domingo, 20 de diciembre de 2009

LA PRENSA, LA DOMINACIÓN DE LO CORRECTO Y EL "BOOM" DE LO MEDIÁTICO


RELEER A SOLZHENITSYN (III)

Aun prescindiendo de recientes episodios singularmente sangrantes, ocurridos en España, los ciudadanos comunes llevábamos mucho tiempo advirtiendo fenómenos mediáticos muy negativos. Y, hace algunos meses, recomenzó con inédita amplitud una autocrítica que antes no había sobrepasado ámbitos muy reducidos. Por fortuna, bastantes personas decentes y racionales, con protagonismo en los medios de comunicación, se replantearon, actualizada, la ya clásica cuestión del desequilibro entre el poder de la prensa y su responsabilidad, una responsabilidad que es indudable desde el punto de vista ético y social, pero socialmente inefectiva.

Alexander Solzhenitsyn, en su discurso de Harvard, 1978, dedicaba un apartado entero a la cuestión. La gran novedad reseñable, de 1978 a nuestros días, es Internet, pero, en conjunto, lo que dijo Solzhenitsyn se sostiene intacto y hace pensar.

Releer a Solzhenitsyn, también en estos puntos, contribuirá, espero, a volver a situar a un excelente literato y a un hombre valeroso, inteligente y singularmente perspicaz, en el lugar que le corresponde. Contribuirá, sobre todo, espero, a valorar como un gran bien la libertad de pensamiento y de expresión, elevando el discurso sincero y abajando y arrinconando la sumisión cobarde o perezosa (o ambas cosas) a lo política y culturalmente correcto. Hoy predomina una suavona complacencia respecto de lo que hay, que lo acepta acríticamente o, si acaso, con pequeñas reservas y objeciones, siempre compensadas por una machacona y tópica prédica de la verdad oficial (en la que los valores son tan invocados como en realidad ignorados o conculcados). Y esta "ortodoxia" en los contenidos y en las formas ha llegado a tal punto que debiera hacerla inaceptable en una sociedad presuntamente no desprovista de intelectuales y presuntamente compuesta por personas racionales y libres, que disponen de muchos medios para conocer la realidad y enjuiciarla. Sé bien que este blog es una herramienta muy modesta para ir cambiando las cosas, pero no tengo otra (y, ya puestos, pido a los lectores constantes que difundan el blog si encuentran interesante lo que en él aparece).

Me limito a reproducir, con énfasis tipográfico, como en otras entradas anteriores de este “blog”, los párrafos que Solzhenitsyn quiso dedicar a lo que llamó “la orientación de la prensa” seguidos inmediatamente de otros bajo el epígrafe “una moda en el pensamiento”. Dos asuntos íntimamente unidos.

Les dejo con Solzhenitsyn (aunque abriré alguna observación personal entre corchetes):

”La prensa, por supuesto, goza de la más amplia libertad. (Voy a usar el término “prensa” para referirme a todos los medios de difusión masiva.) Pero ¿cómo utiliza esta libertad?”

“Aquí, otra vez, la suprema preocupación es no infringir el marco legal. No existe una auténtica responsabilidad moral por la distorsión o la desproporción. ¿Qué clase de responsabilidad tiene el periodista de un diario frente a sus lectores o frente a la historia? Cuando se ha llevado a la opinión pública hacia carriles equivocados mediante información inexacta o conclusiones erradas ¿conocemos algún caso en que el mismo periodista o el mismo diario lo hayan reconocido pidiendo disculpas públicamente? No. [AOS: algunos casos conocemos hoy, pero muy pocos.] Eso perjudicaría las ventas. Una nación podrá sufrir las peores consecuencias por un error semejante, pero el periodista siempre saldrá impune. Lo más probable es que, con renovado aplomo, sólo empezará a escribir exactamente lo contrario de lo que dijo antes.”

“Dado que se exige una información instantánea y creíble, se hace necesario recurrir a presunciones, rumores y suposiciones para rellenar los huecos; y ninguno de ellos será desmentido. Quedarán asentados en la memoria del lector. ¿Cuántos juicios apresurados, inmaduros, superficiales y engañosos se expresan todos los días, primero confundiendo a los lectores y luego dejándolos colgados? La prensa puede, o bien asumir el papel de la opinión pública, o bien puede pervertirla. De este modo podemos tener a terroristas glorificados como héroes; o bien ver cómo asuntos secretos pertenecientes a la defensa nacional resultan públicamente revelados; o podemos ser testigos de la desvergonzada violación de la privacidad de personas famosas bajo el eslogan de ‘todo el mundo tiene derecho a saberlo todo’ (Aunque éste es el falso eslogan de una falsa era. De un valor muy superior es el desacreditado derecho de las personas a no saber; que no se abarroten sus divinas almas con chismes, estupideces y habladurías vanas. Una persona que trabaja y que lleva una vida plena de sentido, no tiene ninguna necesidad de este excesivo y sofocante flujo de información).” [AOS: estas últimas palabras encierran dos grandes verdades. La primera es que, aunque con buena técnica jurídica es insostenible un “derecho a no saber”, la expresión sí se sostiene como metáfora expresiva de que la libertad personal puede incluir no ser bombardeados con mensajes banales, informaciones morbosas, publicidad encubierta y noticias sobre acontecimientos de relieve social inventado. Los “informativos” de TV incluyen, casi a diario, comentarios y “reportajes” de ese estilo, en detrimento de una información razonablemente completa de situaciones nacionales e internacionales de gran interés.]

[AOS: Con el invento del “corazón” como tema y del “magazine” como género, ¡cuánto tiempo invierten, que se podría emplear mucho mejor que en difundir frivolidades (en el mejor de los casos)! Y una segunda verdad es ésta: las personas maduras, con un trabajo serio y una vida orientada, no necesitan y generalmente no gustan de chismes y cotilleos, de datos sobre cambios de pareja, cambios de nariz, crisis matrimoniales y detalles triviales de personajes sin relevancia verdadera en ningún plano, como no sea en ése, el “mediático”, que se ha logrado igualar en entidad y sustancia a cualquier otro. Pero digo yo que “los medios” no deberían dejar de ser medios. Vds. me entienden. Hay un exceso de información sobre los personajes que deberían informarnos (pero no sobre ellos mismos) o entretenernos (pero no con discusiones a gritos entre ellos o sobre ellos). Y hemos llegado a la fabricación de personajes simplemente “mediáticos” para informar sobre ellos y para que entretengan a multitudes. Algo económicamente barato y dizque sumamente demandado, pero demandado una vez que, irresponsable y avariciosamente, los que mandan en los "medios" han puesto en marcha la escalada del morbo.]

Precipitación y superficialidad son la enfermedad psíquica del vigésimo siglo y más que en cualquier otro lugar esta enfermedad se refleja en la prensa. El análisis profundo de un problema es anatema para la prensa. Se queda en fórmulas sensacionalistas.”

“Sin embargo, así como está dispuesta, la prensa se ha convertido en el mayor poder dentro de los países occidentales, excediendo el de las legislaturas, los ejecutivos y los judiciales. Entonces, uno quisiera preguntar: ¿en virtud de qué norma ha sido elegida y ante quién es responsable? En el Este comunista, a un periodista abiertamente se lo designa como funcionario del Estado. Pero ¿quién ha elegido a los periodistas occidentales que ocupan esta posición de poder, y por cuanto tiempo, y con qué prerrogativas?”

“Existe todavía otra sorpresa para alguien que viene del Este totalitario con su prensa rigurosamente unificada. Uno descubre una común tendencia de preferencias dentro de la generalidad de la prensa occidental (el espíritu de la época), modelos de juicio generalmente aceptados, y quizás hasta intereses corporativos comunes, con lo que el efecto resultante no es el de la competencia sino el de la unificación. Existe una libertad irrestricta para la prensa, pero no para los lectores, porque los diarios transmiten mayormente, de un modo forzado y sistemático, aquellas opiniones que no se contradicen en forma demasiado abierta con su propia opinión y con la tendencia general mencionada.”

“Sin ninguna censura en Occidente, las tendencias de moda en el pensamiento y en las ideas resultan fastidiosamente separadas de aquellas que no están de moda y éstas últimas, sin llegar a ser jamás prohibidas, tienen muy escasas posibilidades de verse reflejadas en periódicos y libros, o de ser escuchadas en universidades. Vuestros académicos son libres en un sentido legal, pero están acorralados por la moda del capricho predominante. No existe la violencia explícita del Este; pero una selección impuesta por la moda y por la necesidad de acomodarse a las normas masivas, frecuentemente impide que las personas con mayor independencia de criterio contribuyan a la vida pública. Hay una peligrosa tendencia a formar una manada, apagando las iniciativas exitosas. En los Estados Unidos he recibido cartas de personas altamente inteligentes – como, por ejemplo, el maestro de un pequeño colegio lejano- que hubiera podido hacer mucho por la renovación y salvación de su país, pero su país no pudo escucharlo porque los medios no le ofrecían un foro adecuado. Esto da lugar a fuertes prejuicios masivos, a una ceguera que es peligrosa en nuestra dinámica era.” [AOS: en efecto: cuanto mayor sea el dinamismo en el progreso que corresponde a un tiempo histórico, más oportunidad debiera tener el pluralismo real, el de las posiciones discrepantes, incluso extremadamente discrepantes. En la actualidad, encuentro pocos fenómenos tan deprimentes como el nulo rigor del debate sobre cuestiones que corresponden al anchísimo ámbito de las ciencias experimentales, donde se supone que habrían de predominar rotundamente los datos y su comprobación. Sin embargo, en ese amplio espacio, donde se sitúan tantos temas candentes, ¿no hay demasiada presión del pensamiento único, de lo políticamente correcto, que ahoga el debate científico riguroso? A mí me parece innegable ese exceso de presión anticientífica. Habrá que ocuparse de esto monográficamente. Si las verdades científicas (presuntamente) se imponen publicitariamente, padece hasta la cuasi-aniquilación el dinamismo socialmente necesario para un progreso real y duradero. Es decir, para un progreso sostenible, adjetivo de moda.]

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