LOS NUEVOS “AJUSTES” DEL “GOBIERNO DE ESPAÑA”: EXPRIMIR A LOS DEMÁS PARA MALGASTAR ELLOS
(actualizado a 25 de agosto de 2011)
El “Gobierno de España” no es una entelequia, como algunos piensan y hasta lo dicen. No: ahí están el Presidente, dos Vicepresidencias y trece Ministerios, con sus Secretarías de Estado, Subsecretarías y Direcciones Generales. Ahí están los centenares de asesores, las Agencias, los Consejos, los Observatorios y las todavía numerosísimas empresas públicas, muchas de ellas dudosamente útiles. No hablemos ya de las Comunidades Autónomas ni de los grandes Ayuntamientos, a los que por ley cabría reducir de tamaño. Eso sigue igual tras el último Consejo de Ministros. Las grandes medidas fueron: reducir el IVA en la compraventa de viviendas, imponer los medicamentos genéricos en el sistema público de salud e introducir cambios en el pago del impuesto de sociedades para que el Tesoro ingrese más rápidamente algunos millones de euros más.
Nadie ha considerado que esos “ajustes” fuesen en verdad relevantes en cuanto al déficit público. Incluso resulta que el del IVA favorece a los bancos con activos inmobiliarios, mucho más que animar el exánime mercado de la vivienda. De manera que ahora se anuncian, para dentro de unos días, dos medidas. Una es reducir un 8% lo que los funcionarios de la Administración del Estado -al parecer, no los de otras Administraciones- perciben como retribución ligada a la productividad (sin que esté claro qué parte de la retribución será considerada así). Es una reforma de color gris, de la que se ha hablado muy poco en los “medios”, oscurecida del todo por la segunda medida.
Porque la segunda medida presenta los colores del arco iris con su máximo fulgor y se pregona con focos y música apropiada para enfervorizar al mundo (me parece escuchar marchas militares y también una versión marchosa del segundo movimiento del Cuarteto de cuerda nº 62, op. 76, nº. 3, de Franz Joseph Haydn, el Kaiserquartett.) (A ver si les suena: http://www.youtube.com/watch?v=4t3Vmo_EM8Y.) ¿Pensarán que “los mercados” son idiotas y que Frau Merkel, que a veces se equivoca, se va a dejar engañar? ¿Pensarán que así se amansarán los analistas y los números dejarán de significar lo que significan?
Y es que la segunda medida consistiría, nada más y nada menos, que en reformar la Constitución Española de manera que en ésta constase expresamente un límite (por ahora sin definir) al déficit público. No es una idea muy original (de hecho, es copia de antiguas y recientísimas propuestas, nacionales y extranjeras), pero ha quedado resultona, con aspecto de gran cosa y todo el mundo está aplaudiendo.
Me niego a sumarme al aplauso. Todo lo contrario. Primero, porque la constitucionalización del límite del déficit sólo sería buena ahora si se acertase en el límite y el acierto no es seguro, sino muy difícil arriesgado. Si se fuese a constitucionalizar un “déficit 0” se exageraría, porque una economía puede estar sana con algún endeudamiento razonable. En cualquier otro caso de límite de déficit, podríamos, como quien dice, pillarnos los dedos, porque lo que ahora conviene puede ser malo dentro de pocos años y no es serio andar reformando la Constitución cada dos por tres.
[ACTUALIZACIÓN: Introducir en la Constitución una fórmula "flexible" de limitación del déficit, como ahora se está matizando, resultaría nefasto: la mucha "flexibilidad" sería, no ya lo mismo que no decir nada, sino algo mucho peor: el germen de discusiones constantes sobre constitucionalidad de la acción de los poderes públicos, con remisión de parte de esas discusiones al Tribunal Constitucional. ¡Lo que nos faltaba! O, más castizamente: "¡por si fuéramos pocos, parió la abuela!". ¡El TC dictaminando sobre el déficit!]
[ACTUALIZACIÓN: Introducir en la Constitución una fórmula "flexible" de limitación del déficit, como ahora se está matizando, resultaría nefasto: la mucha "flexibilidad" sería, no ya lo mismo que no decir nada, sino algo mucho peor: el germen de discusiones constantes sobre constitucionalidad de la acción de los poderes públicos, con remisión de parte de esas discusiones al Tribunal Constitucional. ¡Lo que nos faltaba! O, más castizamente: "¡por si fuéramos pocos, parió la abuela!". ¡El TC dictaminando sobre el déficit!]
Así que reformar la Constitución para limitar el déficit público me parece una bobada peligrosa, porque un buen límite actual se podría pactar públicamente, con la máxima solemnidad, sin necesidad de abrir el melón de cambiar el texto constitucional, precisamente ahora, con nacionalismos independentistas rampantes y otros extremismos no menos dañinos. De hecho, cuando esto escribo ya están “las redes” ardiendo con peticiones de reformas y referenda con los más diversos contenidos.
En segundo lugar, no aplaudo, sino que silbo y pateo la propuesta, porque no puedo creer que quienes han hecho y hacen de la Constitución (y del Derecho) tan grandísimo y constante escarnio se hayan convertido o se vayan a convertir ahora en personajes respetuosos con la Norma fundamental y con el Derecho, que han tenido la costumbre de pisotear. Esta iniciativa, viniendo de Rodríguez Zapatero, con el respaldo del PSOE, es una burla, un sarcasmo, una tomadura de pelo. ¿Acaso no será el déficit un concepto “discutido y discutible”? ¿Que la reforma es avalada también por el PP? Me da igual. También el PP ha sido cooperador necesario de la repetida infracción de los artículos 117 y 122 de la Constitución Española, en materia más importante aún que el déficit público, como es la independencia de la Justicia y su impartición por los Jueces y Magistrados constitucionalmente previstos.
Mas, por si fuera poco, ocurre -y es lo más irritante- que la medida -puramente verbal- de constitucionalizar no se sabe qué límite del déficit público, viene acompañada de una enésima ocasión desperdiciada de reducir enseguida el gasto público y del anuncio de un nuevo expolio de varios millones de familias españolas: las de los funcionarios, bastantes de los cuales han de vivir con un régimen de incompatibilidades en algunos puntos más duro que el de los mismísimos jueces.
Los funcionarios de carrera no son millonarios y sí han debido superar, en muchos casos, unas pruebas competitivas de cierta dureza. Pero los políticos se han encargado de desmoralizarlos y de crear en España un laberinto normativo y organizativo que impide cualquier Administración Pública seria. Sin embargo, los funcionarios, con los que lidia el ciudadano, son los malos de la película. Los malos son los Inspectores del Banco de España que avisaron inútilmente a su jefe de la burbuja financiera y de la excesiva “exposición al ladrillo” de bancos y cajas. Los malos son los Inspectores de Hacienda que, de vez en cuando, hacen llegar al público algunas verdades. Los malos son los profesores que, a pesar de los pesares ajenos y propios, han alzado la voz sobre la degradación de la enseñanza con cada reforma. Los malos son los médicos que, también a pesar de parecidos pesares, dispensan una sanidad pública de buena calidad. Pues, todos éstos, los funcionarios, los malos, van a ser, de nuevo, los atracados en beneficio de las arcas públicas vaciadas por una clase política intelectualmente indigente y éticamente inane. Los funcionarios, los malos, se empobrecerán de inmediato, no para reactivar la economía española real (el consumo, la demanda y la producción) (todo lo contrario), sino para que no eche el cierre la insaciable industria extractiva de la clase política.
[ACTUALIZACIÓN: Después de publicado este post, desde el Gobierno se empieza a hablar de aumentar los impuestos a "los ricos", como para hacer más presentable el expolio al funcionariado y no quedarse atrás de lo que es clamor en otros países. La cuestión es qué van a entender por "ricos". Y me temo, por los criterios que se han barajado en otros momentos, que no se trate de los "mega ricos" o "super-ricos" que diría Warren Buffet, sino que afecte a la clase media y no sólo a la clase "media alta", lo mismo que a las "grandes fortunas". Cuanto más amplia fuese la noción de "ricos", mayor sería la explotación fiscal, depresiva de la economía real. Y menos se entendería el 8% de reducción a los funcionarios a cuenta de la productividad.]
[ACTUALIZACIÓN: Después de publicado este post, desde el Gobierno se empieza a hablar de aumentar los impuestos a "los ricos", como para hacer más presentable el expolio al funcionariado y no quedarse atrás de lo que es clamor en otros países. La cuestión es qué van a entender por "ricos". Y me temo, por los criterios que se han barajado en otros momentos, que no se trate de los "mega ricos" o "super-ricos" que diría Warren Buffet, sino que afecte a la clase media y no sólo a la clase "media alta", lo mismo que a las "grandes fortunas". Cuanto más amplia fuese la noción de "ricos", mayor sería la explotación fiscal, depresiva de la economía real. Y menos se entendería el 8% de reducción a los funcionarios a cuenta de la productividad.]
Es grosero, casi lascivo y obsceno, el modo en que nuestros gobernantes miran a los votantes. Miran a los votantes sin mirar la realidad, ni la doméstica ni la mundial. Y miran a los votantes exclusivamente como los elementos necesarios para no perder, de aquí en unos meses, sus propios empleos, sus sueldos, su poder y los grandes negocios que, de vez en cuando (es decir, siempre que se tercie), pueden hacer con ciertos amigos del “sector económico”. Los negocios de los aeropuertos innecesarios, del AVE con 9 pasajeros diarios, de privatizaciones muy sospechosas de gran lucro individual sin beneficio general, de la informatización doblemente analfabeta de la Justicia, que la paraliza pero que viene suponiendo contratos millonarios, de los carnet de identidad con microchip que no sirven para nada, de las políticas energéticas super-primadas que luego dejan caer, etc., etc.
Ante esto, tan sabido y verbalmente aborrecido como inalterado e inalterable, vuelvo a repetir, primero, que los votantes no son tontos y, segundo, que estos gobernantes (jobernantes, más bien) y sus acólitos siguen, erre que erre, jugando con fuego. Se quemarán, sin duda, pero lo malo es que el fuego hará otros estragos que no nos merecemos.
Nada que no sea entre malo y catastrófico se puede esperar de la concreta tropa socialista de este PSOE, que es tanto el de ZP como el del Sr. Rubalcaba, “llamadme Alfredo”. Otra tomadura de pelo sangrante lo de la gran promesa de la izquierda renovada, el Sr. Rubalcaba, descubridor de instituciones inútiles que ha mantenido durante lustros sin el menor problema, con González y con ZP, y que ya anuncia la continuidad de las más preciadas joyas del equipo ZP (Chacón, Pajín, Jiménez, etc.) Mientras, D. Mariano y su gente, a la expectativa y a remolque. Pero de las opciones para el 20-N habrá que tratar con más detenimiento en el futuro.
2 comentarios:
Tal vez lo más fácil para que no haya deficit es, en vez de modificar la Constitución, modificar el Real Decreto Legislativo 2/2007, de 28 de diciembre, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley General de Estabilidad Presupuestaria (B.O.E. 31-12-2007)
Muy acertado como siempre profesor. Como coincido con usted mucho mas de lo que disiento me centraré en esto último que es mas corto.
Ya sabemos como son nuestros políticos porque usted lo expresa de manera magistral. Entiendo que puede ser incorrecto dar palos a sus mismos lectores que son asimismo votantes pero la catastrofe a la que nos dirijimos es consecuencia de que los votantes son tontos... o estupidos...o mentecatos...o simplemente, gente sin principios.
Dicen que no existe pecado sin elección. Pues bien, a mi gustaria que alguien me explicara como es posible que Zapatero sea un presidente ¡reelegido!. O como es posible que el PSOE tenga el suelo de votos que a todas luces tiene.
Este pais va llegar exactamente al lugar al que se dirije y que usted tan bien conoce y no por nuestros politicos sino por quienes los eligen. El politico es el hongo fruto del micelio que es esta sociedad.
En consecuencia hace 3 años que me dedico a cultivar una huerta, estoy aprendiendo a montar a caballo como medio de transporte y tracción y me cuestiono si debo hacer un curso sobre fabricación de herramientas de silex.
Por cierto, me ha gustado mucho la expresión de la politica como industria extractiva. Saqueadores es el nombre que les dan en el último libro que he leido. Esto le va gustar: como el saqueo es un acto de violencia sus armas son las leyes.
Un abrazo
Joaquín
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