jueves, 10 de mayo de 2012

AROMAS Y PESTILENCIAS DEL CAMPO Y LA CIUDAD



REFLEXIONES  SOBRE LA CACA (SÍ, HAN LEÍDO BIEN, SOBRE LA CACA)


Hoy y ayer son días de ésos en que hay noticias muy grandes y también muy malolientes. Por una vez, voy a ahorrar todo en nombres propios y lo gastaré todo en nombres comunes, comunes y vulgares. Y también por una vez, voy a escribir este “post”con un estilo muy distinto del habitual. En este día, lo que va de mi cabeza a los dedos, a las teclas y a la pantalla son recuerdos de olores. Por orden cronológico, ahí van, para empezar dos recuerdos de infancia.

Volviendo del colegio de la mano de nuestro abuelo, mi hermano y yo pasábamos todas las tardes delante de una taberna. Pasar delante de una taberna no tenía nada de particular en el Madrid de los años 50 (del pasado siglo XX, claro). Lo extraño hubiese sido lo contrario: carecer de taberna en el itinerario. Pero es que aquella taberna apestaba extraordinariamente a vinazo y el olor, casi sólido, ocupaba por completo la parte de la acera correspondiente a la taberna. Al atravesar ese tramo de calle, mi hermano, con cinco años, exclamaba “¡Uy qué rico!” (ahora lleva décadas bebiendo coca-cola, pero entonces apuntaba claramente a borrachín).

El segundo recuerdo olfativo es el de las vaquerías que aún tenían sede en los bajos de inmuebles madrileños, incluso en barrios relativamente modernos, como el de Salamanca. Las vaquerías, por supuesto, olían a vaca y a caca de vaca (caca: merde, shit, Schaisse). En los colegios no se planteaban entonces llevar a los chicos de excursión a una granja para que viesen una vaca real. Porque las teníamos en el centro de Madrid (pienso, de pasada, que debería hacerse una conmemoración importante de aniversario una vez determinado cuándo se cerró en la Villa la última vaquería, de donde salían aquellas grandes cántaras metálicas, las “lecheras”, para el suministro de muchos ciudadanos: ¡una sola clase de leche!, pero teníamos todos menos alergias y otras afecciones hoy extendidísimas).

Este recuerdo de los olores del vinazo y de las vacas y su caca, olores urbanos de antaño, me ha llegado por una veloz asociación de ideas con muy recientes experiencias rurales, de mi pueblo (adoptivo: el de mi abuelo materno; yo soy natural de la Villa de Madrid): las de unos hedores insoportables surgidos al conjugarse cierta orientación eólica con la existencia de dos elementos: explotación porcina (cochinos, cerdos, chanchos, etc.) y granjas avícolas. La caca de los cochinos y las gallinas, los purines, que les llaman, producen un mal olor asqueroso e intensísimo, tanto peor si hay parcelas recién abonadas con ese material. Desaparece el aroma de pinares, jaras y tomillos y la famosa (y real) tranquilidad del campo queda aniquilada: sedentarismo forzoso, con las ventanas cerradas. Es imposible, impensable, pasear junto al Duero o subir hacia el páramo por veredas que sortean majuelos y pinarejos. En esos momentos -una mañana o una tarde entera, como una noche de firmamento perfecto-  sólo cabe ponerse a resguardo de la pestilencia.

Y pienso todo esto, también por asociación de ideas, pues las noticias más llamativas de ayer y hoy (escribo entre el 9 y el 10 de mayo de 2012), una del mundillo político-judicial; otra del ámbito bancario, me parecen inundar la atmósfera de la hediondez de mucha shit, merde Schaisse.

Es verdad, es innegable que hay ventiladores esparciendo las malolientes partículas de los excrementos (algún ventilador es fácilmente localizable; otros, más numerosos, son difíciles de identificar). Pero los comentarios de protagonistas, observadores y comentaristas profesionales (sin disfrazar o disfrazados de informadores), comentarios que lamentan que el ambiente se enrarezca, que se haga daño grave a importantes instituciones, que se actúe por venganza o resentimiento, comentarios sobre la maldad de unos y sobre la maldad de sus adversarios, alegando datos imposibles de verificar y que no pueden ser todos ellos verdaderos, esa hedionda realidad que transmite en todo caso el conjunto de la información y las opiniones sobre tal o cual personaje y sobre la situación -real, exagerada o falsa- de tal entidad o de nuestro sistema financiero, cuajan en mi cabeza en forma de un debate surrealista: si es mejor que la basura animal, la merde, se encuentre en estado semisólido o en suspensión aérea, como la colocan los ventiladores.

En suspensión, esparcidos los excrementos por el aire, no es que respiremos mal, es que nos acomete un asco tan invencible como insoportable. Más apelmazados, pegados al terreno, en el suelo, apenas se notan, pero siempre estamos a merced de un cambio de viento. Se dirá que esto último es menos penoso, menos insalubre que lo primero. Y quizá, a primera vista, esta opinión parezca bien fundada. Pero de ahí se pasa casi insensiblemente a la idea de tolerar la acumulación constante de la basura animal. Nos vienen a proponer tolerancia ilimitada a la caca, a la m… O incluso planes y proyectos para construir sobre ella, procurando solidificarla. Vivamos, insinúan, como en palafitos sobre enormes lagunas de merde. Al fin y al cabo, parece que ya hay algunos mundos singulares (muy noticiosos en estos días) edificados sobre pilotes que se hunden en gruesas capas de guano moral.

Este debate que se me ha venido a la cabeza en forma tan surrealista, feísta, poco grata, aunque expresiva y disculpable (eso pienso y espero), ha tenido, hace ya mucho tiempo, versiones más elegantes y presentables, dizque cultas y casi humanistas. Sin ir muy lejos, he podido escuchar personalmente a personajes ya históricos de España la afirmación de que es consustancial a la democracia cierto grado de corrupción (o, más a lo bestia, en petit comité, que no hay democracia sin corrupción). Con tanta amplitud y comprensión, con tan magnánima y realista idea del arte de lo posible, hemos ido llegando al tiempo presente, al pestazo actual.

Que cada cual reflexione y concluya como quiera. Personalmente, sin reflexionar apenas, siento un asco profundo, una repulsión absoluta, ante la propuesta de tolerancia a la basura animal e incluso ante la tendencia al acostumbramiento a la proliferación y asentamiento de la m…. No me gustan las peleas del “y tú más” o “pues mira que tú”. Y tampoco me gusta el uso de ventiladores para arrojar hediondos excrementos al aire. Pero hay algo indiscutible: si el ventilador esparce caca, es porque ésta existe. Y no. Sabiendo que siempre habrá cierto grado de corrupción, de merde, no porque sea consustancial a la democracia, sino porque la condición de los humanos nunca se libra del todo de miserias, lo que hay que hacer es limitar la basura y que la que haya esté en basureros, bien señalizados y aislados. Tanta materia fétida no puede asentarse, sin más, sobre el suelo de nuestras vidas. Porque, para terminar con el símil, aunque el viento no nos azotara con el hedor de los purines y aunque nadie agitara ventiladores, esa materia nos contamina: se filtra y envena el agua y la tierra. Y acabamos envenenados. Recuerden, aunque parezca una anécdota, los letales “pepinos de Hamburgo” (v. post del martes, 7 de junio de 2011, EL PEPINO DE HAMBURGO Y OTRAS MAJADERÍAS ANTICIENTÍFICAS: http://www.andresdelaoliva.blogspot.com.es/2011/06/el-pepino-de-hamburgo-y-otras.html). Los pepinos se envenenaron y mataron por la tierra y el agua que les nutrían, impregnadas de los excrementos porcinos.

Yo supongo que los inteligentes lectores de este blog han entendido perfectamente de qué estoy hablando y qué noticias provocan este “post”. Si no es así, será porque hoy no se han asomado aún a la información. En cuanto lo hagan, como muchos ya lo habrán hecho, comprenderán también que sienta lo que he querido expresar y que haya preferido no gastar hoy ni un solo nombre propio.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

No tenia pensado escribir nada, quizas porque nada hay que comentar, ni interpretar, respecto de una realidad tan hiriente (salvo que quienes deban hacerlo puedan explicar que el polvo del camino que mancha togas, y otros habitos, no se ha convertido en cieno sino en ropajes multicolores como los del nuevo traje del Emperador o los de Saruman el Blanco que dejo de serlo)

Pero, hace unos dias, me uni a una multitud en el Parque del Retiro Madrileno en un acontecimiento que hizo llorar estos ojos mios cansados de lectura, y vibrar un corazon inquieto que lamenta no tener la lucidez del de Hipona.

Andaba yo pensando, al ver la multitud que se agolpaba en los margenes del estanque, en tantas cosas azarosas y tan "interesantes" que estan ocurriendo. Tuve el antojo de pensar que era este un lugar inmejorable para gritar "Que nadie duerma, que nadie duerma", cuando por obra y artificio de esta nuestra sorprendente humanidad, esas palabras inundaron ese erial humano, refrescandolo al unirse en cadencia perfecta con el fuego que rompia la noche

No eran "estrellas que tiemblan de amor y esperanza" lo que veiamos, para estar seguros. Si no arcanos fuegos producto del ingenio humano; tanto, al menos, aunque quizas menos ingeniosos, como los pestilentes excrementos que es capaz de generar.

Y con todo, y con mi mente tamborileando los ritmos de sus ultimas letras, el unico eco que puede ya escuchar fue:

Dilegua, o notte!... Tramontate, stelle! Tramontate, stelle!...
All'alba vincerò!
vincerò! vincerò!

Un saludo cordial

Ignacio Rodriguez

PS. Por sorprendentes causas que no atisvo a vislumbrar, tuve que contener un sentimiento naif de gritar "Viva Espana". Quizas fue un lapsus por haber vivido tanto tiempo fuera de Espana; o quizas por haber visto que entre todos los trapos (todos ellos respetables) que ondeaban algunos en la Puerta del Sol, multicolores, tricolores, incluso griegas y sarracenas, la roja y gualda ni estaba, ni se la esperaba.

Lisias dijo...

¡ay! dichosos ventiladores de aspas oportunistas, accionados a distancia desde una mano larga y ex puñeta. El fumus fecalis, me temo, es de etiología diversa.



De estas cosas, mejor desconfiar prima facie, que de la política subyacente, sustrato, siempre emana hedor.

Andrés de la Oliva Santos dijo...

¡Ay Lisias! Mueva el ventilador quien lo mueva, a veces hay mucha mierda, pero mucha, y cuando sale a relucir se ve muy claro que es real y apestosa. La maldad de quien maneja el ventilador (o inspira a éste) no logra eliminar el hedor, porque es real y repugnante lo que se ha ventilado. La idea es semejante a lo de Agamenón y su porquero.

Andrés de la Oliva Santos dijo...

¡Ay Lisias! Mueva el ventilador quien lo mueva, a veces hay mucha mierda, pero mucha, y cuando sale a relucir se ve muy claro que es real y apestosa. La maldad de quien maneja el ventilador (o inspira a éste) no logra eliminar el hedor, porque es real y repugnante lo que se ha ventilado. La idea es semejante a lo de Agamenón y su porquero.