas las grandes falsedades, esa gran falsedad del momento, según la cual Rodríguez Zapatero es el mal, el único mal, el único causante de los males y el único estorbo para recuperar los bienes perdidos. Pero hoy no toca desvelar esa gran falsedad e injusticia, sino reseñar y comentar esas palabras (“Somos una nación que sabe poner en pie y volver a caminar”), palabras destinadas a ser inmortales y, sin embargo, probablemente mortíferas, bastante mortificantes y casi seguramente mortuorias o fúnebres… como ciertas lápidas.
De pronto, ”somos una Nación”, dice el Sr. Rodríguez Zapatero (ZP). De pronto, tras estar sentada o tumbada, ZP dice que esa Nación “sabe ponerse en pie”. De pronto, tras estar quieta, inmóvil, esa Nación sabe, según ZP, “volver a caminar”.
¿A quién se refiere ZP cuando dice que “somos una Nación”? ¿Se refiere acaso a España? Pienso que sí, pero, ¿se considera acaso ZP integrado en “la Nación española” de la que habla la vigente Constitución Española para afirmar su “indivisible unidad” (art. 2)? Porque, como ya se ha recordado, el 17 de noviembre de 2004 (no hace tantos años), ZP afirmaba, en defensa de otras posibles naciones en el territorio del Estado español, que «quizá no haya otro concepto tan discutido en la teoría y la ciencia política y constitucional como el de nación». No le faltaba razón a ZP: en el mundo de la teoría, “nación” es un concepto discutible, por supuesto (¿cuál no lo sería?), y discutido. Pero, aquel día de 2004, ZP no debatía conceptos en un ámbito académico-científico, sino que, como Presidente del “Gobierno de España”, intervenía en un asunto político con dimensiones constitucionales, en defensa de una determinada opción política. Se le respondió, acertadamente: «cualquier estudiante de Derecho sabe que en nuestra Constitución el término nación se reserva exclusivamente a la nación española». Las palabras de ZP el pasado día 2 de febrero, en sí mismas bellas palabras, dramáticas y esperanzadoras, han pasado inadvertidas y, sobre todo, han sido recibidas con absoluta indiferencia. Precisamente por haberlas pronunciado ZP, uno de los mortales menos idóneos para infundir confianza y esperanza. Las bellas palabras, en su boca, han sonado a epitafio.
Pero lo que ahora nos interesa no es otra de las incontables mentiras e incoherencias de ZP, al que, personalmente, sólo le considero legitimado para pertenecer a la “Alien Nation”. Lo interesante es que, en la política de gestos e imágenes, la española y la mundial (porque también existe, claro está, esa política gestual e icónica fuera de España), el número-escena del ASE se escenificó para el número-escena de la rápida pero intensa visita de Angela Merkel a la Villa y Corte. Y mientras se suceden los números de la comedia, ocurren, en España y en el mundo, cosas reales. A donde quiero llegar es a la comparación entre ese texto del libreto de nuestra comedia, la española, y la realidad de la Nación española, esa única que la Constitución reconoce.
A mí me parece que la Nación española aún subsiste, sí. Muchos, a diferencia de ZP, podemos legítimamente decir “somos una Nación”, refiriéndonos a España. Pero la segunda parte, esto es, que esa Nación sepa ponerse en pie y volver a caminar resulta harto más problemática. Para ZP, saber ponerse en pie y volver a caminar significa, por el contexto de su frase, que sabemos hacer una reforma sobre las pensiones y que, entre esa reforma y otros elementos, vamos a recuperarnos. Yo lo dudo muchísimo. Para ser más exacto: estoy seguro de que, a causa del ASE y de la tregua que nos den los misteriosos “mercados”, etc., ni nos levantaremos ni comenzaremos a andar en la buena dirección.
La falsificación del Estado Social y Democrático de Derecho: ni Gobierno que gobierne ni representación popular que legisle y controle.
Porque es muy grave la postración nacional, manifestada a fin de cuentas, en la extrema debilidad de un falsificado Estado Social y Democrático de Derecho, que debería ser el decisivo instrumento a favor de esa sociedad que se considera Nación. El Estado sólo es, de hecho, el modus vivendi de muchos y el methodus lucrandi de unos pocos. Está ya archidemostrado que carecemos de un Gobierno, entendido como máquinaria de gestión razonable de recursos escasos y de impulso de medidas en beneficio de aquella sociedad o, lo que es igual, en beneficio de la generalidad de sus miembros, los españoles. El “Gobierno de España” es, desde hace tiempo, una máquina de sectaria ingeniería social y un objeto de deseo, el máximo objeto de la concupiscencia de la clase política, que los españoles, en su abrumadora mayoría, reconocen como un gran obstáculo para el interés general. Las Cámaras parlamentarias no constituyen una representación del pueblo, sino de esa clase política, conjunto de personas instaladas en las posiciones de remuneración individual y grupal que el Estado ofrece con su inmenso aparato. Los Diputados y Senadores están condicionados por su modo de designación y por una disciplina de voto exacerbada, que llega a burlarse de la misma Constitución, art. 67.2: "Los miembros de las Cortes Generales no estarán ligados por mandato imperativo". Nadie de la clase política quiere Diputados y Senadores que puedan considerarse, cada uno, representantes del pueblo español. El control de "la acción del Gobierno" (art. 66.2 CE) se queda en debates inefectivos. Y lo mismo, en su ámbito, cabe decir de los "legisladores autonómicos".
Y el "Poder Judicial", a punto de ser desactivado y neutralizado: resucita la unidad de poder y coordinación de funciones franquista
Los Juzgados y Tribunales, famélicos como nunca y política y administrativamente interferidos, están al final de un asedio incesante que busca terminar con el máximo obstáculo a la arbitrariedad del poder y liquidar la máxima garantía del imperio de la ley y del respeto a los derechos y libertades. Entre los Jueces y Magistrados se ha asentado ya una pésima subclase política, con una intensísima vocación de mando, cada día más efectiva, con el resultado de que en el conjunto de la Judicatura existe una total desorientación y una generalizada pérdida de la específica identidad judicial. Ante la innegable crisis recrudecida de nuestra Justicia, a una mayoría de nuestros Jueces y Magistrados no es que no les importe que nos quedemos sin ellos: es que ni siquiera se dan cuenta de que ése es un grandísimo y gravísimo problema nacional y no tanto los muchos problemas que ellos padecen (como los miembros de otros “colectivos”), unos problemas que bien podrían aparecer en un contexto lúcido y magnánimo, en vez de presentarse como cualesquiera otras “reivindicaciones” funcionariales.
Así que el “Poder Judicial”, se encuentra ya muy seriamente condicionado y en vías de completa neutralización. Y es que el "Poder Judicial" o, más exactamente, los Jueces y Magistrados en los Juzgados y Tribunales, son lo único que queda frente a la peste de la corrupción que ha infectado casi todo. Por eso la clase política no va a parar hasta neutralizarlos, desde fuera y desde dentro. Veremos de inmediato cómo se pretende desactivar los Juzgados, incluyéndolos en un "colectivo", los Tribunales de Instancia. ¿Quien lo va a hacer? El Ministerio de Justicia, con el decisivo apoyo del PP del Sr. Trillo-Figueroa (D. Federico) y los encendidos aplausos del CGPJ (alumbrado en gran medida por el mismo Sr. Trillo y condensado perfecto de la resucitada unidad de poder y coordinación de funciones del franquismo), ante la complacencia o la indiferencia de las asociaciones judiciales, importantes sedes y semilleros de la subclase política judicial. Es triste que nuestros Jueces y Magistrados independientes, en verdad maltratados, se sienten más maltratados como funcionarios que como Jueces y Magistrados en trance de extinción. Así, no ven la próxima jugada, que se les vende con especiosos argumentos de eficacia y de unidad de criterio. Ni para la eficacia ni (aún menos) para la unidad de criterio (un bien muy inferior al de la independencia judicial) hace falta eliminar Juzgados por el sistema de engullirlos en colegios de jueces, que alguien tendrán al frente, digo yo y ésa es la clave. Los Jueces no deberían querer más jefes de ninguna clase y para conocer los criterios de los demás les basta tomarse un café con sus inmediatos compañeros y utilizar cualquier base de datos de jurisprudencia, como hacemos el resto de los mortales.
La clase política omnipresente y el desprestigio de las instituciones
La Nación española está sometida y presa de su clase política. Es una Nomenklatura que no ocupa puestos en virtud de serios procesos públicos de selección conformes a los principios de mérito y capacidad (procesos con los quieres acabar). Los miembros de la clase política ocupan, por interrelaciones especiales, ciertas posiciones remuneradas (todas las que se han podido inventar y las que se seguirán inventando) en los ámbitos del Gobierno (los gobiernos autonómicos también) y de las Administraciones públicas (gubernamentales), pero también de la organización de los partidos políticos y de los sindicatos sostenidos con fondos públicos. Para ingresar y permanecer en la clase política no hace falta, no ya excelencia, sino ni siquiera elemental preparación profesional, o sea, saber de algo y, para ciertos niveles, poseer una cierta experiencia (buena) en algo. Lo que se requiere es adhesión al mando y, a falta de prueba de la adhesión, eso que ahora se llama “perfil bajo”, porque el “perfil alto” no es buen indicio de docilidad acrítica.
En esta situación de podredumbre terminal del Estado Social y Democrático de Derecho, situación que no es sino una discreta y disimulada apoteosis del “Estado de partidos”, no es de extrañar que no encontremos ya en España una sola institución pública con sólido prestigio social, generadora de confianza y respeto. No sólo no lo tienen los Gobiernos ni las Cámaras y Asambleas legislativas, sino que no lo tiene el Tribunal Constitucional y aún menos el Consejo General del Poder Judicial, máximo exponente de la corrupción del Estado constitucional a manos de la clase política. El Tribunal Supremo no se afianza en su pequeña recuperación y se le ayudará legislativamente, más pronto que tarde, a consolidarse como mero balneario de la cúpula judicial, destrozada por sucesivas ediciones del CGPJ. Los grandes cuerpos de la Administración prosiguen su decadencia indisimulable y todos los entes reguladores inventados en los últimos tiempos han sido y están siendo un desastre sin paliativos: desde el Banco de España (culpable de felonías sin cuento) hasta la Comisión Nacional de la Competencia (antiguo Tribunal de Defensa de la Competencia), pasando por las demás Comisiones nacionales y autonómicas. De las Reales Academias acaso se salven algunas de las que siguen trabajado discretamente. Los Colegios Profesionales, que no han sabido legitimar a fondo su discutible estatuto privilegiado, son, en general, cadáveres a la espera de un entierro administrativo de tercera. Y más vale no hablar de las Universidades, porque, aunque subsisten en ellas muchas islas con investigación y docencia excelentes (comparables a lo mejor del mundo), en conjunto han sido destrozadas por la subclase política educativa (a la que los malos resultados de sus planes les traen al fresco) y por la alianza psico-pedagógica del disparate “Bolonia”, al que se han entregado, a falta de cerebro reamueblado, la derecha presuntamente moderna y nuestros izquierdistas de salón: los del “Gobierno de España” e incluso algunos de la hoz y el martini.
A los grandes agentes económicos y al "cuarto poder" prefiero referirme en otro post. Simplemente adelantaré que las Universidades, con estar como están, parecen cumbres de excelencia en comparación con el cenagal de la macroeconomía y el estado de los "medios".
Cualquiera de las anteriores afirmaciones se puede ilustrar profusamente ad nauseam. No soy ni me gusta parecer aguafiestas o pájaro de mal agüero. No incurro en el menor catastrofismo. Sencillamente, me niego a ocultar o disimular una catástrofe a la que no he contribuido. Si duele leer lo que he escrito, créanme: duele mucho más tener que escribirlo.
Así las cosas, supongamos que es cierto algo que es (casi evidentemente) falso, a saber: que nuestro principal problema es la crisis económica. Es apremiante, en verdad, no destruir más empleo, sino crearlo. Pero eso lo harán los pequeños y medianos empresarios, a pesar del Gobierno, del Parlamento y del Poder Judicial, si se les da algún respiro. Pero el prestigio de la “marca España”, la confianza de “los mercados” internacionales, el déficit público, ¿se van a arreglar por las medidas que ahora, empujado, obligado o convertido, lidera este “Gobierno de España”, con o sin el apoyo del PP, de CiU, de CC.OO., de UGT, etc.? ¿Tiene el ASE, ocasión de las palabras comentadas, y tienen las demás medidas adoptadas o anunciadas (la acción sobre las Cajas de Ahorros, el “pacto sobre competitividad” europeo, etc.) una potencia tal que permita pensar en una Nación, España, capaz de ponerse en pie y caminar con rumbo?
Me encantaría equivocarme, pero no lo veo así. Me explicaré en cuanto pueda.
3 comentarios:
Estimado D. Andrés:
Entonces, ¿cree usted, como yo creo, que si "cambia" la tortilla será ése un cambio lampedusiano? Es decir: que el PP se limitará a «pasar página» y mantener lo que pueda mantener de las leyes de la pesoe sin desgastarse mucho. Que, eso sí, se ocupará de los «garbanzos» (la economía) y de poco más porque ha renunciado a la batalla por los principios (siempre tiene otros que "puedan gustar más").
Lo del TS como "cementerio de magistrados" me ha tocado. ¿Sería como una especie de Consejo de Estado para jueces? ¿Tendríamos que aguantar mecha viendo refocilarse al equivalente judicial de la señora Fernández de la Vega?
Todo lo que usted cuenta en este post es una confirmación de mi pequeña «teoría conspirativa»: a ZP y sus boys les han puesto para destrozar España. Cualquier día nos encontramos que a ZP le imponen la Legión de Honor...
Saludos,
Aguador.
P.D.- Le informo de que ASE (que supongo quelo llaman así para no confundirlo con el AES de 1984) en catalán significa "burro". Y no me extrañaría que los españoles "de a pie" recibiésemos unas cuantas coces.
Estimado Aguador: "Balneario", no "cementerio" (y será desigual, porque los de lo Contencioso-Administrativo tienen más difícil quedarse con muy pocos asuntos).
No veo clara la tesis conspirativa, aunque hace tiempo que sí ví claro que ZP se proponía destrozar España. Así lo escribí y lo publiqué. Por el momento, las probabilidades de la Legión de Honor a ZP son ínfimas. Francia es bastante seria en ese punto.
Días atrás me enviaron un correo sobre la situación de Finlandia, con una serie de frases que resumen la comparación con España, y entre ellas me quedé con las siguientes:
- Un pueblo educado sabrá elegir a dirigentes honestos y competentes. Y éstos elegirán a los mejores asesores.
- Un pueblo educado no permite ni corruptos ni incompetentes.
- Un pueblo ignorante desperdicia sus recursos y vive de ilusiones.
- Un pueblo educado sabe diferenciar muy bien un discurso serio de una prédica demagógica.
- Un pueblo ignorante es terreno abonado para la demagogia.
Basta echar un vistazo al mapa undi para situar a los distintos paises... y sobre todo a España... o lo queda de ella.
Cualquier responsable de un negocio, por pequeño que sea, sabe que quien no se anticipa a los problemas termina cayendo. También le puede pasar a todo un país. Al fin y al cabo no somos más que "otro negocio", solo que con responsables a quienes no les importa lo más mínimo que el negocio se mantenga para las siguientes generaciones. Son el mejor ejemplo de la filosofía "QUE ME QUITEN LO BAILAO".
Ya los distintos gobiernos socialistas de Felipe González, quienes contaron con el mayor apoyo que pueda soñar cualquier gobierno, defraudaron a toda una serie de generaciones de españoles. Ahora, estos elementos, vienen a dar la puntilla. Y encima sin RESPONSABILIDADES.
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