ZAPATERO HA PENSADO ALGO ("SIEMPRE")
El domingo 31 de enero de 2010, el Presidente del “Gobierno de España” y “presidente rotatorio” de la UE (esa denominación, más apropiada para artefactos como el autogiro o la veleta, no es “mala uva” mía: es del mismo Zapatero) protagonizó en Addis Abeba una jornada que, sin hipérbole, bien podemos calificar como un hito en la historia del “pensamiento débil”, que es como se viene llamando postmodernamente a las endebles elucubraciones de ciertos cosidetti intelectuales (ni que decir tiene que son elucubraciones siempre correctas).
Zapatero se dirigía ese 31 de enero de 2010 a los asistentes a la XIV Cumbre de la Unión Africana. Y al inicio de su discurso -que los más preparados y dispuestos pueden ver y escuchar en video (no se ofrece el texto escrito) mediante el enlace http://www.la-moncloa.es/default.htm- pidió a sus oyentes, con acentos de máximo intimismo, que le permitiesen hablar de sus “convicciones”, de sus “ideales”. Ni que decir tiene que, dado el carácter meramente retórico de la petición de permiso, los Jefes de Estado y otros altos dirigentes africanos no dijeron nada, pero contuvieron la respiración en unos instantes de máxima expectación.
Zapatero se dirigía ese 31 de enero de 2010 a los asistentes a la XIV Cumbre de la Unión Africana. Y al inicio de su discurso -que los más preparados y dispuestos pueden ver y escuchar en video (no se ofrece el texto escrito) mediante el enlace http://www.la-moncloa.es/default.htm- pidió a sus oyentes, con acentos de máximo intimismo, que le permitiesen hablar de sus “convicciones”, de sus “ideales”. Ni que decir tiene que, dado el carácter meramente retórico de la petición de permiso, los Jefes de Estado y otros altos dirigentes africanos no dijeron nada, pero contuvieron la respiración en unos instantes de máxima expectación.
Entonces, serio y solemne, Zapatero dijo de inmediato unas palabras, que, aunque no en lirismo, superan con mucho en profundidad las de su ya histórica frase en la “cumbre climática” de Copenhague: "la tierra no pertenece a nadie; sólo al viento". Dijo el “presidente rotatorio” lo siguiente:
“Siempre he pensado que es la libertad lo que nos hace verdaderos y no la verdad lo que nos hace libres”.
Y con la emoción que imprime habitualmente a sus palabras, el Presidente del “Gobierno de España”, continuó:
“Siempre he pensado que la condición más humana en nuestras vidas es la libertad. Sin libertad no hay nada. Sin libertad no hay condición humana. Por ello, desde que he tenido uso de razón, capacidad de pensar y conocer la historia, he tenido un sentimiento de rabia, de desafecto con la condición humana, al conocer y saber que está (sic) en nuestra memoria episodios tan aberrantes como la esclavitud que sufrió el pueblo africano.”
La prensa escrita (en papel o mediante dígitos) no ha reparado en la importancia de este central pensamiento de Zapatero. A los columnistas más finos, a los analistas de mayor fuste, se les ha escapado del todo la más profunda idea personal jamás expresada por el Presidente del “Gobierno de España”. Pero para eso está POR DERECHO, el “blog” de los “comentarios libres” y de las “noticias subrayables”.
Y, sin embargo, no es éste el lugar y el momento adecuados para unas extensas consideraciones -como merecerían ser, por su objeto: la libertad, la verdad- acerca de las solemnes palabras de Zapatero. Aquí sólo cabe una glosa breve, aunque sintética, a la que me aplico de inmediato.
Veamos, en primer lugar, lo que Zapatero piensa y piensa desde siempre. Piensa que si somos libres, seremos verdaderos. Y aunque esa “verdad de nosotros mismos” suscita muchas cuestiones y se presta a muchos matices, parece que no le falta razón a Zapatero: si no somos libres, diríase que, en cierto modo, dejamos de ser nosotros mismos, perdemos nuestra condición humana. La falta de libertad niega nuestra verdad de seres humanos, estaría diciendo Zapatero. No le falta razón, salvo -y es una grandísima salvedad- que la tiranía no puede privar radicalmente a todos los tiranizados de su condición de seres humanos, que algunos ligamos axiomáticamente a la libertad. La falta de libertad, la tiranía o esa esclavitud de los africanos -que generó en Zapatero “un sentimiento de rabia” y que le hizo nada más y nada menos que “desafecto con la condición humana”- no logró nunca que todos los tiranizados o esclavizados dejasen de ser humanos y dejasen de ser constitutivamente libres. Hay egregios tiranizados y esclavizados -supervivientes de la esclavitud nazi o soviética, p. ej.- que han dejado claros testimonios de su inalienable libertad interior.
Pero tan importante como lo que Zapatero piensa afirmativamente es lo que Zapatero piensa negativamente. En realidad, lo que uno no piensa, en el concreto sentido de que uno lo niega (es decir, “piensa que no”), forma parte del propio pensamiento. Zapatero no piensa que la verdad nos haga libres. O, por decirlo con un lema clásico de muchas instituciones del saber,en todo el mundo, Zapatero no piensa que “veritas liberabit vos”. Piensa que no se necesita la verdad para la libertad. Y sabemos por qué no acepta esa necesidad: porque piensa que la libertad por sí sola nos da la verdad.
Con lo que resulta que Zapatero, desde siempre, entiende que la libertad no sólo es necesaria, sino que la libertad es la única necesidad relevante. Es como si Z., impersonando (es cursi, lo sé, pero es moderno) el viejo ideal clásico del gobernante-filósofo, nos preguntase: “¿Se considera Vd. libre, se siente Vd. en libertad? ¿Sí? Entonces, ya le es dada la verdad”.
Y yo planteo: los “episodios aberrantes” de “la esclavitud que sufrió el pueblo africano” ¿fueron todos protagonizados por alienados, por sujetos desprovistos de libertad y de su condición humana? No consta. Consta, más bien, que los negreros, los esclavistas de todas las especies -los capturadores de hombres, mujeres y niños; los transportistas terrestres y marítimos de esa “mercancía; los compradores al por mayor de esclavos y los “consumidores finales” de éstos- eran, de ordinario, negreros y esclavistas libres, esclavizaban libremente y libremente se lucraban con la esclavitud ajena. ¿Se comportaban estos esclavistas de conformidad y en armonía con la condición humana? Claro que no. Luego ("ergo") su conducta libre, su libertad, era contraria a la verdad del hombre. Lo único que de verdad determinaba la conducta libre de los negreros era que fuesen verdaderos negreros y esclavizadores.
Por tanto, no veo claro el primer enunciado del pensamiento de Zapatero. O mejor dicho, veo claro que, siendo un pensamiento libre, es erróneo. Sé, no desde "siempre" ni desde que tuve uso de razón, pero sí desde hace muchos años, que no hay, ni mucho menos, esa especie de relación automática entre libertad y verdad que "siempre" ha pensado el “presidente rotatorio”. La búsqueda de la verdad es plenamente humana si se hace con plena libertad. Cierto. Pero la libertad no garantiza la verdad. Y, por lo mismo, la libertad no inmuniza contra el error.
Ahí está Zapatero, que sin duda se considera libre, como prueba viviente de lo que acabo de decir. Porque el pobre “presidente rotatorio”, seguramente libérrimo, no puede, muchas veces, estar más lejos de la verdad. Lo está, a mi parecer, en ese pensamiento suyo proclamado en Etiopía. Se equivoca también, por ejemplo, cuando predica la esclavitud de “el pueblo africano”, como si todos los africanos, en tiempos pretéritos (según él, aunque la esclavitud se sigue dando hoy) hubiesen sido esclavos. Ni en todas partes de África se dio la esclavitud ni los africanos fueron únicamente víctimas. Y se equivoca también Zapatero si supone -y eso dan a entender sus palabras- que una persona privada de libertad no puede buscar y encontrar la verdad. Lo hacen los internos en centros penitenciarios cuando cursan carreras universitarias u otros estudios o cuando leen un libro. Y conocieron y descubrieron verdades personas que eran esclavos, esclavos procedentes del continente africano. No lo digo yo, véalo, Sr. Zapatero, véanlo si quieren, lectores de POR DERECHO, en una “web” de la mismísima UNESCO:
Por supuesto, no son los únicos ejemplos.
Pero mucho más importante que lo anterior es, en primer lugar, dejar claro que el esfuerzo por un mayor y mejor conocimiento de la realidad, por la aprehensión de “la verdad de las cosas”, no es excusable porque se goce de libertad. "¡Ea, como soy libre, ya no me importa saber o no saber, acertar o errar, conocer tal realidad o no tener ni idea!" La lapidaria frase lanzada por Zapatero en Addis Abeba es, más bien, una pedrada a todo esfuerzo de estudio, a toda investigación, al I+D, etc. Ya puede el señor Presidente recortar el gasto público: cierre dos Ministerios (Cultura y Educación), cierre las Universidades, cierre el CSIC, suprima las becas y nada de aprendizaje (esto último ya está en marcha con éxito). Establezca, eso sí, un Ministerio de la Libertad (donde, por cierto, moraría a gusto el metafísico Gabilondo, que últimamente confunde ya el diálogo con el saber, la proximidad con la biología, la convivencia con la física, la velocidad con el tocino y otras más tajantes contraposiciones).
Pero, pasemos a la segunda parte del pensamiento del “presidente rotatorio”. Que la verdad no nos hace libres, más libres. Tengo como algo patente que la ignorancia nos limita y nos desorienta a todos y que, por tanto, combatirla con la verdad y las verdades nos permite ejercitar en mejores condiciones nuestra libertad, ser más libres. El error conduce a adoptar decisiones desacertadas, equivocadas, por libre que sea quien las adopte. Teología aparte, es en ese sentido en el que, desde Jesucristo al menos (v. Io, 8, 32), se relaciona estrechamente la verdad con la libertad, se tenga o no fe y se profese esta o aquella religión o ninguna.
Este escrito no es una broma sobre Zapatero. Todo lo contrario: el pensamiento de este señor se toma aquí muy en serio. Por tres razones: primera, para intentar evitar que el juego de palabras confunda a alguien; segunda, porque pensar un poco sobre la filosofía de Zapatero puede contribuir a que nosotros pensemos con más acierto sobre la libertad y la verdad; tercera, porque lo que piensa un Presidente del Gobierno no carece de efectos prácticos, de consecuencias reales. Si alguien creyese que lo que sucede en España no tiene nada que ver con lo que piensa y dice el Presidente del “Gobierno de España”, le aconsejo que, por disconformidad radical con lo que defiendo en este “blog”, se abstenga en adelante de perder su tiempo leyéndolo. Confieso y declaro la moraleja que intento. Es ésta: con “Maestros Ciruelos” al frente de la Nación -antes, ahora o en el futuro- toda calamidad nacional es y será perfectamente explicable. Si alguien opina que los grandes errores conceptuales carecen de consecuencias prácticas, es, desde luego, muy libre... de equivocarse. ¡Qué le vamos a hacer!.
-------PS. Podría ocurir, claro, que el Sr. Zapatero fuera, filosóficamente, un escéptico o un relativista. No me cuadra, sin embargo, con la emoción que pone al hablar de sus "convicciones", de sus "ideales". Pero podría ser, eso sí, un tardío seguidor de Antístenes, aunque un seguidor muy soso.
2 comentarios:
Si desconozco la Verdad, no tengo la libertad ni siquiera de equivocarme voluntariamente , lo haría por ignorancia pero no por ser esta elegida por mí.
Si en algo recuerda a Antistenes es como decía los platónicos , en su incapacidad de comprender la sutileza de la dialectica. Solo tiene una "verdad" la suya.........que peligro tienen estos tonlistos en el poder¡¡¡¡
Un saludo cordial.
Mariajo
Esta idea de ZP de que es la libertad la que nos hace verdaderos tiene consecuencias funestas en la vida práctica. Porque es el pensamiento que está en la base de la deshumanización del ser humano. Si no hay verdades absolutas, sino que dependen de lo que cada uno elija, se pueden justificar todo tipo de aberraciones como el aborto, la eutanasia o cualquier otra, sobre la base de que "a mí me parece bien" y de que no hay que impedir a nadie actuar libremente, a fin de permitirle así ser plenamente verdadero.
Es para echarse a temblar.
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