miércoles, 30 de marzo de 2011

"¿CÓMO SE LES OCURRE A LOS JAPONESES VIVIR EN JAPÓN?"


SOBRE HERR OETTINGER, "LAS NUCLEARES", EL JAPÓN Y CIERTA MISERIA OCCIDENTAL
(ampliado y matizado a 1 de abril de 2011)


Dos amables comunicantes me han escrito sin identificarse y no he podido, para empezar yo mismo cumpliendo las normas de este “blog”, publicar lo que me enviaban como comentario a dos distintas “entradas”: LIBIA Y JAPÓN, EN NUESTRAS CASAS, de 14 de marzo de 2011 y URGE QUE EL COMISARIO EUROPEO DE ENERGÍA, GÜNTHER OETTINGER, VUELE A JAPÓN, de 17 de marzo de 2011. Pero lo que planteaban era y es interesante y no quiero dejar de tratarlo. Además, la grandeza y la miseria se siguen exhibiendo a cuenta de la catástrofe japonesa.

El “comentario” al “post” sobre Herr Oettinger me hacía notar que, a la vista de los últimos acontecimientos, quizá Oettinger tenía razón en sus análisis apocalípticos y en sus profecías aún más apocalípticas. Y que quizá yo fui demasiado severo con este Comisario europeo. Me añadía que Herr Oettinger tiene un club de “fans” en España, porque se opone a lo que quieren los poderosos o algo parecido.

De esto último nada sé y lo considero perfectamente irrelevante, pero me releo y pienso que no tengo nada que rectificar -rectificar cuando me equivoco no me cuesta- de mi “post” sobre Herr Oettinger. Cuando yo escribía, Herr Oettinger había proferido declaraciones infundadas (infundadas en el momento en que las hacía y hasta hoy mismo) y profecías harto imprudentes (también en aquel momento). Declaraciones o veredictos y profecías empapados de insensatez y rezumantes de indisimulado afán de notoriedad. Por eso, pensaba que urgía su vuelo a Japón. Como quiera que no fui el único en juzgarle severamente -aunque quizá sí uno de los primeros-, el Comisario Oettinger ha guardado silencio desde entonces o, al menos, no ha dicho nada digno de grandes titulares en todos los continentes. Modestamente, yo he guardado silencio sobre él.

La situación de la central de Fukushima I no acaba de estabilizarse, sino que parece empeorar en algunos momentos y en cierto sentido. Pues bien: ni siquiera ahora debería el Comisario Oettinger decir lo que dijo. Carezco del menor interés personal en la industria de la energía nuclear y no mantengo relación con nadie de ese ámbito. Por profesión, tampoco experimento ninguna inclinación a defender a capa y espada la seguridad de las centrales nucleares, como es explicable que la sienta un ingeniero nuclear. Sencillamente opiné y sigo opinando que Oettinger no había sido justo con Japón al decir que habían perdido el control (perder el control no es lo mismo que no poder arreglar un desastre con la rapidez deseable) y que Oettinger había sembrado el pánico cuando no existían motivos para tal siembra. En cuanto a las dotes proféticas de Oettinger, no le reconozco ninguna. Simplemente, de cara al futuro, se apuntaba a vaticinar la mega-catástrofe nuclear. Espero que se equivoque y pienso que se equivocará. Pero si, lamentablemente, acertase, no sería por conocimientos -que él mismo reconoció no poseer, aparte de los que le aportaban los periódicos-, sino porque cualquiera tiene un 50% de probabilidades de acertar si apuesta a negro respecto de rojo. Para escribir los dos “post” citados, personalmente hice bastante más que leer los periódicos.

Un segundo comentario, cuya amabilidad aprecio y agradezco de corazón, va más al fondo de la cuestión. Y me permito reproducirlo íntegro. Dice así:

“Querido profesor, no debiera usted confundir eventos naturales con responsabilidades y naturaleza humana. Debemos compadecernos y solidarizarnos con el pueblo japonés por las circunstancias que atraviesa como consecuencia de una catástrofe natural pero eso no es excusa para advertir que esta catástrofe ha sido magnificada por una actuación humana. Es un hecho incontestable que la construcción de esa central nuclear y muchas otras se ha basado en hipótesis demasiado optimistas. Es más, nunca debieron ser construidas allí porque Japón se encuentra situado en una zona de máxima actividad sísmica y esto no es una novedad puesta de manifiesto con el reciente terremoto. Pero es que este enfoque del problema de la seguridad nuclear basado en el protagonismo de los eventos naturales también es incorrecto porque en este caso lo primero que se debe garantizar es la integridad, competencia y honestidad humana. Menuda tarea ¿Verdad? Un abrazo, profesor." [El subrayado es mío]

Afectuosamente, yo quisiera formular dos consideraciones previas sobre este enjundioso comentario. La primera es que no suelo “confundir eventos naturales” con “responsabilidades y naturaleza humana”. Aparte de que la distinción es asequible a un sinfín de personas con mediana instrucción, la formación jurídica ayuda adicionalmente a evitar esa confusión: distinguimos entre “hechos” y “actos jurídicos”; utilizamos el concepto de “fuerza mayor” y, por supuesto, el de “responsabilidad”, sobre el que he trabajado especialmente. En algún momento, puedo, pese a todo, claro está, incurrir en un error en el que esté presente la confusión que me atribuye el amable comentarista. Pero, revisado mi “post” de 14 de marzo pasado, no encuentro que en ese texto se dé esa errónea confusión. Más bien ocurre lo contrario: insisto mucho en distinguir lo que es humano y en lo que es cosa de la naturaleza (no humana, porque pienso que existe también la naturaleza humana). Lo que en realidad diferencia mi postura de la del amable comentarista es que atribuimos a los eventos naturales -los terremotos y tsunamis registrados- distinta relevancia en la situación creada en Japón: él mucha menos que yo. [ADICIÓN: es posible, desde luego, y así lo mantienen diversos expertos, que, aunque los eventos naturales del 11 de marzo de 2011 fuesen excepcionales, las centrales nucleares niponas no se encontrasen en las mejores condiciones dentro de los estándares oficialmente aprobados. El mismo Gobierno de Japón, con prudencia pero con suficiente claridad, ha efectuado fundados reproches a TEPCO. Me parece muy digna de consideración, muy acertada, la idea de que la privatización de la energía nuclear es absolutamente imprudente sin constante control por expertos de las autoridades públicas. Aquí parece haber fallado el Gobierno japonés, en una manifestación más -como las que tenemos aquí mismo- de la conmixtión y complicidad objetiva entre los poderes públicos y los privados.]

Una segunda consideración es que “garantizar” “la integridad, competencia y honestidad humana”, que el comentarista considera “primero” o prioritario, no es que sea una tarea ímproba, como se deduce del final del comentario (y estamos de acuerdo), sino que no sé de ningún método especial para tal garantía. La honradez o integridad y la competencia profesional del elemento humano es buscada teóricamente por todas las sociedades, a innumerables efectos, por innumerables caminos. Es un asunto que me preocupa en extremo desde hace muchos años y que coincido en considerar fundamental. Desde hace muchos años vengo sosteniendo públicamente que no hay sistema de convivencia (sistema político, social o económico) que no sea susceptible de corrupción si falla el elemento humano. Es una verdad tan antigua, al menos, como la escritura, sobre la que ahora no voy a extenderme. Pero si resolviésemos no acometer empresa alguna de cierta magnitud y riesgo salvo tener primero garantizado que en la empresa no fallará el factor humano, nos estaríamos disponiendo a la quietud absoluta.

Dicho lo anterior, me permito discrepar de lo que son afirmaciones centrales del comentario reproducido.

1º) No tengo claro que los efectos de los terremotos y los tsunamis hayan sido magnificados por una actuación humana. También se puede afirmar lo contrario, a saber: que la actuación humana -en concreto, la de construir con determinadas normas de resistencia sísmica- ha permitido reducir de modo extraordinario aquellos efectos, desde el momento en que, p. ej., Tokio, Kioto y Osaka están hoy perfectamente en pie, lo que no ocurriría, según los datos de que disponemos, con San Sebastián, Santander, Oviedo o Burgos, p. ej., si el terremoto de 9 grados hubiese tenido su epicentro a cien millas de la costa este del Cantábrico.

2º) No estoy seguro de que sea “un hecho incontestable que la construcción de esa central nuclear (la de Fukushima I) y muchas otras (¿cuáles?) se ha basado en hipótesis demasiado optimistas”. Esta afirmación del excesivo optimismo me parece respetable, pero no incontestable en estos momentos, porque incontestable es lo que no admite discusión (contestation o contestación) y pienso, más bien, que la respetable afirmación del comentarista es discutible. No digo que se trate de una afirmación falsa que entraña un juicio erróneo, pero, a mi entender, dista mucho de resultar evidente o de estar probado, hoy, un excesivo optimismo de los japoneses (o, lo que sería igual, una gran imprudencia por su parte), especialmente si se tiene en cuenta que carecen de suficientes fuentes de energía propias en proporción a sus necesidades.

Es un gran tópico, pero también una gran verdad, que muchas cosas que hacemos los seres humanos entrañan riesgos. En todos esos casos (los ejemplos están de más), hay que sopesar los riesgos y los probables beneficios de lo que resulta arriesgado. A diferencia del amable comentarista, no encuentro en estos momentos datos para fundar la certeza de un error grave en la prudente ponderación que correspondía a los gobernantes, industriales y ciudadanos japoneses.

3º) “Más aún -sostiene el amigo comentarista- (las centrales nucleares) nunca debieron ser construidas allí porque Japón se encuentra situado en una zona de máxima actividad sísmica y esto no es una novedad puesta de manifiesto con el reciente terremoto”. No puedo compartir esta tajante afirmación, porque algunos datos -hechos- permiten cuestionarla como verdad indiscutible o incontestable.

a) En Japón hay 17 centrales nucleares con un total de 54 reactores. Cuando se produjo el terremoto de máxima intensidad, del pasado 11 de marzo, estaban en funcionamiento 37 reactores. Son 4 (de las 17) las centrales nucleares situadas en la zona del terremoto más intenso y del peor tsunami posteriores. Y los problemas se circunscriben ahora mismo a 1 (una) de esas 4 centrales, la Fukushima I.

b) Resulta innegable, desde luego, que Japón es una zona de máxima actividad sísmica y que eso no lo ha puesto de manifiesto el reciente terremoto de 9 grados ni sus réplicas o posteriores terremotos. Pero el terremoto del 11 de marzo de 2011, frente a las costas de la Prefectura de Fukushima, es el cuarto terremoto más fuerte de la historia humana desde que se guardan registros. Ninguno de los tres que le superan se produjo en Japón o afectó a ese país. Desde 1707 ó 1923 (años de dos grandes seísmos en Japón), los frecuentes terremotos en Japón han oscilado, como máximo, entre 6 y 7’8 grados en la escala Richter. Los importantes terremotos de 14 de junio de 2008 (magnitud 6.8 en la escala de Richter), 10 de agosto de 2009 (magnitud 6,4) y 26 de febrero de 2010 (magnitud 7,3 grados) en las islas Ryuku, al sur, se saldaron sin una sola víctima.

4º) Parece difícilmente refutable que los japoneses se atienen en sus construcciones a unas “normas sísmicas” adecuadas a su innegable riesgo telúrico. De lo contrario, el 11 de marzo pasado, gran parte de Japón habría sido literalmente asolada y los muertos serían cientos de miles o millones. Muy probablemente, la central nuclear Fukushima I habría sido destruída por completo, con lo que los problemas, de existir, serían muy distintos de los actuales. Con los datos hoy disponibles, no me atrevo a pensar, contra el criterio de todos los dirigentes y profesionales japoneses involucrados en la construcción y funcionamiento de 17 centrales nucleares, que haya sido sumamente insensato, como sostiene nuestro comentarista, instalar en Japón centrales nucleares. Llevaría la contraria a demasiadas personas, de las que no sólo en absoluto me considero superior, sino a las que no tengo ningún motivo para suponer que son todas o en su mayoría ignorantes y ciegas a los riesgos y gravemente temerarias en sus decisiones, aunque pueda haber quienes no las han ejecutado adecuadamente, esto es, con una indeclinable preocupación por la seguridad, muy superior al interés por el beneficio económico. Con los datos de que disponían cuando decidieron, se puede sostener lo que personalmente defiendo, hoy por hoy: que los japoneses -que, no se olvide, apenas poseen fuentes de energía propia- son gente seria para organizar su vida ordinaria en sus condiciones geográficas y geológicas y gente muy especialmente fuerte para las calamidades extremas e imprevisibles (un terremoto de 9 grados era imprevisible o, al menos, no entraba dentro de las previsiones generalmente aceptadas). [ADICIÓN: Cosa distinta de estos criterios generales, es que la metalización o pura y simple codicia que muchas veces determina los comportamientos empresariales, haya llevado al descuido, más o menos grave y a una injustificada auto-indulgencia en la gestión por TEPCO de varias de sus centrales. Así se ha afirmado y puede confirmarse, lamentablemente, con el desarrollo de los acontecimientos.]

Si la realidad sismológica del archipiélago japonés y lo que sucede ahora mismo en Japón -que, por cierto, no es sólo ni principalmente lo que ocurre en Fukushima- no se pusiese en relación con lo que la actuación humana japonesa ha dispuesto respecto de aquella realidad, tendría sentido hacerse en serio la pregunta con que he encabezado este “post”, entrecomillada porque es copia de un escueto y chusco comentario de un “bloguero” de periódico. No deberíamos quedarnos en las centrales nucleares: tendríamos que preguntarnos cómo son los japones tan insensatos que viven en Japón. O, más a fondo y más exactamente, ¿cómo es que hay japoneses?

A algunos, a bastantes -no me refiero ya a nuestro amigo comentarista-, que extraen conclusiones de pretendida validez general sobre las centrales nucleares y su seguridad a partir de la situación de Fukushima I tras un terremoto histórico, un maremoto tremendo y tropecientos terremotos más, se les queda corto el viejo refrán castellano: “a cojón visto, macho”.

Cabe dentro de lo posible que Fukushima I encierre importantes lecciones para todos –empezando por los japoneses- en materia de riesgos y seguridad en el uso pacífico de la energía nuclear. Sería necio cerrarse a esa posibilidad. Pero esas lecciones no se han impartido todavía y quizá nunca sean impartidas. Por ahora, las lecciones las están dando la inmensa mayoría de los japoneses: lecciones de control, de serenidad, de constancia y de resistencia. Les dejo un enlace a un excelente artículo de Michel André aparecido en EL PAÍS: “El abandono de Japón”. Léanlo, porque proporciona perspectiva.


Millones de occidentales han sido colocados por su propia ignorancia y cobardía -más la inestimable ayuda de muchos “medios”, asimismo ignorantes de casi todo en materia nuclear- en estado próximo a un pánico histérico y se han olvidado de los miles de muertos a causa del terremoto y el tsunami -los cadáveres se van contando uno a uno y ya alcanzaban ayer la cifra de 11.168- y desaparecidos, de la inmensa devastación de ciertas áreas (hay un cuarto de millón de japoneses alojados en casi 2000 refugios temporales) y del gigantesco esfuerzo que tendrá que hacer Japón. En esos pobres seres humanos occidentales se ha detectado algo bastante peor que ciertos niveles de radiación: la ausencia de cualquier noble sentimiento y de cualquier propósito solidario.

De entre los líderes occidentales, por fin -no me duelen prendas en decirlo- uno de ellos, Nikolas Sarkozy, Presidente de Francia, ha viajado a Japón, aunque da la impresión de que más para promover la industria francesa nuclear que por razones humanitarias. La ausencia de gestos de solidaridad y afecto ha sido -y sigue siendo, por ejemplo, en Obama o en la Unión Europea- sencillamente escandalosa.

Termino con un pequeño suceso significativo. El Gobierno español acabó fletando un Boeing 747, con más de 400 plazas de capacidad, para traer a España a compatriotas que quisiesen abandonar Japón. Lo habían solicitado 250 españoles. Este avión regresó a España el pasado día 23 de marzo de 2011 con sólo 80 españoles, una tercera parte de los solicitantes y casi la mitad de los que se apuntaron al vuelo. Digo yo que, en unos días, algo se les fue pegando de la serenidad japonesa a estos compatriotas. Y, desde luego, comprobaron también que las casas no se les caían encima.

1 comentario:

Andrés de la Oliva Santos dijo...

Querido amigo J.G.R.: En primer lugar, Vd. puede polemizar conmigo con la seguridad de que eso no me molestará lo más mínimo. Y Vd. no debía explicación alguna. A mí me venía muy bien la información que me ha proporcionado con los enlaces,que he utilizado para leer los correspondientes textos, pues hasta ahí llega mi inglés. Debo reconocerle que no tenía noticia de esos antecedentes de falsedades, debilidades descubiertas y no remediadas, etc. Y sólo me tranquiliza haber hecho en su momento cuanto estaba en mi mano para informarme a fondo, aunque no dí con esos papeles en mis numerosas búsquedas de documentación.

Si en el anterior correo o comentario Vd. me hubiese proporcionado esa información, sin duda mi respuesta a su amable comentario hubiera sido distinta y más matizada.

En cuanto a Oettinger, si ha actuado en relación con la inaudita marcha atrás respecto de las fotovoltaicas, mi aversión a sus declaraciones sobre la situación japonesa se habría mitigado. Pero se trata de un personaje con reiterados antecedentes de imprudencias verbales y cuando ha emergido ante la opinión pública mundial no ha sido en relación con aquella marcha atrás, sino con unos comentarios muy contundentes y no documentados sobre la situación japonesa. En ciertos aspectos de su vida público/privada, que conocía por la prensa alemana, no quise meterme.

Un afectuoso saludo y aunque he respetado su voluntad de no publicar su comentario, le animo a enviarlos con su simple nombre de pila.