BABIA, LAS BATUECAS Y LOS CERROS DE ÚBEDA: DESTINOS PREFERIDOS DE LOS DIRIGENTES ESPAÑOLES (Y TAMBIÉN, EN LOS ÚLTIMOS DÍAS, DE MERKEL Y SARKOZY)
(actualizado a 20 de agosto de 2011)
“La cosa está que arde”
(Enterado del s. XXI)
(Enterado del s. XXI)
Pues resulta de nuevo que, sin yo saberlo, sé muchísimo de economía (o sea, que no sé nada en realidad, pero tanto como los economistas estrella). Porque si hace unos días afirmaba yo aquí (http://andresdelaoliva.blogspot.com/2011/08/la-guerra-de-los-mundos2011-el.html) que, al estilo de G.H. Wells, las economías del “primer mundo” sufren el ataque de unos nuevos marcianos invisibles, que son “los mercados”, va Mr. Paul Krugman, Premio Nobel de Economía, me roba la idea y aparece en un importante programa de la CNN, Global Public Square, para afirmar que la crisis económica mundial (en realidad, se refirió a la estadounidense) sólo se podría arreglar con un ataque de los marcianos. La economía de guerra con los marcianos reactivaría de manera extraordinaria la economía real: una inversión y una producción masiva para defendernos redundarían en un enorme aumento de la demanda y del consumo, hasta el punto de que si luego la amenaza alienígena resultase falsa, el bien ya estaría hecho.
Este Krugman es también, como Guy Sorman, de los partidarios de no entretenerse con el endeudamiento de los países (ni con el de los hipotecados) y otras fruslerías como la caída de las Bolsas. Pero mientras Sorman nos insta a imitar a China y la “cuenca desregulada” del Sudeste asiático y a autoesclavizarnos (no metafóricamente) y así competir, para Krugman, a quien todos señalan como un Keynes redivivo, programas de fuerte gasto público y política expansiva de la Reserva Federal (o sea, mucho dinero prestado barato) son la solución (para los EE.UU.: los demás no le interesamos a este caballero), porque, dice, aunque con una economía deprimida “es muy difícil conseguir inflación”, “se puede conseguir” mediante esos dos remedios.
Suponiendo que alguna similitud guarde la economía de un país con la individual o familiar, uno diría que para gastar, y gastar mucho, hace falta disponer de mucho dinero. Pero quien debe mucho dinero no tiene mucho dinero que gastar, salvo que sus acreedores se hayan desentendidos de sus créditos (cosa rara) y estén fascinados con las espléndidas propinas que su super-deudor prodiga cuando paga las cuentas de los restaurantes o cuando le desatracan el yate (quizá ya embargado) para pasear “celebrities” o personajes de su misma calaña. Ahora bien: si alguien que aún tiene dinero, pero debe mucho más de lo que tiene, se desentiende de sus acreedores y sigue frecuentando los mejores restaurantes y saliendo con el yate (aunque deba miles de euros o dólares del gas-oil), se trata, sin duda, de un caradura y de un desahogado, que está perjudicando aún más a sus acreedores y alargando un poco su agonía: ya está en la ruina y muy pronto se le declarará socialmente arruinado.
Supuesta la similitud señalada, cuando Krugman propone que los EE.UU. se dediquen, como si los marcianos amenazasen, a gastar mucho dinero, dado que es notorio que los EE.UU. no tienen mucho dinero, porque el que tienen de facto lo deben y con creces, digo yo que Krugman está proponiendo que los EE.UU. utilicen con soltura las máquinas de acuñar y de imprimir monedas y billetes en dólares. Así que el Nobel Krugman propone, en un programa televisivo no humorístico, que los USA, que deben más de lo que producen, en vez de pagar, se fabriquen dinero a manta, no para ir pagando a sus acreedores, sino para gastar a mansalva en armas anti-marciano, porque así se reactivará la economía. Por supuesto que así también se generará inflación -Krugman lo reconoce-, pero es una inflación buenísima, palabra de Krugman.
A primera vista, se me ocurren algunas objeciones a esta genialidad marciana. La primera es por qué se supone que esa creación de moneda -que tendría que ser enorme: un inminente ataque de Marte no es una escaramuza- no desencadenaría una máxima desconfianza mundial en los EE.UU., con las consecuencias propias de tal desconfianza. ¿Nadie se daría cuenta de que el dólar es papel mojado si, de pronto, los EE.UU., que estaban al borde de la quiebra, del “default”, apareciesen gastando a troche y moche y facilitando aún más el crédito? Una segunda objeción consiste en que la idea de Krugman implica considerar admisible para un Estado aquello que llevaría a la cárcel a unos empresarios. La estafa piramidal -del famoso “esquema Ponzi”- consiste en ir pagando a unos lo que se les prometió como rentabilidad a base de utilizar el dinero que se va recibiendo de otros para la presunta inversión. Lo ilícito es, al parecer, prometer más de lo razonable, sin proveer para situaciones apuradas y, sobre todo, afirmar que el dinero recibido se va a invertir cuando, en realidad, se utiliza para pagar a acreedores anteriores. Pero, al fin y al cabo, nada hubiese ocurrido si Madoff hubiese seguido pagando -de hecho, nada ocurrió mientras pagaba- y quien le daba dinero a Madoff podía pensar que las ganancias que Madoff le iba proporcionando mientras la prestidigitación funcionaba, al ser superiores a la rentabilidad de los mejores negocios ordinarios, tenían que obedecer a algún “truco”. ¿O es que aún quedaban “grandes inversores” que creían en los “duros a cuatro pesetas”. ¿Por qué no debería ser socialmente reprobable (y con la máxima reprobación, la penal) que los gobernantes de un Estado pagasen con dinero recién impreso, notoriamente desprovisto del respaldo de cualquier valor real, a nuevos acreedores, sin respetar la preferencia de los anteriores? Si alguien en quiebra (con activo inferior al pasivo) privilegia a su arbitrio a unos acreedores (los que le fabrican la nueva piscina, cuando a otros les debe aún la antigua), seguramente lo pasará mal.
Más objeciones: ¿por qué piensa Krugman que la inflación que él desea ardientemente para reactivar la economía podría ser controlada de modo que el nuevo dinero de los programas de gasto público y de “política expansiva” sirviese, pese a la inflación, para reactivar espectacularmente, como desea, el consumo y la producción? Además, ¿no han sido los artilugios del dinero sin valor, de la más avanzada ingeniería financiera (el dinero “humo”, ése de las “titulizaciones” y de los sofisticados derivados, dinero producido en cantidades astronómicas), los que nos han traído a la situación presente?
Otro Nobel de Economía, Joseph Stiglitz, se preocupa también de la situación y escribe, en Le Monde, 17 de agosto de 2011, que, “en este diluvio de malas noticias económicas, el único pensamiento reconfortante es que podría haber sido peor: las tres agencias de calificación hubieran podido degradar la nota de los Estados Unidos, las Bolsas habrían podido caer aún más y los Estados Unidos habrían podido entrar en suspensión de pagos de su deuda.”
“La opinión general es que, a partir de ahora, en este nuevo episodio de la Gran Recesión, existe un riesgo elevado de que las cosas empeoren, sin que los gobiernos dispongan de ningún instrumento eficaz. El primer punto es acertado, pero el segundo no es completamente exacto”. Al leer estas últimas palabras, uno se excita con la esperanza de una inmediata bocanada de optimismo y piensa: “veamos lo que sí podrían hacer eficazmente los Gobiernos". Para llegar a la esperada esperanza hay que leer antes varios párrafos descriptivos y de descarte de medidas eficaces (p. ej. “un tercer episodio de flexibilización cuantitativa” por parte de la Reserva Federal, si se lograse “calmar a los halcones de la inflación” que en ella anidan, “sería aún menos eficaz que el anterior”; mantener los tipos bajos hasta el 2015) . Mas, por fin, Stiglitz afirma: “Sin embargo, la verdadera respuesta, al menos por lo que concierne a los países que, como los Estados Unidos, pueden obtener créditos a bajo interés, es simple: utilizar el dinero para realizar inversiones de alto rendimiento. Todo eso a la vez [AOS: la verdad es que no deja claro qué es “todo eso” que irá “a la vez”] relanzaría el crecimiento y generaría ingresos fiscales, haciendo bajar a medio plazo la ratio de la deuda en relación al producto interior bruto (PIB) y mejorando la sustentabilidad de la deuda.”
Y continúa: “incluso con la situación presupuestaria que conocemos, reorientar los gastos y los impuestos hacia el crecimiento –disminuyendo las retenciones sobre los salarios y aumentando los impuestos de los más ricos, pero también bajando los impuestos a las empresas que invierten y aumentándolos a las que no lo hacen- permitiría mejorar la sustentabilidad de la deuda”.
En estas frases hay algunas recetas, no enteramente coincidentes con la economía de guerra ficticia propuesta por Krugman. Pero hay también unos puntos clave de suma vaguedad o ambigüedad y, por tanto, “bla, bla, bla”, palabrería indisimulablemente inane: porque ¿qué es “utilizar el dinero para inversiones de alto rendimiento”? (¿como cuáles?) O ¿en qué consistiría lo que tendría que ser igual a esas inversiones (aunque quizá no lo sea), “reorientar los gastos y los impuestos hacia el crecimiento”?. En sentido negativo, una anti-receta sería la austeridad. La austeridad sería malísima. Dice Stiglitz que “el otro problema de Europa es que, en ella, demasiadas personas consideran que la austeridad presupuestaria es la respuesta acertada”, pero “reforzar la austeridad no tendrá otro resultado que ralentizar el crecimiento de Europa y aumentar sus problemas presupuestarios.” Vean, si quieren, todo el artículo: http://www.lemonde.fr/idees/article/2011/08/16/joseph-stiglitz-comment-eviter-une-longue-lethargie-de-l-economie_1560104_3232.html
No parece que los sabios estén mucho más preparados que los gobernantes (luego veremos a qué se dedica el dúo Merkel-Sarkozy) para acertar el rumbo en la situación tal como es. Parece, eso sí, que los sabios, ex post facto, saben explicar con gran aplomo por qué las cosas siguen sin arreglarse.
Sin embargo, hay varias coincidencias entre Krugman y Stiglitz (lo que, dirán algunos, no es de extrañar, pues ambos son keynesianos). Coinciden en no estar a favor de la austeridad presupuestaria. Pero coinciden también -en esto muy poco influidos por doctrinarismo de escuela- en que importa mucho el crecimiento de la economía real e importa mucho el paro. Importan más que la ratio deuda-PIB. Importan más que las calificaciones de las tres grandes agencias. Importan más que el equilibrio presupuestario.
No encuentro demasiada dificultad en aceptar esa prelación de “importancias”: aquí he defendido siempre la prioridad de reactivar la economía real, estimulando demanda, producción y empleo. Lo que no me acaba de convencer en los grandes análisis de estos dos gurús económicos (como en el de Sorman) es que lo que más importa se pueda y se deba tratar como ellos lo hacen, es decir, prescindiendo de lo que importa menos. Porque importará menos, pero importa y es relevante. Aunque teóricamente fuese irrelevante, en realidad tendría relevancia porque los gobiernos se la otorgan, al menos en Europa.
Así que nada tiene de extraño que Stiglitz, tras abrir puertas a la esperanza, acabe dando un portazo de total desesperanza, con frases que vendrían a ser un “ni idea” a la pregunta del título de su texto: “Comment éviter une longue léthargie de l’économie?”. Porque éste es el final: “Ahora que la amplitud del problema ha salido plenamente a la luz, ha surgido una nueva certeza: la certeza de que, cualesquiera que sean las medidas adoptadas, las cosas van a empeorar. Un letargo prolongado aparece como el escenario optimista.” Si yo comienzo un texto con la pregunta transcrita y lo termino con las frases reproducidas, cambiaría la pregunta del título (diría, por ejemplo, “¿se puede evitar un letargo prolongado de la economía?”, para responder de inmediato con la respuesta (“no”) y luego explicarla.
Pero, miren por dónde, en las mismas fechas, salta una gran noticia, en todos los sentidos de la expresión: Mr. Warren Buffet, tercera fortuna del mundo, escribe en el New York Times su ya histórico “Stop Coddling the Super-Rich”: “Dejen de mimar a los super-ricos”, que, naturalmente, Buffet se aplica a sí mismo en primer lugar. Asombroso que alguien beneficiado, privilegiado, diga, amable pero firmemente, algo así como: “es inicuo cómo me privilegian Vds., señores de la política.” Esto escribe Buffet:
(Lo que sigue es más interesante: corto sólo por no ocupar demasiado espacio directamente visible del blog)
«Nuestros líderes han pedido “sacrificio compartido”. Pero cuando hicieron esa petición, me excluyeron a mí. He hablado con mis amigos mega-ricos para saber qué dolor esperaban. También han resultado excluidos.»
«Mientras los pobres y la clase media lucha por nosotros en Afganistán y mientras la mayoría de los americanos se esfuerzan por llegar a fin de mes, nosotros, los mega-ricos, continuamos disfrutando de nuestras extraordinarias rebajas fiscales. Algunos de nosotros somos gestores de inversión que ganamos miles de millones en nuestro trabajo diario, pero que estamos autorizados a considerar nuestros ingresos como “carried interest”, por lo que se nos grava con un impuesto del 15%. Otros que manejan futuros durante 10 minutos, tienen el 60 por ciento de sus ganancias gravado al 15%, como si fueran inversores a largo plazo.»
«Éstas y otras bendiciones derraman sobre nosotros los legisladores en Washington, que se sienten impulsados a protegernos como si fuéramos unos búhos moteados u otras especies en peligro de extinción. Es bonito tener amigos en las alturas.»
A partir de ahí, Buffet explica muy bien cómo él paga menos impuestos que los 20 empleados de su oficina y cómo a sus amigos mega-ricos les ocurre lo mismo e incluso, a algunos de ellos, aún les favorecen más “bendiciones”. Importante en especial es este párrafo:
“En los 80 y en los 90, los tipos impositivos para los ricos eran mucho más altos y mi tipo estaba hacia la mitad del pelotón. Según una teoría que escucho en ocasiones, yo hubiera debido contraatacar y negarme a invertir a causa de los elevados tipos sobre los beneficios del capital y los dividendos.”
“Pero no me negué y otros tampoco lo hicieron. He trabajado con inversores durante 60 años y todavía no he visto a ninguno –ni siquiera cuando los tipos sobre los beneficios del capital eran del 39’9% en 1976-77- que haya rehuido una inversión sensata a causa del tipo impositivo sobre la ganancia potencial. La gente invierte para ganar dinero y los tipos impositivos nunca les han asustado. Y a los que argumentan que unos tipos más altos dañan la creación de empleo, les hago notar que los puestos de trabajo aumentaron en un neto de casi 40 millones entre 1980 y 2000. Vds. saben qué ha pasado desde entonces: tipos impositivos más bajos y creación de empleo aún más baja.”
El artículo entero en http://www.nytimes.com/2011/08/15/opinion/stop-coddling-the-super-rich.html?_r=3, aunque la prensa española ha publicado resúmenes amplios y bastante fiables. Sé muy poco de este super-mega-rico, pero, sólo por este artículo, merecería un monumento de mucho más valor honorario que diecisiete premios Nobel y Príncipe de Asturias juntos. Mr. Buffet dice algo concreto, claro e irrebatible, que aportaría a las arcas públicas un buen dinerito y, por añadidura, recaudado con justicia. Pero más importante aún ha sido su sobrio desmontaje de la componenda político-financiera que corroe los EE.UU. Más sólido que “Inside Job”. Buffet ha dicho en folio y medio más verdades que los gurús en una década y ha formulado una propuesta concreta que no han parido todos los antisistema del mundo juntos. No es de extrañar el editorial de Le Monde, de 17 de agosto de 2011: “Taxer les riches, avec leur bénédiction”. No se lo pierdan:
Mientras tanto, Frau Merkel sigue dale que te pego al control del déficit presupuestario y del gasto. Y, por supuesto, sigue con la austeridad. Quizás hace bien en no apartarse de sus convicciones y es perfectamente posible que acierte al no fiarse ni de Krugman ni de Stiglitz y atenerse a su “cuenta de la vieja” (“tanto tengo, tanto gasto” o, como diría el gran sociólogo José Mota, “las gallinas que entran por las que salen”, si acaso con un pequeño margen de deuda). Sarkozy aparece a todas horas abarloado a la Merkel, como si uno y otra representasen a las dos grandes locomotoras, cuando, en realidad, en Europa, si hay locomotoras, sólo hay una: Alemania (aunque ha crecido aún menos que España en el último trimestre). Pero se ve que la Merkel quiere tener al más monstruoso de los deudores (la France!) siempre cerca y a la vista. El caso es que la pareja europea aparece estos días en trance de refundar Europa a dúo, sin que lo que dicen que van a hacer -o, mejor, lo que otros dicen que el dúo va a hacer- tenga algo que ver con esas ideas que, en estos días cruciales, propagan los precitados gurús (se podrían añadir recientes opiniones de Soros y de Rubini) (ni con de lo de Buffet, claro). Yo, con todo el jaleo, ya no recuerdo exactamente cuántos países forman la UE y cuántos la Eurozona. Pero no hay duda de que buen número de Reyes y Presidentes asisten a los movimientos de la pareja germano-francesa más o menos como Vd. y yo: de meros espectadores. Me inquieta el run-run de la vuelta al marco alemán. Me temo que Merkel no tiene Europa en la cabeza. Y cada día que pasa crece la probabilidad de que el dúo salvífico no deje claro lo que se proponen simplemente porque, en realidad, no lo saben. Jacques Delors, primer Presidente de la Comisión Europea, un hombre que, a su edad y con su trayectoria, no tiene nada que ganar ni perder, así lo entiende. Vean un resumen de lo que dice en entrevistas a Le Temps y Le Soir: http://noticias.terra.es/2011/economia/0818/actualidad/jacques-delors-cree-que-el-euro-y-europa-estan-al-borde-del-precipicio.aspx
Mientras tanto, los dirigentes españoles se encuentran en lo que, en tiempo de vacaciones se denominan “destinos preferidos”. Han hablado sobre la supresión o reconversión de las Diputaciones Provinciales. Quiérese decir que están en Babia o en los Cerros de Úbeda (vean los lectores extranjeros el sentido no geográfico de esos lugares, acudiendo a Google) Pero Zapatero, en cambio, ha saludado ya, como algo histórico, esa refundación de Europa que se gesta (?) por el errático dúo. Zapatero ha preferido Las Batuecas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario