jueves, 1 de diciembre de 2011

¡CUIDADO CON LOS "RECORTES"! PEGAR TIJERETAZOS NO ES GOBERNAR



DOS MALES MUY TEMIBLES: MÁS PARO Y RECESIÓN Y UN AGRAVIO COMPARATIVO EN MASA



A nadie le debería extrañar que D. Mariano Rajoy se esté tomando su tiempo en relación con la gravísima crisis económica española. Nunca se ha caracterizado el Presidente del Gobierno in pectore por ser veloz y expeditivo. En estos momentos, viene a cuento el viejo dicho “vísteme despacio, que tengo prisa”.  Cuando casi nadie informa con veracidad de lo que realmente sucede aquí, es necesario tomarse cierto tiempo -no mucho, pero alguno- para aterrizar bien en la realidad y estar en condiciones de actuar rápida y contundentemente, pero no, nunca, jamás, de cualquier forma que dé imagen de rapidez y contundencia. De imágenes, talantes y demás “merchandising” político ya nos han empachado para varias décadas. De mentiras y engaños estamos absolutamente hartos. Y para globos sonda, nos basta el extraordinario ejemplo del Honorable President Artur Mas, que lanza a diario varias ideas de posibles machetazos al presupuesto catalán. Así que, por el momento, bien estará una cierta pausa si se evitan después improvisaciones, especialmente en los recortes. Porque cualquier cosa, incluso no hacer nada, es mejor que improvisar tijeretazos presupuestarios al buen tuntún. Improvisar tijeretazos está al alcance de cualquier cerebro de mosquito, pero es de peligroso como dejar suelto a un monito juguetón con cuchillas de afeitar en las manos, sólo que sustituyendo al monito (travieso tití o simpático chimpance) por King Kong con cuchillas de tamaño proporcionado. Catástrofe segura.

Hace falta, además, una política. Repito algo que ya dije aquí mismo. Lo de ajustar y recortar no es un proyecto político, sino el stop rotundo a la mentecatez del gasto y del endeudamiento: es el saneamiento elemental (aunque gigantesco) que cualquiera tendría que hacer, por simple necesidad e instinto de conservación a corto plazo. Aplazo hablar más sobre el proyecto político, que no es cosa de mañana o pasado mañana.

Difícilmente, desde la guerra civil, habrá habido una expectación en España y en el mundo respecto de España, con su próximo Gobierno, como la que se palpa en estos días. Se acabó echar las culpas a Zapatero, grande, grandísimo, pero no único culpable. No les vale ya a los políticos esa copla y tampoco a la ciudadanía. Ahora, dentro de unos días y durante 30 ó 60 días más con un nuevo Gobierno, lo que está en juego es si se pierde del todo la esperanza -en una situación altamente inflamable como la actual- y España se va al garete o si se comienza a avistar, no unos miserables “brotes verdes” falsos, sino un horizonte, duro, muy duro, pero esperanzador. Esto de ahora no tiene nada que ver con la rutina de un bipartidismo turnista. Ésta es una crisis gigantesca dentro de una decadencia de civilización. Algo infinitamente menos cruento -por ahora y que así siga- que la Segunda Guerra Mundial, pero probablemente más difícil.

Si el futuro Gobierno quiere que los españoles no nos subamos por las paredes y nos planteemos estudiar en cinco días al Padre Mariana y su luminosa doctrina sobre la licitud del tiranicidio, haga de inmediato tres cosas: primera, no toque las retribuciones actuales (otra cosa serían las retribuciones futuras) del español común (categoría a la que no pertenecen, desde luego, los jerifaltes del sistema financiero y de las entidades subvencionadas: partidos, sindicatos, patronales, empresas públicas, etc.). Porque si, para recortar y recaudar, vacía aún más los bolsillos de millones de españoles, la recuperación o reactivación de la economía real es un imposible físico, metafísico e incluso matemático y sin esa recuperación o reactivación, lo inexorable es más paro, recesión monstruosa, miseria prolongada. Además, mientras la gente siga viendo mamandurrias por doquier, se subleverá con razón ante nuevos ajustes y recortes. Los agravios comparativos resultan insufribles.

Segunda cosa: no dedique el Gobierno más recursos económicos  a las entidades financieras. No más recursos, ni directos ni indirectos ni propios (si quedan) ni prestados. Ni un euro más al salvamento, recapitalización, estabilización, refuerzo, aval, etc., de las entidades financieras. Después de los miles de millones “inyectados”, déjese a las entidades financieras que se arreglen por sí mismas, entre otras razones, porque son las que más saben de arramplar euros. Las que no logren arreglarse, que quiebren. Lo que hay que evitar que quiebre es el país en su conjunto. Y quebrará si los escasos recursos se siguen dedicando a arrojarlos a un pozo sin fondo conocido y que no da agua. Recuerdo que, tras la primera gran “inyección de liquidez” a los bancos y a las cajas, Don Pepiño Blanco, pobre, exhortaba al “sistema financiero” a que reanudase el crédito a los ciudadanos y a las PYMES. ¡Qué entrañable y bondadosa ingenuidad!

Más en concreto sobre las entidades financieras: no se le ocurra al nuevo Gobierno dejarse engañar con lo del “banco malo”. Y menos aún se le ocurra, no engañado, ser cómplice de la segunda entrega de la Gran Estafa. Verán. Nadie explica muy bien qué es eso de un "banco malo". Tengo la completa seguridad de que hay varias personas que saben muy bien lo que es. ¿Por qué no lo explican? Porque veríamos que “un banco malo” es, decididamente, algo malo e incluso muy malo, dado el gran afán de “vendernos” la idea sin explicarla. Pero no le demos vueltas: aquello a lo que se ha decidido llamar “un banco malo” es, sin duda, un mal banco. Y como este mal banco no se constituiría por el libre albedrío de unos seres humanos que decidiesen hacer un buen negocio, sino para salvarse de las consecuencias de un cúmulo de malos negocios, nada de “banco malo”. Lo diga D. Rodrigo Rato o el sursum corda (y aunque lo hayan hecho ya en otros países, porque aquí sería distinto). Pero, ¿cómo rayos puede alguien, con un miligramo de cerebro y unos nanogramos de decencia, constituir un denominado Banco con los llamados “activos tóxicos”, es decir, con basura, con los impagados e impagables? Si se permitiese que las entidades financieras se “limpiasen”, repristinasen y relanzasen (¡pobrecitas ellas, con los dividendos que no han repartido, con las pérdidas que han sufrido!), a base de trasladar a otra parte lo que tienen en balance como “activo”, pero que es, en realidad, tóxico, venenoso, ¿por qué no podríamos todos los demás “crear” un “padre malo” o un “hijo malo”, a modo de “avatares”, para transferirles todos los errores propios? Además, constituir y mantener un “banco malo” no es gratis y como, sin duda, no lo pagarían quienes lo patrocinan, porque lo que persiguen es exactamente lo contrario, lo pagaríamos entre todos (o sea, más recortes, más tijeretazos a millones de semi-esclavos, “muy competitivos”, eso sí).

Tercera cosa: aplíquense D. Mariano Rajoy y equipo a pensar en lo que realmente puede reactivar nuestra economía real y a disponer lo que, en consecuencia, sea menester. No desoigan a “los mercados”, a Merkel, a Sarkozy, a Obama. No pueden hacerlo. Pero no dejen de pensar por sí mismos y de pensar en nuestra concreta situación, para ponerse, sin pensar demasiado, a trabajar al dictado, que siempre sería mucho más fácil. Hagan el plan que más nos convenga, el que encaja con el estado de nuestra Nación. Lo que reactive nuestra economía real, frene el paro y comience a crear empleo es lo que convencerá a “los mercados”, aunque se sufran algunos zarandeos e incluso algún terremoto. Si las cosas se hacen bien, si el plan es bueno, será bueno para “los mercados”, para la Eurozona y para Merkel, Sarkozy y Obama (y si alguno se enfada, que se enfade).

Instrumentalmente, hay algo “metodológico” imprescindible: no claudiquen ante ningún sector, ante ningún “lobby”, ni ante CEOE ni ante sindicatos, ni ante éstos o aquéllos, del mismo “cuerpo” que este o aquel nuevo mandamás. Escuchen, estudien, tomen buena nota, pero no claudiquen. Tienen mayoría absoluta. Utilícenla bien, en lugar de dilapidarla como el Sr. Aznar. Hay muchos y fortísimos intereses creados, acostumbrados a ser, no ya atendidos, sino secundados y obedecidos. Gran parte de nuestros males -en España y en el mundo- provienen de haber dejado actuar a personajes y sectores con graves conflictos de intereses, como si esos conflictos no existieran. Eso se tiene que acabar, es una cizaña que debe ser arrancada ya, sin esperar al día del Juicio. Ejemplo bien actual: “¿qué le parece el indulto del Sr. Sáenz?”, me preguntan mucho en estos días. Me parece mal, rematadamente mal, porque el indultado es acreedor del partido del Gobierno. Un acreedor que, por si fuera poco, de vez en cuando perdona, con lo que resulta que los créditos son donaciones condicionadas. Por eso es indecente que un Juez simplemente pida dinero a un Banco: porque el Banco es o puede ser -tanto da- “cliente” del Juez. Eso son conflictos de intereses.

El futuro Gobierno del PP tiene por delante, como requisito de todo esto, la necesidad de una catarsis interna inmediata. Porque tiene que abandonar y prohibir prácticas viciosas que han sido actuaciones cotidianas tenidas por normales e incluso como virtuosas. Pierdan el miedo a hablar de la corrupción, como si no la hubiese y como si denunciarla y actuar contra ella fuese cosa sólo de radicales anti-sistema o de perturbados mentales. Muestren, con hechos, palabras y normas, que sintonizan con la ciudadanía, que hace mucho tiempo que no se chupa el dedo.

Dos cuestiones más, para terminar por hoy. ¿De dónde recortamos, podrían preguntarme? De la estructura del Estado, Comunidades Autónomas y Municipios incluidos. Digo de nuevo lo que dije en su momento y quizá se consideró una “boutade”: reduzcan a la mitad el número de Ministerios, Secretarías de Estado, Direcciones Generales, Consejerías, Viceconsejerías y todos los altos cargos y asesores y adjuntos correspondientes (v. http://www.andresdelaoliva.blogspot.com/2010/02/gobierno-de-concentracion-y-reduccion.html).   Dejen de pagar a la mitad de quienes ocupan cargos con excedencia y reserva de plaza. No dejen de pagar a los servidores públicos que se ganaron su puesto en buena lid. Dejen de pagar alquileres, amortizaciones, electricidad, aparatajes, etc. Cierren las televisiones públicas duplicadas o triplicadas en un mes (y más tarde, las otras): no dejen a nadie de las plantillas sin cobrar lo que cobraba (que tengan la pitanza garantizada y se reciclen como quieran y puedan), pero ahorren ya todo lo demás, que después vendrán nuevos ahorros. Eliminen subvenciones a lo que no presente un innegable interés público, general, perceptible por los ciudadanos como necesitado de financiación por todos. Cierren empresas públicas, cientos de ellas minúsculas y sin sentido alguno, pero un platal sumadas todas ellas. Cierren o fusionen Universidades públicas disparatadas, archideficitarias, dado su escasísimo número de alumnos, y abocadas a no ser nunca verdaderas Universidades. Esos cierres no tienen por qué dejar a nadie en el desamparo o la penuria.

Si se ponen en serio a esa labor, a mí, desde luego, me pueden pedir que pague algo más por las medicinas que lo que pago ahora con mis recetas de MUFACE. Con ejemplaridad de los poderes públicos en los recortes de lo público que es supérfluo, los ciudadanos pueden entender que lo que no les cuesta, o les cuesta mucho menos que su coste real, no es, en realidad, gratuito o semi-gratuito, sino que lo pagamos todos y no equitativamente repartido. Pienso, por ejemplo, en que las tasas de matrículas de las Universidades públicas sean iguales cualquiera que sea el nivel de ingresos de los padres o familias de los alumnos, o de ellos mismos.

Por último, voy a proporcionar a los dirigentes del PP un argumento de estímulo absolutamente desprovisto de altura literaria, doctrinal, ética o cosa que les suene a música celestial. Es éste: el PSOE perdió, del 2008 al 20 de noviembre de 2011, más de cuatro millones de votos. El PP, con todo el zapaterismo y demás, ganó medio millón de votos. Si el Gobierno del PP no acierta en los dos primeros meses (y entonces difícilmente acertará en lo que siga), en bastante menos de cuatro años el PP puede muy bien perder más de cuatro millones y medio de votos. Y entonces no estará como ahora el PSOE, sino mucho peor, porque unas siglas con más de un siglo de historia son un activo -ahora muy devaluado, pero un activo no tóxico- del que carece el PP.

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PS. No recorten en educación o instrucción, como quiera llamarlo Dña. Esperanza Aguirre. Ahí nos jugamos el futuro. Un anónimo comentarista añade y le copio: tampoco recorten la Sanidad, que ahí nos jugamos el presente. Pero matizo: lo que sí cabe hacer es revisar la aparente gratuidad de todas las prestaciones sanitarias.

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