jueves, 20 de mayo de 2010

¿PUEDE NUESTRA “CLASE POLÍTICA” ARREGLAR NUESTROS PROBLEMAS POLÍTICOS? (y II)


TRES POSIBLES FACTORES DE RENOVACIÓN DE LA “CLASE POLÍTICA” ESPAÑOLA (MUY POCA COSA, PERO MÁS QUE NADA)

No hay un día sin sobresalto grande-sin ir más lejos, el 19 de mayo de 2010 fracasaba el sexto intento del Tribunal Constitucional para aprobar una sentencia sobre el “Estatut de Catalunya”-, además de una copiosa ración cotidiana de estremecimientos menores, como, p. ej., éstos: que D. José Bono sigue protagonizando sorprendentes novedades sobre su patrimonio y sus relaciones; que Zapatero enmienda totalmente a Salgado y a Corbacho y sí habrá subida de impuestos para “los que realmente tienen más” (fórmula de gran sabiduría y precisión); que las centrales sindicales reciben 16 millones de euros adicionales (y ahora sí que se entiende que el “Gobierno de España” dijese esperar de los sindicatos una “respuesta proporcionada”); que el Consejo General del Poder Judicial es “un compañero más” de los Jueces y Magistrados (Divar dixit); que el Parlamento Europeo rechaza que los filetes puedan estar confeccionados con retales de carne unidos con pegamento (han de ser de una pieza, como todos pensábamos, aunque a mí me entusiasma que haya un pronunciamiento democrático y europeo sobre la esencia del filete); que D. Emilio Botín “jamás” ha pagado a Garzón ("en mano", ha querido decir D. Emilio) o que nuestro Congreso de los Diputados no alcanza mayoría para pedir (para lograrlo, ni en sueños) la supresión de la Vicepresidencia tercera del “Gobierno de España”, consistente en que D. Manuel Chaves se aplique intelectualmente a diseñar una “Política Territorial” (vean el organigrama del Ministerio al que se anexa la Vicepresidencia Tercera, porque, sensu contrario, es una lección magistral sobre racionalidad del empleo de recursos escasos, austeridad y eficiencia:


Pero, aun con el citado sobresalto grande -al que se pueden añadir otros, supranacionales, que nos afectan- y los escalofríos menudos -¡menudos escalofríos!, bastantes de ellos-, se nos ha abierto un hueco para no dejar sin la proyectada continuación el “post” del 11 de mayo de 2010. Y no le demos muchas vueltas a la pregunta del título de esta “entrada”. Con la actual “clase política” -que existe como clase, como un concreto grupo social endogámico y hasta endofágico, con territorios ocupados en exclusiva y que consideran propios, con ánimo de ocupar nuevos espacios y sin los más mínimos deseos de abrirse, es decir, con escalafón cerrado-, lamentablemente hay que decir que la solución o el alivio significativo de nuestros problemas políticos -incluidos, por supuesto, los económicos- es tan descartable como la producción de peras por el olmo. Aunque no sé cómo (y sí sé, en cambio, que las medidas en curso no van en esa dirección), quizá nuestra coyuntura económica podría mejorar a medio plazo, como efecto indirecto de quién sabe (nadie lo sabe, en realidad) qué factores. Si así sucediese, algunos problemas se medio olvidarían o serían sobrellevados casi en silencio, porque los duelos con pan son menos y cuando hay harina disminuye la mohina. Pero los problemas de fondo, ya permanentes, no los va a arreglar esta “clase política”, llamada, sin embargo, a arreglarlos.

No veo en esta “clase” ni pensamiento, ni trabajo ni proyectos. Sin duda habrá, dentro de ella, quienes piensen, trabajen y tengan ideas sobre lo que habría que hacer. Pero, como grupo, no se ve en él ni siquiera conocimiento y conciencia de los problemas principales; éstos: la falta de respeto al Derecho y a la libertad; la necesidad de una Justicia seria y seriamente independiente; la siempre prolongada catástrofe de un sistema educativo constantemente reformado a peor, en el que las ideologías más indigentes se imponen una y otra vez a las realidades indiscutibles bien conocidas por los educadores; la ausencia de fe en la diversidad y separación de poderes, de modo que el Ejecutivo viene a ser el único poder real, reflejado y traspuesto en órganos formalmente ajenos al Ejecutivo: el Tribunal Constitucional, el Consejo General del Poder Judicial, las Salas del Tribunal Supremo, el Ministerio Fiscal, las entidades reguladoras y gestoras de los más relevantes sectores económicos; la irracionalidad funcional y el enorme coste de muchos aspectos del “Estado de las Autonomías” con persistencia en el impulso centrífugo; el secesionismo de muchos dirigentes catalanes, la recesión económica y el paro.

¿Es probable que nuestra “clase política” aborde esos (y agunos otros) problemas con perspectivas de éxito? Es sumamente improbable. Es bastante probable, por el contrario, que los agrave todos, por errores positivos o por omisiones que los dejen pudrir.

¿En qué podríamos apoyar una esperanza que necesitaríamos recuperar? No es difícil responder que esa esperanza sólo resurgiría de al menos un inicio de renovación de la “clase política”. Descartado que el impulso de renovación proceda del interior de esa “clase”, sólo advierto ahora tres elementos que pueden renovarla, contra su voluntad. El primero, un próximo fracaso, que resultase absolutamente indisimulable, de los líderes nacionales de los dos principales partidos: PSOE y PP. No es un elemento improbable, me parece. Al contrario, aunque diste de ser seguro, resulta más bien probable. Con todo, es algo de escasa fuerza animante, puesto que la sucesión de Zapatero y de Rajoy no abren un panorama de clara mejoría cualitativa. ¿Que “peor no puede(n) ser”? Mala regla me parece, aunque bien que me gustaría que fuese buena. Pero a fin de cuentas, algo es algo. Algo se movería si Zapatero y Rajoy fuesen sustituidos.

Un segundo elemento de renovación, siempre involuntaria, sería la aplicación del Código Penal a las conductas de ciertos dirigentes, con efectos directos pero también indirectos: se producirían cambios y habría serios avisos a navegantes políticos. Ocurre, respecto de este factor, que aunque cabría esperarlo, pese a todo, del funcionamiento de nuestros Juzgados y Tribunales penales, el Ministerio Fiscal constituye hoy un obstáculo gigantesco, porque cabalmente es una institución corrupta, pese a la honradez y al trabajo de muchos Fiscales. La corrupción política con relevancia penal se persigue muy selectivamente, sin el menor esfuerzo por aparentar igualdad ante la ley. Al contrario, la Fiscalía anticorrupción está decididamente sesgada al servicio del “Gobierno de la Nación” y de varios partidos. Pero queda -¡bendita peculiaridad de nuestro sistema procesal penal: en esto avanzado, progresivo y democrático como ninguno!- el ejercicio de la acusación particular, no tanto por los perjudicados, como por cualquier ciudadano, mediante la “acción popular” (por eso desde el “Gobierno” se trabaja para neutralizar esa acción).

Por último (entiéndase, en lo que a mí se me alcanza: ¡ojalá me estuviese quedando más miope y corto!), no hay que descartar del todo que los ciudadanos españoles de a pie encontremos fórmulas efectivas de acción al margen de la “clase política”, fuera de este inmovilista “Estado de partidos”. Aunque entre España y los USA medien diferencias enormes -no todas, por cierto, favorables a los USA-, tomemos nota del movimiento del “tea party” como un fenómeno real de movilización efectiva mediante Internet. Nosotros no tenemos la vitalidad social ni el fuerte pluralismo apreciable en USA. Y, hasta ahora, Internet sólo ha logrado aquí movilizaciones muy concretas, muchas legítimas y acertadas, pero en torno a problemas específicos. No veo, sin embargo, que sea descartable una mejora en España del uso de los nuevos medios de información, comunicación y movilización. Y si eso no me parece descartable, hay que anotarlo como posible factor de renovación.

Mientras tanto, no dejemos de darle al pandero de la crítica y de la opinión libres. Y pensemos detenidamente en pasar a la movilización. Pensémoslo bien, para no actuar a tontas y a locas.

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P.S. Una senadora socialista no se cree que haya cuatro millones de parados porque, dice, si así fuese, ya habría comenzado una guerra civil. Se equivoca de medio a medio. No quiero gastar tiempo y ocupar espacio en argumentar por qué, pese a los cuatro millones de parados, no hay guerra civil. He recordado esta anécdota reciente porque, en teoría, ante el atolladero tremendo en que nos han colocado, una "salida" de manual sería la revolucionaria. La descarto, no porque me disguste teóricamente, sino porque una revolución necesita banderas claras y muchos revolucionarios. Y no veo por ninguna parte ninguno de esos dos elementos.

4 comentarios:

Aguador dijo...

Apreciado D. Andrés:

Un tanto off topic (es decir, sin relación con la entrada), quisiera preguntarle yo si hay alguna previsión codificadora respecto de la viejísima (y parcheadísima, por tanto) Ley de Enjuiciamento Criminal. Se lo pregunto porque, puesto que ya existe una Ley de Enjuiciamiento Civil "moderna" que sustituye a la de 1881, el paso natural hubiera sido acometer una nueva Ley que adecuara los procesos penales al ritmo y condiciones actuales. Sin embargo, esto no se ha hecho aún. ¿Será, como dice el ministro Rubalcaba, que "no hay que legislar en caliente"? Muchas gracias por atenderme.

Andrés de la Oliva Santos dijo...

Hubo, en efecto, con el Ministro Caamaño, un declarado propósito de disponer de un borrador de nueva Lecrim antes del final de la legislatura. Lo heredó del Ministro Fdez. Bermejo, que constituyó una comisión especial. Antes, con López Aguilar, existía también esa comisión. En ninguno de estos tres intentos llegaron a tener un borrador de texto articulado. Antes aún, Acebes quiso durante meses lo mismo. Después, se conformó con una reforma parcial. Lo que veo es que es mucho trabajo, que requiere una alta cualificación para disponer de un primer texto presentable y no hay ni desinterés ni dinero suficientes. Pero, además, no logran ponerse de acuerdo entre ellos mismos sobre puntos clave.

En todo caso, nada que ver con la frase de Rubalcaba, que, por cierto, no está mal como criterio general.

Aguador dijo...

Apreciado D. Andrés:

Me deja usted un tanto aplanado. Parece ser que no hay esperanza, porque a tenor de sus palabras y aunque necesitamos esa Ley, resulta que ni hay dinero (se ha gastado en otras cosas y claro,ahora no hay), ni (excesivo) interés (¿dónde iríamos a parar si la Justicia empezara a funcionar como es debido, con celeridad, precisión y respeto a los derechos de las personas?), ni personas suficientemente cualificadas para llevar a cabo semejante reforma (cuesta creer que entre todas las personas que de algún modo se mueven en el mundo jurídico, ya sea en activo o en la docencia, no haya un puñado de profesionales suficientemente competentes).

Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate??. Si es así, entiendo que estamos bastante mal. Nuevamente, muchas gracias por atenderme.

Andrés de la Oliva Santos dijo...

ACLARACIÓN A AGUADOR

Mi mención de la falta de dinero quería decir que quienes han recibido y aceptado encargos de confeccionar una nueva Ley de Enjuiciamiento Criminal no parecen haber recibido un estímulo económico suficiente como para arremangarse y no parar hasta tener un borrador presentable.

En realidad, es que no hay dinero para pagar algo así. O se hace con mucho altruismo y porque se tiene la sensación de que quienes lo encargan "van en serio" o no se hace o se hace a medias.

Pero lo principal, con todo, es la falta de acuerdo en los criterios básicos. Y casi está siendo preferible, porque los que o los ministros mencionados carecían de criterio alguno o eran partidarios de disparates. Es un asunto muy largo, pero lo conozco bien y lo estoy resumiendo con objetividad.